Como expresa uno de los protagonistas de la obra, “un reloj parado, da dos veces bien la hora durante el día”, Jorge Díaz nos dice en la entrevista que mantuvimos que alguien le comentó que una frase parecida la utilizaba Woody Allen en alguna de sus películas. El caso es que da igual, esta expresión define muy bien al rey Borbón, un auténtico desastre como gobernante pero que hizo una encomiable labor con la creación de la Oficina Pro-Cautivos.
Dicha oficina fue la primera organización gubernamental humanitaria de la historia, una institución que resolvió más de 300.000 casos de desaparecidos durante la Primera Guerra Mundial y llevó a cabo varios intercambios de prisioneros entre los países beligerantes. Sobre la labor de esta oficina versa la tercera novela publicada por Jorge Díaz y quinta escrita, dos de ellas las guarda en un cajón esperando el momento óptimo de su publicación olvidando el pudor de cuando las escribió, porque “sentía un poco de vergüenza cuando las escribí, ahora ya no me da tanta vergüenza”, nos confiesa.
Jorge Díaz no cree que Cartas a Palacio sea una novela histórica, sino una novela ambientada en los años de la Primera Guerra Mundial. Él la define como “una novela de ahora, coral y multitrama”. Razón no le falta porque es una novela actual, escrita con parámetros muy de hoy en día. Cada capítulo es una escena cinematográfica, está claro que para el escritor y novelista el lector del siglo XXI es diferente al del siglo pasado, la influencia audiovisual se nos ha hecho muy patente en los último años.
“Yo creo en la literatura de entretenimiento, siempre y cuando esté bien hecha”, afirma. Su novela es de entretenimiento y, por supuesto, está bien hecha, bien diseñada, las tablas de sus muchos guiones escritos para televisión se notan en su escritura. Y precisamente, por la televisión, gracias a un documental, se enteró de la historia que cuenta en la novela; después fue un trabajo de investigación lo que le ayudó a enterarse de todos los entresijos de la Oficina Pro-Cautivos.
Una carta de una niña fue el detonante para configurar la trama de la novela. Jorge Díaz tuvo acceso a esas cartas decimonónicas, con un lenguaje administrativo y ampuloso que él supo actualizar para integrar en la novela. “Todas las cartas han sido inventadas o modificadas. Al igual, los personajes principales de la novela son inventados, salvo los estrictamente históricos”, nos desvela con su inmensa humanidad.
Personajes de la alta sociedad y de los suburbios más miserables se entrecruzan en sus páginas con desenvoltura. En sus novelas hay unos personajes por los que siente predilección y esos son los anarquistas, en La justicia de los errantes sus protagonistas fueron Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso, en Cartas a Palacio, uno de sus protagonistas es el anarquista utópico Manuel Campos. “No se puede entender el siglo XX sin recurrir al anarquismo”, señala convencido. Una ideología que tiene algo de sacerdocio.
Pero el descubrimiento más espectacular de la novela es la figura del monarca Alfonso XIII, con un reinado absolutamente desastroso, Semana Trágica de Barcelona, Barranco del Lobo, Annual, dictadura de Primo de Rivera; se sacó de la manga la idea de la Oficina Pro-Cautivos. “Si ha hecho algo bueno, vamos a decirlo”, pensó el escritor y añade “creo que me ha salido un personaje muy simpático y campechano”.
Los años de la Gran Guerra en España fueron de un crecimiento económico sin parangón. Muchas industrias, militar, textil, incluso todo lo concerniente a mercaderías, experimentaron un fuerte repunte. “Hasta los pueblos de Castilla se quedaron sin mulas, que vendieron al ejército francés”, recuerda. El no entrar en la guerra y ser un país neutral dio unos años de bonanza, sin embargo, no supo parar la guerra de Marruecos. “no tenía poder sobre el ejército”, apunta el escritor alicantino.
Alfonso XIII se implicó con la oficina a fondo, incluso los fondos para crearla y mantenerla salieron de su bolsillo. El director le rendía cuentas a él directamente. Al principio no era muy consciente de lo que estaba haciendo “pero poco a poco se va dando cuenta de que estaba haciendo algo importante. Hasta tal punto que fue lo más importante de su mandato”, opina certero Jorge Díaz.
“A la gente hay que juzgarla por lo que hace bien y por lo que hace mal. Yo reivindico eso, Alfonso XIII hizo muchas cosas malas, pero alguna buena y creo que una persona es tan buena como lo mejor que hace”, repite. Y pone como ejemplo a un escritor ganador del premio Nobel, que algunas de sus recientes novelas no están a la altura de las primeras, por eso cree que hay que juzgarle por las mejores. “Si ha escrito una buena novela, ya es un buen escritor”, puntualiza.
Para él, la primera novela es el libro que uno lleva dentro, pero en cada etapa de la vida puede tener una novela distinta. Claro está que técnicamente irán siendo mejores, aunque las historia no estén a la altura. Jorge Díaz ha llevado un proceso parecido, su última novela es técnicamente mejor, es una buena historia, pero no es la historia que llevaba dentro como su primera obra.
En Cartas a Palacio ha querido que su protagonista sea, por primera vez, una mujer, Blanca, “una persona adelantada a su época, pero de su época”, la define y ha querido hacer una historia de amor triangular, donde todos se mereciesen, “quería un triángulo y que nadie se quedase decepcionado”, cuenta. En ese triángulo, Blanca tendrá que escoger con quién quedarse. Cuando le entrevisté me quedaban unas 100 páginas para acabar la novela. Jorge, seguro de sí mismo, me retó a que le dijese cuál sería la elección de Blanca, le di mi opinión, y acerté. Son muchos años viendo Hospital Central como para no saber sus resortes y son muchas las novelas que llevo leídas. Esta vez le gané la partida, pero espero que la próxima vez me gane él.
Su proceso de creación es singular y algo periodístico. “No me siento a escribir hasta que no tengo preparada una buena sinopsis y no se me ocurre la trama de una novela hasta que no estoy dispuesto a empezarla. Es como el periodista que sale a la calle con ojos de encontrar una buena historia que contar”, elucubra. Si buscas algo, lo encuentras, puede ser en un libro, en un documental o en lo que sea. Se considera a sí mismo como un “escritor profesional”. “Yo quiero que me publiquen, no escribo por amor al arte. Escribo lo que me interesa, sí, pero también lo que le interese al resto de la gente”, finaliza.
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