El escritor andaluz ya no es una joven promesa, es un maduro escritor con una asombrosa capacidad lingüística que se mueve a medio camino entre la novela negra y la literatura fantástica, se nota su formación poética en sus escritos. A él le gusta que le comparen con Carlos Ruiz Zafón por su faceta lírica, pero sus escritos son radicalmente diferentes. Blanes del Águila es mucho más gótico que el escritor catalán y, sobre todo, más inquietante.
En la novela En la otra vida la trama se desarrolla en Segovia. En sus páginas nos muestra una ciudad sórdida a la vez que sorprendente. Sus calles se recorren de noche, envueltas en misterio, y en alguna de sus edificaciones se esconden sorprendentes secretos, misterios que el autor nos irá desvelando con la ayuda del periodista protagonista Tomás Quintero, cronista de éxito de un diario de la capital segoviana, que no es, claro está, El Adelantado de Segovia, periódico centenario que nació en el alborear del siglo pasado.
Tomás Quintero, sagaz periodista, es el protagonista absoluto de la novela. Toda la trama, escrita en tercera persona, discurre en torno a él. En un pasado, un poco lejano, había publicado un artículo sobre una insólita secta, que manipula a sus víctimas hacia el umbral de la muerte. Esa secta jugaba con ellas, traspasando los límites de la vida. De ahí que se pregunte si ha oído hablar sobre las experiencias cercanas a la muerte. Hay personas que creen en dichas experiencia y otras que no. Al lector, eso le debe importar poco, lo que realmente le debe interesar es que haya acción, emoción y misterio, y de eso, la novela tiene grandes dosis.
Además de Quintero, el escritor nos va mostrando diversos tipos de personajes. Hay periodistas, policías, militares, gente corriente sacudida por las desgracias y un sinfín de personajes asombrosos, como el enterrador Isidro, el ladronzuelo El Alambre o el juguetero Ricardo Maldonado con poderes sorprendentes, sin olvidar a mujeres enigmáticas. Todos ellos irán ayudando a nuestro investigador a desentrañar un misterio que podríamos calificar de apocalíptico.
Guillermo Blanes del Águila ha tenido que documentarse a fondo para que todas las piezas del puzzle que es la investigación encajen a la perfección. Asombra leer sus conocimientos de heráldica, genealogía, historia y lenguas muertas o, al menos, heridas de muerte. Todo ello, recubiertas de una fina ironía y un humor inteligente que nos hace sonreír y en alguna ocasión hasta carcajearnos, aunque la trama no dé para ello.
Sus descripciones son ricas en hipérboles, caso de algunos protagonistas y, sobre todo, en metáforas: Pisando el miedo, afluentes del río de la vida, el aire de los siglos o la tarde se había desmoronado, son expresiones donde se nota la patina que la poesía le ha dejado en su lenguaje, en el que el lirismo y la riqueza lingüística están presentes de forma muy singular. Juzguen ustedes mismos la expresión que hace refiriéndose al régimen alimenticio que tiene que padecer el maestro juguetero en el hospital: durísima censura del régimen sin sal, refiriéndose claramente a la censura franquista.
Todo el texto está plagado de dichas expresiones, pero, además, hay misterio, emoción, historias de amor y algún que otro personaje enigmático que no sabemos ni de dónde viene ni qué va a ocurrir con él o ella. Con todos estos ingredientes Guillermo Blanes del Águila,que tiene aspecto de galán cinematográfico, ha conformado una novela que se lee con avidez, con una trama que nos atrapa desde las primeras páginas y que va enriqueciéndose según se van pasando.
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