La primera pregunta está cantada, nunca mejor dicho, ¿hay que dejar las cosas en sus días? "Cada uno tiene que enfrentarse a su propia historia familiar, a sus propios demonios. Pero deben de tener en cuenta que cuando indagan en su pasado se pueden encontrar cosas que no esperaban", afirma la escritora asturiana en la conversación que mantuvimos en un conocido y céntrico hotel madrileño. "El ejercicio de la recuperación de la memoria histórica es imprescindible para la salud de cada uno", añade sonriente.
Laura Castañón ha desarrollado diversos oficios dentro del periodismo y reconoce que "siempre ha escrito y he sabido que al final iba a escribir". Fue jefa de prensa de la Semana Negra de Gijón que en estos momentos se están celebrando en su tierra de adopción porque la escritora nacida en Santa Cruz de Mieres se siente gijonesa por los tres costados y uno que la une al mar. También ha dirigido numerosos talleres literarios, pero reconoce entre risas y bromas que ha sido mala alumna de sí misma ya que "he hecho todo lo contrario de lo que les digo a mis alumnos".
Gracias a ello ha escrito una novela potente y rigurosa que da un repaso a casi el último siglo de vida de Asturias, o por lo menos de la cuenca minera que controlaba el marqués de Comillas. En escribirla ha tardado casi dos años y medio, de forma intermitente porque la enfermedad que sufre, la fibromialgia, la mantiene en ocasiones en periodos de baja concentración. Pero también ha sido gracias a esa enfermedad el que dejase su trabajo y se decidiese a escribir.
La novela, como está publicada, no estaba prevista. "Sí quería escribir esta historia pero ha ido creciendo de forma que yo no la he controlado, ha sido un pulso entre mí misma y el narrador" explica, porque en la novela se encontraron otras historias. Muchas de ellas de aquella época que tenían ramificaciones con el presente. De ahí que quedase la narración como una gran saga familiar con muchos protagonistas, una novela coral en las tierras húmedas y verdes de Asturias.
Laura Castañón tiene diseñada su historia como una trilogía, pero los protagonistas van a cambiar, no van a ser los mismos, "eso sí, va a haber cameos de algunos de ellos en las novelas. De todas formas las tres obras van a ser auto conclusivas. Van a tener su propio final" precisa, y se podrán leer de formar independiente si se quiere. "He escrito la novela que quería leer", sentencia.
Dejar las cosas en sus días no es una novela autobiográfica, aunque sí ha utilizado territorios conocidos y queridos, como la casa de Pomar, que la sedujo desde el primer momento que la conoció. Ya en aquellos tiempos infantiles la sorprendió que en una casa pudiese haber una biblioteca llena de libros y un billar. Esto forma parte de la intrahistoria. Ni siquiera Aida Montañés, periodista del diario decano de Asturias tiene nada que ver con la autora. Pero sí comparten unos profundos y acuosos ojos azules.
Para escribir la novela, "he tenido como referencia la primera década del siglo XX, esa lengua concreta, el amestao, que allí se habla y en su comarca por lo que tiene de especial el movimiento obrero asturiano. La zona controlada por el marqués de Comillas era una burbuja en la que no permitían que entrase ninguna ideología política", cuenta la escritora.
Para ubicar creíblemente a algunos personajes como Ernesto Burgos, ha tenido que forzar y encajar la historia real. Se ha permitido alguna licencia histórica y alguno de sus familiares le dijo que se había equivocado. Algo cierto, pero que ella sabía de antemano, para poder traer a este personaje a colación. "Lo de las misiones pedagógicas de la República no es real, pero es la forma que se me ocurrió para traer a Asturias a alguien muy especial. Lo mismo ocurre con el cine que había en el Círculo Católico", desvela Laura Castañón.
Para documentarse ha tenido que leer bastante historia, todos los periódicos de la época y sobre todo, el azar quiso que siendo adolescente tuviese acceso al libro de actas del jefe de los guardas jurados del Marqués de Comillas, "lástima que en aquel entonces no le hiciese fotocopias", se recrimina. En esas actas contaba todas las incidencias domésticas que ocurrían en sus posesiones. Más o menos como las cartas que Benito Montañés escribe diariamente al marqués. "Me reí mucho con la forma en la que se contaban esos sucesos, pero me ha permitido escribir una novela rigurosísima. Siempre me han molestado los errores en los detalles", recuerda la escritora asturiana.
Para la novelista, "todavía hay memoria histórica. Por eso, Andrés Braña es fundamental en la historia. Tiene un papel muy importante en la novela y la enfermedad que padece, el alzheimer, es una metáfora entre el recuerdo y el olvido", apunta. Pero, la novela tiene diferentes puntos de vista que hace que se enriquezca. Ella tenía claro desde el primer momento que una novela contada desde un único punto de vista perdería fuerza y vigor, porque como señala, "he escuchado muchas historias con muchas contradicciones".
El final que propone "no es un final de fuegos artificiales". El lector atento irá dándose cuenta de que hay mucho más de lo que cuentan los protagonistas. "Voy dejando miguitas por el texto al lector, porque a mí me gusta ser cómplice del lector. Juego al lado del lector con el que me gusta tener una cierta complicidad", desentraña la escritora. Una de las bazas fuertes de la novela son los diálogos, "he estado muy atenta a ellos, es lo más difícil de escribir y lo que da o quita credibilidad a un texto", sostiene.
Para Laura Castañón, "la literatura no tiene que dar respuestas, tiene que plantear preguntas. Las respuestas las dejo al criterio del lector. Pero sí he querido que el lector saque sus propias conclusiones. Obligarle a pensar", concluye. Con esta filosofía le ha quedado un libro vitalista y poético. No por ello, su hija Sofía Castañón ha salido poeta y no nos extraña, por el ambiente literario en el que siempre ha vivido. En sus buenos tiempos, Laura leía tres o cuatro libros a la semana, ahora por culpa de la fibromialgia son algunos menos, pero en su biblioteca siempre tendrá libros de Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero, Carlos Castán, José Ovejero o Ignacio Martínez de Pisón, autores todos ellos de los que se pueden leer referencias en TodoLiteratura y a los que apreciamos.
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