Conocí a Marina como redactora del programa radiofónico El Marcapáginas, que dirige David Felipe Arranz y en el que suelo participar como tertuliano con asiduidad. Este programa lo podríamos definir, o denominar, como un oasis cultural en el desierto radiofónico de nuestro país. En dicho espacio de las ondas, Marina Casado destacaba por su rigurosidad y por su estilo impecable. Perfecta conocedora (y admiradora) de los poetas de la Generación del 27, muchas semanas nos sorprendía con unos textos sobre literatura y música realmente admirables y sumamente originales, que al publicarse en esta revista digital literaria obtenían un gran éxito de visitas.
El acto fue presentado por el profesor universitario David Conte, quien no estuvo excesivamente brillante en su intervención, por resultar demasiado seria y monótona. Además, eché en falta a algunos componentes de nuestro querido programa de radio, ya que sólo asistimos el inmenso poeta y editor Antonino Nieto, Julia María Labrador y este servidor que escribe esta crónica. Me hubiera gustado que hubiese estado arropada por sus amigos, en especial por David Felipe Arranz, que tanto la ha ayudado, aunque, por otra parte, no lo hubiera necesitado, porque sus textos se defienden solos.
Su poesía ya ha obtenido varios premios por su tono, su musicalidad y su mirada poética, llena de melancolía y tristeza. Los despertares es un libro sobre los sueños. Todo sueño tiene su despertar y Marina, que duerme mal y se despierta varias veces en la noche, tiene la rara facultad de recordar casi todos sus sueños y volverlos verso, poesía y realidad.
Si los sueños están para cumplirse, Marina ha realizado el suyo de ver publicado su primer libro, que no será el último, porque ya tiene preparado otro para después del verano que a mí me hará especial ilusión por su temática. Si algo caracteriza su obra es la tristeza, pero la tristeza del que no se conforma, la tristeza del que aspira a la plenitud y no la consigue. La plenitud siempre está un paso más allá y si dejas de dar ese paso cada vez estará más lejos. Ella da los pasos hacia esa plenitud, pero ha caído en el laberinto de Alicia en el país de las maravillas.
Los despertares está dividido en dos partes. La primera sobre La Bella durmiente y la segunda sobre A través del espejo y lo que Alicia encontró allí. El libro vierte “la necesidad de expresar el torrente que tenía por dentro, la frustración que tengo”, expresa doliente la escritora. Su poesía parte de sus sentimientos negativos, esos mismos sentimientos que tenía Alicia al salir del espejo. A Alicia le costaba adaptarse a la realidad, a la autora le ocurre lo mismo que a Alicia y lo mismo que a la Bella durmiente. Siempre hay una confusión al salir de los sueños y, como sabemos, la vida es sueño y los sueños, sueños son.
En su libro hay dos claras influencias, una en cada apartado. En la primera parte sobrevuela la escritura de Luis Cernuda, con una poesía de la meditación, de la introspección y la delicadeza. En la segunda nos encontramos con una poesía más pegada a la realidad y a la modernidad: aquí será Federico García Lorca su principal influencia. Es una poesía más cosmopolita, que ella lleva a ciudades de cuento de hadas como Praga, que ha visitado un par de veces. Praga forma parte de su mundo nube, donde puede sentir su propio yo, aunque no sea realidad.
Para Marina Casado, que nos ha llevado por sus poemas de la mano de hadas y princesas, el color de éstas es azul y son princesas tristes. La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Indudablemente la influencia de Rubén Darío sobrevuela sus versos, esos versos que nos han regalado dos despertares, uno en cada parte de libro. En el primero despierta muerta y el segundo es falso.
La poetisa madrileña ha ido macerando a fuego lento todas sus influencias, todas sus vivencias y todo su universo, creando un mundo nube único que la aleja de la soledad y del invierno. Por eso escogió una de las últimas noches primaverales para cruzar los sueños de uno a otro lado. Como la propia Alicia, Marina necesita ser soñada. Cada lector que pase sus páginas soñará con ella, soñará con la poesía porque lo mejor siempre llega al final, cuando la noche se vive con la plenitud que la hemos vivido.
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