“Nadie fue capaz de advertir que toda Europa se vería implicada. En ocasiones la historia actúa así, convirtiendo en previsibles la cadena de acontecimientos cuya lógica, sin embargo, queda oculta para los contemporáneos”, añadió Molesini en el coloquio que mantuvo hoy en la Feria del Libro con el historiador Daniele Ceschin sobre la huella que la derrota de Caporetto ha dejado en el imaginario colectivo de los italianos.
Daniele Ceschin, profesor de la Universidad Ca’Foscari de Venecia y autor de varias monografías sobre la Primera Guerra Mundial, recordó que los italianos no fueron ajenos a la idea de que el conflicto se resolvería en poco tiempo y que prefirieron inicialmente mantenerse al margen, a la expectativa. El país fue madurando durante meses el cambio de alianzas y de estrategia que se formalizó con la firma en abril de 1915 del Tratado de Londres. Una carta de Giuseppe Prezzolini a Benedetto Croce resumiría, según el historiador, el viraje que decidió a Italia a entrar en la guerra: “En ella, Prezzolini defiende la participación italiana, es más, incluso le resulta preferible una posible derrota a mantener la neutralidad en un conflicto del que resultaría el futuro diseño de los poderes en Europa”.
El 24 de octubre de 1917, después de dos años y medio de guerra en los que Italia había perdido medio millón de hombres, comienza la batalla de Caporetto, un hito en la historia del conflicto que dejó, además, una huella indeleble en la memoria colectiva. Caporetto pasó a formar parte de una frase hecha utilizada para hablar de una completa debacle. La aplastante derrota infligida por las tropas austrohúngaras costó a Italia la vida de 40.000 hombres y fueron hechos prisioneros 300.000 soldados. El profesor Daniele Ceschin recordó que “los historiadores de la Italia fascista nunca citaron la batalla por su nombre, intentaron ocultar un episodio vergonzoso en la joven historia de la Italia unificada”. Sin embargo, no pudieron hacer olvidar un episodio que significó “tanto para la sociedad como para sus dirigentes, una herida profunda y también inmediata, según reveló el suicidio de un senador, solución que también llegó a contemplar Mussolini”. También gravísimas fueron las repercusiones militares de aquella derrota: “Una vez las tropas austrohúngaras tomaron Caporetto, la ciudad hoy llamada Kobarid, en Eslovenia, tenían el paso franco para avanzar por la llanura del Véneto”. El ejército italiano, con la cadena de mando destrozada, se retira hasta el río Piave y la población civil huye masivamente de los territorios ocupados. “Hay que tener en cuenta que esa población había dado toda la credibilidad a las que el historiador Marc Bloch llamó noticias falsas, aquellas que hablaban de las mujeres violadas en Bélgica; estaban convencidos de que eran verdaderas las imágenes de niños belgas con las manos amputadas. Eran los recursos que utilizó la propaganda para ilustrar la brutalidad del enemigo. Así que los civiles huyeron despavoridos”.
Daniele Ceschin subrayó que aquellos refugiados, cerca de medio millón, constituían “la imagen viviente de la derrota, que el Ministerio del Interior intentaba ocultar”. Llegaron en tren, de noche, de forma casi clandestina a sus destinos, en las regiones de Bolonia, Lombardía y la Toscana. Este movimiento de población fue el que permitió, en opinión de Ceschin, que “Italia, que acaba de celebrar en 1911 el 50º aniversario de su unificación, aprendiese a conocer las distintas partes que la componen durante la Gran Guerra”. Comentando también las consecuencias de la guerra, Andrea Molesini añadió que el conflicto “vino a liquidar aquella sociedad decimonónica, aristocrática, con diferencias sociales muy marcadas”. Además, recuperó el juicio de uno de los personajes de su novela Entre enemigos: “La guerra, dice un agente secreto italiano en un momento de la obra, no solo condenará a los imperios derrotados, también a los ganadores. Porque el imperio colonial británico se sustentaba en la idea de que sus hombres eran seres besados por los dioses. Ese mito se disuelve cuando se les ve morir ennegrecidos, como cualquier otro hombre, en el lodo de las trincheras. Con el fin del mito que sustenta el imperio, también este se extinguirá el imperio”.
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