En esta entrevista con Javier Yuste, autor de la novela, Los últimos días de mi primera guerra, hemos tratado temas relacionados con su libro, como la historia de este barco, la situación de ambas Armadas en la guerra del 98 o las pequeñas victorias de los españoles pese a su inferioridad con respecto a los estadounidenses en el conflicto.
¿Qué le llevó a escribir Crucero Reina Mercedes? ¿Cómo surgió su interés por este barco?
Mi interés por el Reina Mercedes proviene de una mera casualidad: de leer el índice de un ejemplar de la Revista General de Marina y encontrar un nombre conocido, el de un amigo y compañero de editorial, Manuel Ordóñez. Éste escribió y publicó un artículo sobre el vapor Manila, que sirvió tanto en la Armada española hasta 1898 y en la americana a partir de entonces. Me picó la curiosidad ese dato porque hasta entonces me encontraba en tinieblas respecto a este asunto de los navíos españoles que fueron capturados, reflotados o, incluso, vendidos a Estados Unidos y que, en su momento, vieron ondear en sus mástiles nuestra enseña.
Simplemente por tirar del hilo, pasé a vuela pluma sobre el tema y fue también una casualidad toparme con el Mercedes. De éste me llamó la atención poderosamente que estuvo en activo hasta 1957. Y esto, hablando de un buque de guerra, es más que una vida. Sobresalía con respecto a los demás que cambiaron de manos, ya que muchos no aguantaron más allá de la Gran Guerra, aunque el Isla de Cuba sirvió hasta 1940 en la Marina venezolana.
En un principio tan solo iba a ser un artículo, pero la idea de investigar para unas páginas acabó siendo la semilla para escribir, escribir y escribir a medida que me iba topando con una historia que se me antoja de esas increíbles e irrepetibles que los libros custodian como tesoros para el primer valiente que se atreva con ellos.
Pronto me percaté de que un pequeño artículo no iba a hacerle justicia alguna. Pensé en redactar uno grande y subdividirlo, pero cuando ya llegas a las cuarenta mil palabras, echas la mirada atrás y te das cuenta de que el buque ya se ha ganado un hueco en tu corazón y se merece convertirse en un libro. Y tuve la suerte de que Tombooktú quisiera apostar por este proyecto.
¿Qué es lo que más destacaría del Reina Mercedes?
Destacaría que, junto a sus hermanos de clase, materializaba un anhelo: la recuperación de España. El país estaba desangrado económica y demográficamente. La Restauración monárquica comenzaba a asentarse y la Clase Reina Cristina era un ladrillo más en ese sueño. Diseño español, construido en astilleros nacionales, etc. Unos buques muy bellos, pero que al final no trajeron más que sinsabores porque nacieron ya viejos para los estándares de la guerra.
Pero eso no es óbice para que el Mercedes acabara en el fondo de un cajón. Tiene una vida algo desgraciada, hasta romántica y novelesca en cierto modo. No tiene una hoja de servicios brillante, sobre todo gracias a sus carencias técnicas. En su interior se produjo hasta el suicidio de un oficial y bien pudo adelantar en un año la guerra con Estados Unidos, una guerra que a poco estuvo de convertirse en mundial. No habría porqué haberse esperado hasta el 28 de julio de 1898 para sufrir tal calamidad.
Y es parte de nuestra Historia, esa tan maltratada por los que vivimos en esta tierra.
¿El Reina Mercedes o algún otro barco de guerra español estaba al nivel de los navíos estadounidenses?
La cuestión no es incidir en el asunto de si se estaba al nivel o no. Eso es algo muy complicado de defender. Cierto es que la Marina de guerra española contaba con serias carencias en materia ofensiva, pero, como bien podrá leer aquel que se atreva a adentrarse en las páginas del libro, la flota que comandaba el almirante Pascual Cervera era brutalmente disuasoria. El enemigo con el que se topara podría pensar algo como “Bien, me puedo enfrentar a ella y ganar, pero no me las tengo todas conmigo”. Al contrario que muchos creen por estos lares gracias a esa Leyenda negra de autoría holandesa e inglesa y cuya raíz procede de los s. XVI y XVII, se contaba con unidades modernas como buques principales, de planos ingleses e italianos. Navíos exactamente iguales a los que formaban parte de la Royal Navy o de la cada vez más aterradora Marina imperial japonesa.
El problema es que los cañones que portaban… De cada tiro que disparaban, pues los americanos respondían con cinco. Allí estaba la diferencia.
Por otro lado, la Marina estadounidense era evidentemente ofensiva, para nada tenían en su lista buques como los españoles, de los que estuvieron muy necesitados entre 1898-99. De la lectura de los tipos de barcos con los que contaba España hay muchos “menores” porque eran necesarios para la policía y patrullaje de los territorios de Ultramar. Imagínate que las Filipinas tienen más de siete mil islas con sus cuantiosos ríos que había que inspeccionar. No puedes navegar allí con un navío de miles de toneladas.
Y dicha política ofensiva estadounidense se aprecia ya desde sus primeras décadas de vida. En la década de 1840 se aprecia un incremento económico en los EEUU que los preparaba para tratar de tú a tú a las potencias europeas. No debemos olvidar que fueron los americanos quienes, por ejemplo, pusieron fin a la política de exclusión que Japón impuso en 1638, gracias a desplazar cuatro buques de guerra hasta la bahía de Edo, dos de ellos de vapor, algo tan moderno contra lo que no se podía hacer nada por parte de una ejército shogunal anclado en el s. XVII.
Washington siempre ha sabido encarrilar su destino, tanto es así que en 1919 pasó de ser deudor de medio planeta a que medio planeta le debiera dinero.
En EEUU había dinero y mentalidad industrial y, más aún, el convencimiento de que iban a ganar y convertirse en potencia y eso lo sabía cualquiera que prestara atención, como el gran Julio Verne. ¿De qué nacionalidad son los de “Viaje a la luna” y dónde está el cañón?
Quizá el error es que en España ni se construyó una Marina de grandes acorazados para combates en alta mar y en línea, ni de rápidos cruceros que se dedicaran a cortar las líneas de suministro. Se hizo un extraño híbrido.
¿Lograron los españoles poner en apuros a los estadounidenses en batallas navales pese a la inferioridad de la Armada española en términos de barcos?
Sí, por supuesto, en más de una ocasión se les hinchó los morros. Incluso hay una batalla en la que unas “ridículas” cañoneras y un pontón le dejan el ojo a la virulé a la Navy. Fue la batalla de Cárdenas. Nunca más se atrevieron los americanos a asomar por allí.
La guerra del ’98 no fue siempre un lecho de rosas para los americanos. Pero, claro, contaban con una potencia industrial y una cercanía geográfica de la que España carecía. Si necesitaba ayuda algún regimiento o unidad americana, mandaban un buque al instante y les hacía el trabajo de bombardeo. Algo impensable para los españoles de Filipinas y las Antillas, totalmente aislados y a su suerte.
Además, la tropa y marinería americana no llevaba años enfrascada en una guerra. Cuando entran en Cuba, España llevaba combatiendo desde 1895. En Filipinas desde 1896.
Un joven león destrona a uno viejo y cubierto de garrapatas.
¿Cuál diría que fue el peor desastre naval para España en la guerra del 98?
No lo digo yo, sino que lo dicen aquellos que lo vivieron. Quizá fue por lo mediático que acabó siendo. También por las esperanzas puestas en aquellos hombres, muchos de los cuales murieron abrasados, ahogados y a merced de los tiburones. Me estoy refiriendo al combate de Santiago de Cuba del 3 de julio, cuando Cervera se ve obligado a salir para enfrentarse a la jauría de lobos que se había preparado para recibirle. Era prácticamente imposible salir indemne de aquella escaramuza y, la verdad, fue una locura… y un acto de gran valor.
Si el castigo a los buques españoles no resultó ser mayor fue porque los americanos querían quedarse con éstos para unirlos a su Marina. Eran excelentes, nuevos, modernos y serían unos magníficos trofeos de guerra.
Consiguieron recuperar al buque insignia del Cervera, el Infanta María Teresa, pero se hundió en una tormenta de camino a los Estados Unidos, en Bahamas.
Al final se tuvieron que contentar con el Reina Mercedes, que no participó de tal acción.
Fue el último cartucho, aunque para mí fue un desperdicio, ya que si se hubiera quedado la flota en su sitio, a resguardo, la situación de tablas habría obligado a alcanzar un armisticio e, incluso, la paz sin tan graves consecuencias, al menos, hasta pasado un tiempo.
En España se tenían muchas esperanzas puestas en esos navíos, tantas que hay periódicos patrios de esa fecha, antes de conocer el triste final, que felicitaban a Cervera por su futura y contundente victoria sobre los arrogantes yanquis.
En su opinión, ¿qué cree que pasó realmente con el acorazado Maine?
Fue una coincidencia. Cualquiera diría que la voladura del Maine fue la primera de una larga serie de “excusas” de los EEUU para entrar en una guerra, ¿verdad? En la de 1898, está este acorazado. En la Gran Guerra, el torpedeamiento del Lusitania. En la segunda guerra mundial, el ataque a Pearl Harbor. Vietnam, el incidente del Tonkin. Y en 2001, pues las Torres Gemelas. Pero que nadie tire por el camino conspiranóico, porque puede darse con un canto en los dientes tras cantar tonterías antiamericanas.
Es cierto que EEUU buscaba la oportunidad para entrar en liza con España y era un conflicto que fue el primero provocado por los medios de comunicación. De un apoyo a nuestro país en 1896, se pasó a una abierta hostilidad en 1897, año en el Mercedes se vio involucrado en un incidente sin más importancia del que quiso la prensa amarilla dar, exigiendo reparaciones y la declaración de guerra.
Pero en Washington se esperaba a algo mejor para justificar su intervención en una guerra de “liberación” en Cuba e “imperialista” en Filipinas.
Fue una casualidad que el Maine, de visita no muy deseada en La Habana, explotase. Ya se sabía por aquel entonces que había sido una reacción en los pañoles de pólvora, aunque se llegó a barajar un sabotaje por un grupo anarquista de marineros del mismo. Pero por aquel instante se vio como la mejor excusa. Era una “agresión” en toda regla. Así se inventaron que si extraños movimientos nocturnos y otras pamplinas.
Para 1911 el público norteamericano en general se cuestionaba el informe “oficial” y muchos oficiales de la Junta mayor de la Marina afirmaron que fue una manipulación. Se probó la posibilidad, más que factible, de una reacción en el interior del buque por pólvora en mal estado. Y es que lo primero que se solía hacer en un buque de guerra en el orden del día era la inspección minuciosa de los pañoles para encontrar proyectiles defectuosos o chorreando líquido, o cualquier cosa. Escribiendo mi primera novela, que ya reseñasteis aquí y cuyo protagonista era un artillero naval, incidí mucho sobre esta cuestión de las inspecciones.
Una desgracia se disfrazó de oportunidad para machacar al Ejército español y a una nación en las últimas tras una guerra demasiado larga en un territorio hostil a todos los niveles. Que se lo digan a los soldados americanos que tomaron Santiago de Cuba que no duraron muchas semanas, presas de fiebres, vómitos, etc.
¿Cuál diría que fue la principal razón por la que los estadounidenses quisieron recuperar el Reina Mercedes para la US Navy?
Como he dicho antes, para tener un trofeo de guerra.
Por aquel entonces, la tecnología naval no permitía, como en el pasado, capturar el buque enemigo con tanta “facilidad”. Con los cañonazos que se pegaban, lo más seguro es que, en un combate de dos, uno acabase en el fondo del mar.
En aquellos tiempos tan solo la Marina imperial japonesa tenía buques “trofeo”. En concreto tenía tres de la Armada china, aunque el que más destacaba era en Chenyen, de diseño y construcción alemana.
Había expresas instrucciones de recuperar cuantos más buques españoles posibles, mejor. Primero porque muchos estaban adaptados a las condiciones de guerra de guerrillas en ríos y ribera, en el caso de Filipinas; segundo porque había que dar una satisfacción visual al ciudadano americano que estaba sufragando una guerra de millones y millones de dólares en material de guerra, sueldos, etc.
La escuadra de Cervera, la cual ya se vendía en EEUU como que iba a ser capturada mucho antes del día 3 de julio de 1898, incluso antes de que se metiera en Santiago burlando el feroz bloqueo, iba a ser ese trofeo. Algo que el ciudadano podría admirar en los puertos de Nueva York o Boston, por ejemplo.
Como ya dije, consiguieron hacer algo con el Infanta María Teresa, pero se perdió en una tormenta. El resto de grandes buques de Cervera, el Oquendo, Vizcaya y Cristóbal Colón fueron abandonados a su suerte. Al final, se quedaron con un crucero, el Mercedes, muy conocido por la prensa desde 1897, que por aquel entonces no era más que un pontón defensivo y cuya última misión fue la de tratar de bloquear el canal de Santiago para evitar la entrada de la flota enemiga.
Se salvó y acabó siendo un “ladrillo de oro”, por lo que costaba mantenerse, además de ser parte de ser el pilar de una serie de errores voluntarios o involuntarios. Se llegó a decir que el Mercedes era el insignia de Cervera, totalmente falso, o que era el máximo exponente de la tecnología naval española, ídem al anterior y, así, hasta 1957.
Su libro nos relata cómo la Armada española estaba a finales del siglo XIX parecía estar por detrás de las de otros países europeos. ¿La situación actual de la Armada española en relación con otras armadas de Europa es similar en cuanto a términos de superioridad e inferioridad?
No creo que fuese inferior en su momento. Quizá sí carente de visión. Si Isaac Peral no se hubiera topado con ese muro de cafres y envidiosos que echaron el cierre a su proyecto de submarino, España habría sido una potencia naval que se habría llevado por delante a EEUU y Gran Bretaña. Habría destrozado a la Marina de guerra estadounidense en el ‘98, la cual era tan nueva y reciente gracias a la aparición del acorazado italiano Andrea Doria, llegándose a decir en el Congreso que frente a ese buque, sus barcos tan solo aguantarían quince minutos.
Como siempre, a los visionarios se les arrinconaba y luego, nos echábamos las manos a la cabeza.
Tan solo un submarino habría bastado.
La situación actual de la Armada sería mejorable, pero estamos entre las diez primeras a nivel mundial. Cierto que estamos a años luz de la US Navy, pero nuestra política naval no tiene nada que ver con la de EEUU, claramente intervencionista en cualquier punto del mundo.
Pero, claro, a pesar del proyecto de fragata F-100 y del LHD Juan Carlos I, no hay un desenvolvimiento adecuado. Y la situación económica actual no permite grandes derroches. Sobre todo porque en esta sociedad todo lo referente a defensa marítima en un país que forma parte de una península parece no estar bien visto.
Podríamos decir que la botella no está medio vacía, pero tampoco medio llena.
¿Está trabajando actualmente en algún nuevo libro?
En la actualidad he cruzado el ecuador de un nuevo ensayo (ya van tres), el cual tiene una génesis parecida al Mercedes: Un artículo para la RGM acaba necesitando decenas y decenas de páginas. En esta ocasión se centra en los contactos occidentales (portugueses, españoles, holandeses e ingleses) con el Japón en los s. XVI y XVII, así como la apertura del imperio en el XIX. Comercio, religión, navegación, codicia, honor, etc. Realmente muy interesante y se titula “Ante las puertas del país de los dioses”.
Espero muy pronto hablar de él en vuestra web, si hay suerte.
Por otro lado, trato aún de encontrar editorial para publicar mi segundo ensayo histórico, dedicado íntegramente a la figura del dibujante italiano Hugo Pratt y su relación vital y profesional con la segunda guerra mundial, en el cual, además de reseña, crítica y análisis histórico-cultural de las cincuenta y dos historietas y novelas gráficas que dibujó, analizo, por ejemplo, cada uno de los treinta y dos aviones que aparecen en ellas. Fue un currazo que aún no ha encontrado sitio por ser muy extenso al superar las 120.000 palabras. A ver si alguien se anima con él, ya que quiero sacarlo a la luz sí o sí.
Si me preguntas si volveré al tema del ’98 y estos buques perdidos, sí, tengo la intención de buscar todo lo posible sobre todos y cada uno de esos barcos que desaparecieron de la lista oficial de la Armada, aunque no sé cuándo me pondré manos a la obra, ya que me gustaría regresar a la ficción.
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