Para ello nos cita en la Taberna La Daniela, justo enfrente de la iglesia de Jesús de Medinaceli. En esta taberna, setenta años antes, se conocieron los protagonistas de La sonata del silencio y buena parte de la trama sucede en dicha taberna mucho más vieja de cómo está en la actualidad. Allí hemos podido conversar con ella y con un grupo de compañeros de medios digitales. Ella nos considera lectores aventajados y dice: “el contacto con los lectores es emocionante. Me produce sensaciones muy difíciles de explicar”.
“Es una novela muy femenina”, nos dice nada más comenzar a hablar. Como casi todas las suyas, pero en esta ocasión ha querido meterse en la piel de los varones y nos muestra en la novela la amistad de dos hombres. Aunque Marta lleve el peso de la trama, al igual que llevaba el peso de su familia en una época muy complicada para la mujer, donde tenía sus derechos muy restringidos. “Las mujeres en esa época eran las perdedoras y los hombres no eran felices. Todos tenían su pasado en un momento histórico muy difícil para toda la sociedad”, explica de forma rápida y pizpireta. Porque lo que queda claro desde el comienzo es que a la escritora madrileña, afincada en Marbella, le encanta hablar.
Describe a La sonata del silencio como “una novela de sueños, de deseos y, sobre todo, de anhelos. Proyectos de vida que se van desmoronando porque las mujeres lo tenían todo más difícil que los hombres”, señala convencida Paloma Sánchez Garnica. En aquellos años cuarenta la incapacidad de la mujer era notoria, recuerda que una mujer no podía tener una cuenta en el banco sin la autorización de su padre o marido y para ella “hasta los años ochenta no se comienzan a cambiar las leyes, que no las mentalidades”.
“Los años cuarenta son el germen de lo que somos ahora”, afirma sin dudar. Como ven, la sociedad ha cambiado bien poco en estos años. Aunque sí ha habido una cierta evolución en positivo en la que todavía quedan cosas por mejorar. La sonata del silencio trata de reflejar eso mismo, pero también “es una novela en la que son muy importantes los sueños de la gente” y añade que el principal sueño de las personas es que “todos queremos ser amados”. Esa actitud la tienen todos los protagonistas, aunque pueden tener reacciones distintas.
En cuanto al proceso de creación de la novela relata lo siguiente: “yo tenía la idea de lo que quería contar, que era la amistad entre dos hombre y tenía muy claro el final. Cuando empiezo a escribir es como si leyese una novela. Nunca tengo toda la novela en la cabeza, se va desarrollando según voy escribiendo, pero siempre teniendo la mente en el final que tengo, que es este caso en la última escena, casi la última frase del libro. Para que me surgiese el final estuve tres días mirando al mar hasta que surgió la chispa”.
“Voy aprendiendo a dejarme llevar por lo que escribo y por la intuición”. “Los personajes se me van presentando en casa y en mi vida”. “Nadando se me ocurren muchas ideas. Todas las mañana nado durante una hora y en ese tiempo voy esbozando la trama de la novela que estoy escribiendo”, “me cuesta mucho que los personajes de mis novelas se vayan de mi vida”, cuenta entrecortadamente saltando de un tema a otro.
Lo que ha querido reflejar la escritora madrileña, en último lugar, es la lucha de una mujer por mantener a su familia en un tiempo que la mujer una vez casada ya no podía trabajar, en el Madrid de los años cuarenta, en el Madrid de Chicote, del Pasapoga y de la cocaína, que en aquellos años se consumía casi sin restricciones y todo sin entrar en ningún tema político. “Ese Madrid era muy parecido al Madrid del siglo XIX. La Regenta refleja exactamente ese mundo”, opina acertadamente. Un mundo muy de chismorreos. “Lo que antes se hablaba entre vecinas ahora se hace en twitter”, señala oportuna. Un Madrid como el que reflejó La colmena de Camilo José Cela, Entre visillos de Carmen Martín Gaite o Historias de una escalera de Buero Vallejo.
Y, como siempre, hace unos pequeños guiños a la ciudad de Móstoles. Ya en Las tres heridas la utilizó como escenario principal, “es un pequeño homenaje a mi marido que es de allí y a mi segundo hijo, que nació en Móstoles”, confiesa esta escritora que nunca había pensado en escribir hasta hace diez años y que como ella reconoce “escribo para aprender. La escritura ha hecho que encontrase mi lugar en el mundo”.
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