Ambas obras se complementan, por un lado la novela y por otro el libro de cuentos que son los que el protagonista de la primera no consigue dar forma en un periodo de su vida en que le cuesta crear una nueva novela. "A mí me ocurre siempre lo mismo que al protagonista de la novela. Me enfrento cada día ante nuevos retos: de qué voy a escribir", reconoce.
En Ajuste de cuentas, Juan Urbano pierde su trabajo como columnista de un reconocido periódico, sin trabajo y sin imaginación para comenzar una nueva novela, recibe la propuesta de escribir una novela "laudatio" sobre un conocido empresario que llegó a dar con sus huesos en la cárcel. "Me basé en mucha gente, pero creo que son fácilmente reconocibles las peripecias de personajes como Mario Conde o Javier de la Rosa, aunque también están matices de Juan Roldán o Mariano Rubio porque al fin y al cabo todos eran prácticamente el mismo", explica el escritor.
El protagonista se enfrenta a una oferta muy tentadora de trabajo, en la que debe prácticamente vender su alma al diablo. Debe escribir una historia que no quiere escribir, pero que sus circunstancias le obligan a aceptar en un primer momento acuciado por las deudas y la posibilidad de ir aún a peor. Es un dilema moral que no es capaz de resolver. El empresario y banquero Martín Duque, -así se llama el personaje-, es el típico modelo de español triunfador que hace dinero especulando con empresas y personas. El conseguir dinero fácil es su objetivo, "lo cual siempre suele ser la punta del iceberg de dinero sucio", opina con razón Benjamín Prado.
Ajuste de cuentas es una novela negra de manual, con un cierto tono de novela social, con su mujer fatal, "en este caso mujer y media", sus crímenes, los malvados y el dilema moral ante el que se enfrenta el protagonista entre sus principios y sus necesidades monetarias. Un combate moral en el que tendrá que elegir entre dos posturas antagónicas, no siempre se debe hacer lo que sea con tal de sobrevivir. "¿Hasta dónde está uno dispuesto a hundirse? Es la pregunta que se hace constantemente Juan Urbano", razona el escritor.
El cebo que le ponen es la trampa de la prosperidad, esa trampa que pusieron a toda la sociedad española en los años ochenta, en la que España era el país donde más facilidades se les daba a los empresarios para hacerse ricos. Esto lo llegó a decir un ministro de Economía. Era la España del pelotazo, "lo que vivimos ahora es la sombra de aquel monstruo", afirma Prado. Sin embargo, la tortilla se ha dado la vuelta, mientras los empresarios ganaban dinero fácil, los trabajadores, a su rebufo, tenían salarios como no se habían visto antes en nuestra historia. Al estallar la burbuja inmobiliaria, la alegría se acabó y el paro se ha disparado hasta los seis millones de personas. Ahora nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que tenemos la culpa. Nos hacen sentir culpables, pero "¿qué parte de culpa tenemos? ¿Tenemos la culpa de que nos despidan de nuestros trabajos?", se pregunta el autor.
Ajuste de cuentas es la tercera novela cuyo protagonista es Juan Urbano. La primera Mala gente que camina era "mitad ficción y mitad ensayo". En la segunda Operación Gladio había más ficción y esta última es pura ficción, "una ficción completa y hasta cierto punto exagerada. Cuando compongo canciones con Joaquín Sabina me dice que exagere, que sea más canalla. Eso es lo que he querido hacer en esta última novela", confiesa.
Para salir de la crisis nos ponen de ejemplo a China y los chinos. "Pero no hay que olvidar que ese país es una dictadura que se está convirtiendo en una oligarquía mafiosa donde se trabaja sin dar nada a cambio", apunta acertada y aceradamente. No es precisamente el ejemplo que deberían poner y todo con la ayuda de los medios de comunicación tradicionales que "no quieren contar la verdad porque dependen de ciertas empresas. Han convertido el dinero en el único becerro de oro", cree el escritor.
Su última obra es una novela dentro de otra novela. "Es algo muy mío, muy metaliterario, que suelo abordar en mis creaciones. Además, me viene muy bien para explicar el conflicto del autor", precisa. Con ella tiene la sensación de haber ido soltando lastre. "Antes tardaba cuatro años en escribir una novela; en esta ocasión he tardado año y medio, me he visto más suelto", dice y en mi opinión más maduro. Ha escrito una obra que engancha desde el primer momento. "Para mí el lector ideal es un lector con ojeras, el que no puede dejar el libro y se acuesta más tarde por leer. Lo mismo me ocurre a mí como escritor. Me costaba dejar de escribir la novela", confiesa orgulloso.
El haber escrito y publicado las dos obras al mismo tiempo es "una reivindicación de la literatura. Una defensa del oficio", afirma. Cree que la edición está bastante desmejorada. "No es buena política publicar todo, habría que seleccionar más". Además cree que habría que hacer una nueva ley de propiedad intelectual, "hasta ahora ningún partido político se ha atrevido a ello", hacer algo parecido a lo que se ha hecho en Alemania, donde nadie se descarga ningún libro o canción porque sencillamente no pueden.
La protección al libro y a la cultura es una de las grandes asignaturas pendientes de los gobiernos españoles. "Leer un libro se ha convertido en un lujo" gracias a los políticos que tenemos, que "sienten un placer íntimo en la destrucción de la cultura".
Hay que apoyar la cultura de una forma más eficiente, pero esto es difícil porque vivimos "en un país de gallinas. Un país en el que la gente se queja pero no protesta. Herencia de un país asustado por demasiados años de dictadura. Un país donde sus gentes son generosas, honradas, el país con menor índice de morosidad; trabajadores, solidarios, pero muy cobardes", concluye.
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