Cuando se analiza la obra de Federico García Lorca, a menudo se olvida el peso clave que para su configuración tiene la realidad campesina. Lorca, hijo de un labrador rico, estuvo en contacto con el campo ya desde niño.
Como afirma el poeta, «cuando yo era niño vivía en un pueblecito muy callado y oloroso de la vega de Granada. Todo lo que en él ocurría y todos sus sentires pasan hoy por mí. [...] En ese pueblo tuve mi primer ensueño de lejanías. En ese pueblo yo seré tierra y flores...».
Siempre que podía, Lorca se retiraba en medio de la vega, en las casas familiares de Asquerosa, «uno de los pueblos más lindos de la vega por lo blanco y la serenidad de sus habitantes» y de la Huerta de San Vicente, «hay tantos jazmines en el jardín y tantas “damas de noche” que por la madrugada nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza, tan maravilloso como sufre el agua detenida».
La presente antología pone de relieve lo mucho que la obra de Lorca debe al campo y a la vega de Granada en particular, a través de prosas, poemas, fragmentos de obras teatrales, cartas y la espléndida «Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros», donde el poeta nació el 5 de junio de 1898. Como afirma García Montero en su prólogo, lo decisivo es indagar en el proceso que convierte la biografía en literatura. «La biografía sirve de fondo de verdad para elaboraciones literarias y la literatura permite reconocer el significado de la vida.
Esta tensión entre la vida y la poesía, fundamental en la lírica contemporánea, adquiere en García Lorca el peso de los habitantes de la naturaleza. El niño campesino, los caballos, las hormigas, el caracol, los juncos, el sapo, el pájaro muerto, la mariposa y, después, el veneno o el maleficio de la poesía.
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