Así que con ese esbozo o esquema de novela continuó investigando y empezó a escribir su quinta novela, tercera publicada, Cartas a Palacio, que no es una novela histórica al uso. Es más, a él no le gusta que la califiquen así, sino como una novela localizada a comienzos del siglo XX, porque el único personaje histórico es Alfonso XIII, todos los demás han salido de la imaginación del autor.
En la actualidad, decir que una novela es muy cinematográfica comienza a resultar un cliché. Evidentemente, esta novela lo es. Es muy visual. Se ven las escenas con una claridad meridiana. Sus muchos años como guionista en series de éxito, como Hospital Central, tienen que pasar factura. De ahí que Jorge Díaz maneje a la perfección la trama, el espacio y, sobre todo, los diálogos.
Porque los diálogos son los que llevan el peso de la novela. Sus descripciones suelen ser escasas, diría que incluso tacañas, pero en los diálogos nos va dando gota a gota las descripciones que necesitamos para ver los cuadros y encuadres de esta novela que dentro de un tiempo podremos ver en serie de televisión. Los encargados van a ser los mismos que adaptaron Tiempo entre costuras, que hicieron una enorme labor, mejorando, lo cual resultaba sencillo, la mediocre obra de la escritora manchega que no consigue hacer creíble su historia.
Credibilidad y verosimilitud tiene Cartas a Palacio. Pero no solo eso. Tiene dos ganchos principales. El primero, histórico: Alfonso XIII, en lo que parece ser la única acción plausible de su vida, funda la Oficina Pro-Cautivo, dedicada a salvar y canjear soldados de la Gran Guerra, por ambos bandos. Además, aportó el capital necesario para llevar a cabo tan magna obra. Le ha quedado un Alfonso XIII entrañable y, hasta diría, simpático. ¡Qué alejado de lo que la historia y sus actos nos han dejado! Años después estaría totalmente desprestigiado por el Desastre de Annual y la Dictadura de Primo de Rivera.
El segundo sería la trama que conforma un triángulo amoroso, Blanca Alerces, Manuel Campos y Álvaro Giner, donde la mujer lleva la voz cantante. Blanca es una señorita de la alta sociedad que no se conforma con ser un simple florero. Quiere trabajar y ser útil a la sociedad después de haber dejado, literalmente, a su novio en el altar. Esta mujer adelantada a su tiempo encarna la modernidad., mientras que los dos hombres encarnan la esencia del primer tercio de siglo XX. Por una parte, el dandismo y por otro el anarquismo. Siempre rivalizando.
Con todos estos mimbres, y más, Jorge Díaz dirige una novela coral, donde todo encaja a la perfección. Donde tenemos malos, malísimos, sabios un poco locos, mujeres insustanciales de esa época y una historia emotiva y conmovedora que surge de la carta de una niña a su majestad el rey. Nos nuestra unos cuadros perfectos de cómo era la vida en aquellos días. Desde el más alto palacio, al más bajo de los miserables barrios que había en un Madrid subdesarrollado.
Con esta novela, Jorge Díaz se muestra más maduro y mejor escritor que en La justicia de los errantes y yo diría que está ocupando un lugar destacado en nuestra literatura contemporánea. Es un escritor que sabe conectar con nuestra esencia más humana y sus historias tienen el ángel de la sencillez, pero también del sentimiento. Quien sabe utilizar estos dos elementos se convierte en un escritor que conecta con el lector. Jorge Díaz es uno de ellos.
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