La estructura de la nueva novela de Ignacio Martínez de Pisón es peculiar. En realidad son cuatro novelas cortas que van contando una misma historia familiar. Y en función de quien habla, de dónde ponemos el foco, descubrimos caras diferentes de cada personaje. Y los personajes van cobrando o perdiendo fuerza, van ganando y perdiendo razones, van cayéndonos mejor o peor, porque vamos entendiéndolos mejor, les vamos conociendo. Y así, cada lector construirá su propia novela.
Porque otra peculiaridad de esta novela es que a pesar de sus casi seiscientas cincuenta páginas, a veces, he tenido la sensación de que era más importante lo que no se contaba de un personaje que lo que veíamos, como si la forma de descubrirnos a cada uno de ellos, como ocurre en la vida real, fuera mostrarnos lo cotidiano, lo social, para dejarnos el ejercicio de interpretar, de pensar a cada uno de ellos, para entenderlos. Como si el punto de vista pudiera no tomar partido, o como si la suma de muchos puntos de vista fuera la única forma de completar al personaje.
Una novela que nos habla de cómo nos marcan al nacer, con la educación, con el lugar en el que nacemos, con las creencias de nuestros padres, y cómo nos marca la sociedad y nuestra posición dentro de ella a través de la reputación. Pero también nos habla de la lucha para salir de esa inercia, y del control que, dentro de una familia, ejercen unos sobre otros y de la influencia incluso más allá de la muerte. Como también nos habla de la imposibilidad del amor, de la felicidad. Una novela que nos cuenta la sociedad española en la segunda mitad del siglo pasado pero que pasa de puntillas sobre los hechos históricos para contarnos mejor cómo es la generación de cada momento.
La primera novela nos cuenta la historia de Samuel, el padre de familia, con oscuro pasado (que solo descubriremos al final, en uno de los lados del prisma), judío con influencia en la comunidad judía de Melilla, en pleno franquismo. Una comunidad peculiar en un momento complicado para ellos y en un lugar peculiar. La relación con esa comunidad y sus creencias le marcará para siempre y con ello a toda su familia, que van protagonizando las siguientes novelas: su mujer y verdadera protagonista de la novela, Mercedes, cristiana, que convence a su marido para salir de Melilla para vivir en Málaga y luego en Zaragoza, cuidad donde nació; Miriam, la hija que siempre siguió las indicaciones de la madre, y Sara, la rebelde, que se escapa de su casa en la adolescencia; Elías y Daniel, los hijos de Miriam, los herederos de las empresas de su abuelo, con los que la abuela intenta cerrar el círculo, intenta controlar las vidas de los demás, aún después de muerta.
Es una novela llena de personajes construidos con cuidado, precisos, complejos, llenos de matices, que va contándonos la historia de una familia como cualquiera, que trata de indagar, de explicar, de hacernos entender lo que a veces es imposible en años de convivencia, mostrándonos todos los ángulos de la misma realidad y demostrándonos que aun así, quedan muchas cosas por conocer, que tal vez es imposible entenderlo del todo, saberlo todo de nosotros mismos.
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