De este modo, un doble enlace está a punto de unir las coronas de Francia y España en una alianza que pretende ser el germen de la paz en Europa. La infanta española Ana de Habsburgo se desposa con Luis XIII, rey de Francia, y la francesa Isabel de Borbón lo hace con el príncipe de Asturias. Tras los festejos, ambas damas emprenden su camino hasta el paso de Behovia, donde se producirá el intercambio de las princesas.
Isidoro Montemayor, secretario y amante de la condesa Micaela de Cameros, no tardará en verse envuelto en una intriga peligrosa en la que se mezclan la codicia, el contrabando de plata y los secretos de Estado. Así, vemos cómo en la España del siglo de Oro codicia, corrupción, estafa y asesinato han invadido ampliamente un reino gobernado por tres viudos y un fraile. Y entre tanto hombre sin amor, apenas queda sitio para un hombre honrado.
Así, El reino de los hombres sin amor nos presenta una historia llena de conspiraciones, misterio, robos y corrupción, sobre todo mucha corrupción. Vamos, que Jesús Gil parecería un hombre de negocios absolutamente transparente y legal si lo comparamos por ejemplo con el duque de Lerma, quien hizo cambiar la capital de Madrid a Valladolid sólo para especular y ganar cantidades exorbitantes (entre muchas otras actividades para nada legítimas). Para que veamos que esto viene de largo y que los corruptos nos han acompañado a lo largo de toda nuestra historia.
Por esto y mucho más, la ambientación de la novela y sobre todo desde el punto de vista social es totalmente exquisita, sobre todo en lo relativo al manejo del poder por las clases pudientes y sus numerosos manejos para conseguir sus objetivos, además de sus tremendos contrastes con sus empleados o con la gente de a pie.
Pero en mi opinión el punto más fuerte de la novela de Alfonso Mateo-Sagasta es el relacionado con la investigación y con la búsqueda de la información y las diversas maneras de obtenerla. De este modo, pese a estar en una época en la que los avances forenses brillan por su ausencia, la investigación puede realizarse muy a fondo mediante minuciosos y geniales interrogatorios (en los que en muchas ocasiones hay que aflojar la mosca para tirar de la lengua de quien guarda en su cabeza los datos que interesan para la investigación) o diversos documentos como misivas o libros de cuentas (la contabilidad en B de la época por así decirlo).
Además, la trama principal se relaciona con numerosas conspiraciones que en su conjunto logran componer una magnífica novela, que sabe mantener la intriga y un ritmo trepidante desde el mismo momento en el que se destapa el caso que ocupará a Isidoro Montemayor. Y para que se hagan una idea de lo maquiavélicas que pueden ser estas conspiraciones, sólo les tengo que mencionar el pequeño cameo de Milady de Winter (sí, sí, la de los tres mosqueteros) para ver que el nivel de los antagonistas de esta novela no es moco de pavo.
En definitiva, El reino de los hombres sin amor nos presenta una doble boda real y un azaroso viaje que sirven de telón de fondo para esta aventura de caballeros despechados, damas enamoradas, conspiraciones, juegos de poder e información y metales preciosos que unos y otras desean sobre todas las cosas.
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