“Las cosas no se pueden hacer a medias, uno tiene que entregarse en algo en lo que se cree y hay que poner toda la carne en el asador”, afirmó en la rueda de prensa de la presentación de su nuevo libro en la que estuvo acompañado por el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce y el editor y poeta, Emili Rosales, uno de los editores con más fino olfato de este país, en lo que parece que cada vez quedan menos.
Lorenzo Silva cree en lo que hace y se entrega a fondo. Son ya muchos los años que lleva en el oficio y eso le ha dado la oportunidad de cruzarse con temas muy escabrosos. Si en un principio, elegir como protagonista a un guardia civil era, hasta cierto punto, original, no debemos olvidar la valentía que suponía el descrédito que el franquismo les produjo. Afortunadamente, la democracia le puso en su lugar haciendo un redescubrimiento del que, en buena parte, tuvo la culpa el escritor madrileño, y que como él mismo dice, “los madrileños son de todas partes”.
Por eso ha escogido como escenario de Los cuerpos extraños la ciudad de Salamanca y el consiguiente periplo a Valencia. La trama gira ante el asesinato de una alcaldesa, lo cual le da pie para reflexionar sobre las relaciones del poder y de las mafias. Sobre la corrupción política que asola nuestro país, como hace cincuenta años aguantábamos “la pertinaz sequía”. Ahora estamos acostumbrados a vivir con la corrupción de políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios, etc. Nos sacuden diariamente con sus corruptelas desde las páginas de los periódicos. Son, todos ellos, jugadores de ventaja.
Si en sus ocho novelas se trata la corrupción desde diversos ámbitos, en la saga hay camuflada una interesante trilogía que conforman El alquimista impaciente y sus dos últimas novelas. En estas tres novelas se trata de una forma más apasionada y lúcida la corrupción, pero desde el punto de vista del guardia civil, que parece que es el último eslabón de una cadena que lucha contra esta lacra social.
Y la sociedad, para el autor negro de espíritu, “vivimos en un sociedad en la que muchas personas necesitan un paladín, alguien que defienda las causas del bien y a las personas sin pedir nada a cambio”, explica con seriedad y sobriedad pero con un punto de esperanza. ¿Serían los políticos esos paladines? Deberían serlo, pero no están haciendo su trabajo, de ahí que cada día haya mayor cantidad de escépticos que ya no creen en nada y en nadie.
Esa reacción le parece al autor “ineficaz, laxa y contemporizadora lo cual produce una deconstrucción de una sociedad, porque cuando los corruptos toman las decisiones hay un empobrecimiento generalizado de la sociedad”, elucubra con su seriedad característica. Esa reacción es una catarsis que hace que haya gente que se niegue a vivir en la corrupción
A Lorenzo Silva le gusta la ficción realista, es un escritor muy realista y cuando alguna vez le he preguntado sobre escritores del género negro que meten elementos poco realistas, no se enfada, pero no le gustan esos autores. Le gusta la ruda realidad y la historia olvidada. El escritor es una piedra que tenemos en el zapato que nos recuerda lo que está mal, que nos recuerda la corrupción tanto pública como privada y que la judicatura española con su lentitud exasperante no da abasto.
Son ya 23 años escribiendo sobre una pareja ya mítica y cree que “todavía me quedan muchas historias que contar”, ahora que ya ha pasado el medio siglo de vida. A Bevilacqua se lo imagina terminando sus últimos días en Madrid con una pensión suficiente para poder vivir bien. Él seguirá escribiendo sus historias porque es su vocación “que no es más que una recompensa de lo que me gusta hacer”.
Eduardo Torres-Dulce se trajo a la presentación una disertación muy preparada. “Me he leído el libro porque me gustan sus historias y para mí ha sido un honor del que estoy muy agradecido”, afirmó contundente. Además, señaló con ironía que hacerle salir del despacho es un acto de caridad. La novela le ha parecido un cruce entre los escritores de la escuela de Chicago, “eso no quiere decir que nuestro país esté como en el Chicago de los años 30”, puntualizó y las novelas de William Faulkner.
Pero fue más allá cuando analizó que Silva comenzó como escribiendo Raymond Chandler y cada vez se parece más a Georges Simeon, aunque puede haber pasajes que nos recuerda a la Laura de Otto Preminger, “todo con un lenguaje castizo y coloquial y una destreza en la escritura cada vez más sorprendente.
Emili Rosales se mostró encantado con la novela y la calificó como “una reflexión sobre el presente”. Los cuerpos extraños es una obra que busca la excelencia en la novela negra de nuestro país. Quien lo debe juzgar es el lector, aunque de momento tiene todas las papeletas para ello.
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