Esta editorial, dirigida con acierto y riesgo por Constantino Bértolo, selecciona bien sus títulos de narrativa contemporánea. Es la segunda novela que publica a Pelayo Cardelús. Las dos son muy literarias y personales. El mundo de Pelayo se refleja bien en su última obra sin ser, por supuesto, autobiográfica.
Pelayo Cardelús ha pasado por diversas ocupaciones antes de dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Colaboró en el diario El Mundo y Metro Madrid con una serie de reportajes sobre sus viajes por todo el continente americano. "Para mí fue como un sueño", evoca. Después cambió de ocupación y estuvo trabajando en el sector de la publicidad, ello lo reflejó en su primera novela, El esqueleto de los guisantes y como es abogado de profesión ha estado trabajando últimamente durante dos años y medio en un despacho jurídico. Afortunadamente, abandonó esa sórdida profesión para dedicarse a la literatura, con eso hemos ganado todos, él y los lectores de sus obras.
Porque Las vacaciones de Íñigo y Laura es una curiosa novela que plantea preguntas pero, y esto es lo extraño, da respuestas. Sobre el amor, "el amor más elevado" como señala el autor en repetidas ocasiones. El amor que describió Aristóteles nace de la amistad. El amor en esta novela está por encima de todo, como podrá comprobar el lector si lee la obra que tiene un final sorprendente y, por qué no decirlo, así elevado. "Es un final con una salida hacia arriba, parece imposible que Íñigo reaccione así", apunta. Pero, en ocasiones, así es la vida. Se mueve en una fina línea entre lo verosímil y lo inverosímil. Hay que mantener a toda costa esa sensación de sorpresa.
En la novela hay mucho del mito de Edipo y mucho de la filosofía de Michel Houllebecq y sus partículas elementales. "El placer sexual es el más intenso de los placeres" dice el escritor francés e Íñigo juega con ese placer cuando desnuda y viste, una y mil veces a Laura en la playa tomando el sol. "Él vive obsesionado porque le fotografíen, porque le graben", puntualiza el autor.
"En este país el sexo continúa siendo un tabú. Quizá por la educación que hemos recibido, Íñigo no ha tenido una sexualidad sana. El quiere vivir por y para el sexo. Pero no se atreve. Es cobarde. En cierta forma está alejado de ser un personaje liberal y abierto. Es machista sin ser violento", describe Pelayo Cardelús a su protagonista masculino. De ahí que sexualice a su mujer, para "acabar siendo la protagonista de la novela, hasta el punto de participar en orgías embarazada.
Para el escritor madrileño, "la mujer está bastante perdida en la actualidad, ni siquiera hay un feminismo. No sabemos en qué consiste la liberación de la mujer hoy en día", opina. Además, se muestra indulgente con él mismo como autor, "no sabría decir si Laura está liberada o sometida. El autor no tiene que saber todo de los personajes, estos han de tener vida propia", filosofa. Y lo mismo ocurre con los jóvenes del movimiento del 15-M que utilizan una tecnología muy sofisticada. "Se disfrazan los cambios del sistema cuando en realidad es un mero cambio generacional", afirma seguro.
Su novela es muy filosófica, hace algunos apartes a la trama de la novela para explicar las motivaciones del protagonista. Esos apartes son los más sexuales y liberados. Sin embargo, no teme que califiquen su novela, en lo que hoy está tan de moda, como literatura erótica, aunque reconoce que algunos pasajes son casi pornográficos. "Pero esto no es lo esencial de la novela", puntualiza.
Lo esencial es que esta sociedad incita a un consumo exacerbado, de ahí que haya una gran insatisfacción general que nos induce al consumismo y el último reducto contra el consumismo es la familia. "A su vez el propio consumismo es una insatisfacción en sí, ya lo dijo Steve Jobs, la gente no sabe lo que quiere hasta que yo lo invento", matiza y añade "a mí me gustaría ser una persona más espiritual, hacer un análisis de mí mismo, conocerme mejor e ir a la esencia cristiana del yo".
Por eso, cuando buscamos, tanto en el sexo como en la espiritualidad, "si se busca con mucho ahínco se aleja, es como el animal que tiembla ante el depredador: le atrae precisamente", cuenta y de eso saben mucho tanto él como su padre, el reconocido escritor y ecologista Borja Cardelús. "Cuando tienes miedo te equivocas", sentencia.
El protagonista, según él, "no quiere hacerse mayor. Es inmaduro". De ahí que busque la desnudez de su esposa y al mismo tiempo, un sentido de pertenencia hace que lo repudie. "Realmente el cuerpo desnudo es natural, pero a la vez el cuerpo de su mujer es excitante. De aquí surgen los celos, algo que al mismo tiempo le excita", matiza.
"Las vacaciones de Íñigo y Laura es ante todo una novela psicológica, con algo de filosófica. No es una novela para excitarse, para disfrutar, porque trato el sexo como algo problemático", califica Pelayo Cardelús. Por eso, al final el protagonista se libera a sí mismo, "tenía un monstruo en la cabeza que ha hecho pervertir a su mujer", revela.
Confiesa que a él le interesan los temas que trata en sus novelas, "la posesión, la exclusividad, los celos inherentes a esa exclusividad. La esencia del compromiso de un amor carnal". Por eso, los trata y escribe sobre ellos y lo hace en tercera persona porque cree que eso le da objetividad y le confiere distancia, incluso "para poder ser más cruel y poder reírme de mis personajes. En ese sentido soy un poco canalla y no tengo compasión", expone tranquilamente en un tono casi confidencial donde nos ha ido contando las motivaciones de su novela, pero también opiniones sobre la actualidad, sobre el mundo en que vivimos que pasa de la cultura y de la enseñanza. Porque, al fin y al cabo, es muy difícil escapar de lo más profundo y su novela sobre todo es profunda.
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