La escritora de ascendencia japonesa es una monja budista zen, "el zen procede de China y significa meditación. En chino se denominaba chan y cuando llegó a Japón se convirtió en zen, que es la práctica principal de los budistas", afirma la cineasta criada en Connecticut. Pero el zen tiene muchos rituales, aunque el más importante es la religión. Para la escritora todos los humanos "somos distintos y al mismo tiempo somos uno. Hay diferencias muy pequeñas entre unos y otros. Somos muy parecidos. Prueba de ello es que todo el mundo quiere ser feliz. No conozco a nadie que no quiera ser feliz", explica la escritora en un encuentro con periodistas.
La escritura de este libro ha sido una catarsis para la autora. Cree que no lo ha escrito para enseñar, "yo no tengo un mensaje que transmitir", que tiene cosas que la preocupan y que la hacen preguntarse a sí misma muchas cuestiones. ¿Quién soy yo? Sería la pregunta clave, sin embargo, no tiene una respuesta y lo reconoce sin ambages, "no lo sé". Esto la hace reflexionar que nuestro tiempo es un "tiempo de ficción. Todo es ficción y la vida que estamos viviendo no sé si está ocurriendo de verdad". Parecería que una monja budista tiene respuestas pero es más bien lo contrario: tiene preguntas, muchas preguntas.
La vida que vivimos la hace preguntarse sobre lo que está pasando en la sociedad actual. ¿Cómo en un colegio se puede dar acoso entre adolescentes? La culpa puede ser la soledad. "En cierta manera la gente se siente ahora más sola que hace unos años. Es el resultado de la tecnología moderna que crea un problema que precisamente quería resolver", puntualiza inteligentemente Ruth Ozeki. Crear aparatos como la televisión puede evitar la soledad, pero también destruye nuestra capacidad para comunicarnos.
Todo comienza en el mundo infantil; en su opinión "los niños no están entendiendo lo que está ocurriendo en el mundo de sus padres. No tienen ni idea. Y es la figura de la abuela -importantísima en la novela- la única persona fiable en la vida. Imprescindible para todo y mágica para darle la vuelta a las situaciones más complicadas". Es la bisabuela Jiko Yasutani la verdadera protagonista de la novela. Con 104 años, vive retirada en un monasterio pero conectada tecnológicamente con el resto del mundo y, por supuesto, de su bisnieta.
"Jiko no se retira al templo, vive allí, trabaja allí, es una monja que no se ha retirado, que sigue activa en el mundo real, que manda SMS a su bisnieta", nos la describe así la escritora. Jiko está interconectada con todo el mundo. "Todos los aspectos del mundo están interconectados, el mundo está cada vez más interrelacionado, por eso creo que mi historia es para todos los seres humanos", señala. Ya al comienzo del libro, escrito una parte en primera persona, la narradora dice que todos los humanos somos seres-tiempo. La otra parte se narra en tercera persona y es la referente a Ruth, su alter ego, que encuentra la fiambrera en las playas de Vancouver.
Pese al tema tratado, Ruth Ozeki cree que su novela "se dirige a adultos. Es muy fuerte lo que cuento para adolescentes de 13 o 14 años, aunque también podrían leerla". Las historias de acoso escolar se están dando cada vez más en este mundo, por eso se empezó a fijar en ellas. Ya algunas películas realizadas en Japón lo trataron y "a finales de los años noventa se llegó a publicar un manual de cómo suicidarse con diferentes técnicas que llegó a ser un éxito de ventas", recuerda la autora de El efecto del aleteo de una mariposa en Japón.
Tardó cinco años en escribir la novela. Ha sido muy pensada y meditada. Hay claramente una conexión meta literaria en ella. "Es como si fuéramos un espejo. Yo creo que los escritores colaboran para poder crear un libro. El libro que tú y yo leemos es muy diferente al que haríamos, por eso creo que el libro es una colaboración entre el personaje y el escritor", puntualiza la escritora.
"Siento que cada vez que leo un libro o veo una película, cambio mi punto de vista sobre la vida", apunta y añade que pese a eso "siempre supe que no sería un personaje de la novela. El escritor tiene que tener un lector y establecer una conversación con él, eso es lo que he pretendido hacer en el libro con los dos narradores diferentes, pero que en ningún caso sería yo la protagonista", repite.
Analiza su función de escritora con las siguientes palabras "en cuanto me di cuenta de que tenía que escribir un libro, no pude abandonar el proyecto. En algún sentido, los personajes de ficción son un reflejo del propio escritor. Quizá por eso esté yo reflejada en Jiko", desglosa. De lo que sí está segura es que ha escrito lo que quería escribir, que está encantada con el resultado y que le tiene mucho cariño y que espera que ahora a los lectores les pase lo mismo que a ella, que les guste el libro y que se sumerjan en una narración actual que ha sido escrita de manera diferente.
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