Así que el tópico de que las personas que se dedican a la información económica son gente materialista, es precisamente eso, un tópico. "Antes que periodista económica, soy lectora", nos confirma y por lo que hemos podido hablar sabemos que fue una lectora precoz y que leyó poca literatura contemporánea. Algo parecido a la de los jóvenes protagonistas de su novela, que leían a los clásicos.
Natalia es la quinta hermana de una familia numerosa de siete hijos. Siempre vio en su casa la biblioteca abierta. Así pudo empezar a leer libros como La Ilíada, La Odisea o La Divina Comedia sin que nadie lo impidiese, más bien al contrario. "los leíamos, pero no los entendimos en ese momento", reconoce. Así pues, su familia se parecía mucho a la del hombre del sillón, el protagonista, que no tiene nombre y que es un homenaje a la escritora australiana Elisabeth von Arnim, que vivió con su marido la mayor parte de su vida en Pomerania (Alemania). Curiosamente ambas escritoras tienen un cierto parecido físico.
Ese gusto por la literatura clásica impregna cada página del libro y es normal que sea así; la escritora gallega ha bebido de esas fuentes y de la literatura infantil británica del siglo XIX y principios del XX, "ahora echo en falta esa literatura, echo en falta esa profundidad y calidez literaria que hoy se ha perdido respecto a los niños", apunta la novelista.
El despertar de la señorita Prim está situado en una población imaginaria, San Ireneo de Arnois, un curioso pueblecito que podría estar ubicado en el norte de Francia, cerca de los Alpes; un lugar verde, fresco y lluvioso como la ciudad pontevedresa en que nació la autora, A Estrada, aunque bien pudiera encontrarse en cualquier remoto lugar de Europa.
La población de ese pueblo imaginario es muy peculiar y extraña para la recién llegada bibliotecaria, "allí se valoran una serie de cosas que hemos ido dejando de lado. Reivindican el valor de las cosas pequeñas, sencillas y profundas. Allí tienen tiempo para cultivar la amistad, la cortesía vecinal, el valor de las tradiciones que forman parte de nuestro acervo cultural", explica la escritora. En una palabra, en San Ireneo de Arnois han declarado la guerra al mundo moderno.
Lo que los extravagantes habitantes de San Ireneo reivindican es el valor de la tradición de una historia de Occidente que es una suma de cosas que se han ido perdiendo, pero no es una crítica fanática, ni mucho menos, es una crítica razonada entre dos personas radicalmente opuestas que terminaran descubriendo un futuro común de la mano del amor. Al fin y al cabo, "los opuestos se atraen", como señala la novelista gallega.
Lo que Natalia Sanmartin Fenollera reivindica es "la falta de tiempo para vivir, para pensar", lo que supone un desequilibrio de la armonía. Para ella, el tiempo que dedicamos a trabajar es desmesurado. Los protagonistas de la novela no superan la jornada laboral de seis horas, lo que les supone tener tiempo para ellos mismos. Tener un tiempo para cada cosa. "En la novela los puntos de vista están forzados hasta el extremo para que nos enfrentemos al desequilibrio que realmente supone no tener tiempo para nada", explica.
Otro de los temas fundamentales de la novela es la búsqueda del ser, de la esencia de la persona. "El ser humano tiene preguntas interiores que nadie responde como ¿hacia dónde vamos? El libro intenta ayudar a encontrar esas respuestas que solicitamos", explica la periodista y añade "el libro tiene varias capas, varias lecturas, que ayudarán a iniciar la búsqueda de la verdad de cada uno".
El texto intenta luchar contra "el empobrecimiento intelectual y personal que viven las personas hoy en día", reflexiona. Para ella, los niños se crían, que no educan, sin los suficientes estímulos intelectuales. "Las necesidades económicas lo pueden todo. Están por encima de las otras necesidades y parece que los problemas económicos son los más importantes", continúa diciendo. Sin embargo, la economía no lo es todo, se necesita un enriquecimiento, no sólo material, sino también personal y espiritual.
"Se necesita tiempo para fomentar las relaciones personales, hablar, escuchar, aprender de las personas mayores, acompañar a los padres, estrechar lazos con los niños, cultivar el intelecto y ¿por qué no? el alma". Ésta es la receta de la joven escritora Natalia Sanmartin Fenollera, que con su primera obra ha conseguido, sin publicarla, vender los derechos a más de diez países. "Tengo una ilusión tremenda de que me lea gente de países tan diferentes. Es un regalo maravilloso". Precisamente eso es su cuento, una novela maravillosa para aprender a ver el mundo de otra manera.
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