"Se pierde una parte de tu libertad, pero merece la pena luchar por la libertad, cueste lo que cueste"
Como si fuese la protagonista de La muerte tenía un precio o Sólo (a) ante el peligro, esta eibarresa no ha dejado de luchar por sus creencias. Llegó a meterse en la boca del lobo bilduetarra y aceptó ser alcaldesa en Lizarza, un pueblo precioso del Goyerri guipuzcoano. "Un territorio comanche donde los votantes abertzales son mayoría", explica pausadamente esta menuda mujer tan española como vasca.
Pocos, muy pocos, tuvieron arrestos para presentar candidatura en ese pueblo después de desestimar la justicia dos candidaturas de formaciones afines a los terroristas. Ni los valientes del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que en palabras de su secretario guipuzcoano Joseba Egibar, pretendían hacer una candidatura de prestigio que nunca se llegó a materializar, consiguieron conformar una candidatura.
Sus creencias son sólidas y casi inmutables. Ella sabe perfectamente y así ha titulado a su libro, lo que vale El precio de la libertad, que ha escrito en colaboración con el periodista donostiarra Jorge Mendiola, anterior jefe de prensa suyo en el Partido Popular (PP). Ella sabe cómo es vivir amenazada y cómo es vivir escoltada, avisando a sus escoltas anticipadamente de todos sus movimientos, "se pierde una parte de tu libertad, pero merece la pena luchar por la libertad, cueste lo que cueste". Ella no podría vivir como un corderito, de ahí su decisión de ser alcaldesa en un territorio sumamente hostil hacia todo lo español.
En la actualidad, para Regina Otaola "en el País Vasco no hay una libertad como tendría que ser. Todavía hay mucho miedo", dice serena y quizá la tenga el PNV, del que dice taxativa que "si el PNV hubiese hecho una defensa a ultranza de los principios democráticos, el terrorismo se habría acabado definitivamente". El PNV siempre se ha movido en una ambigüedad que ya Xabier Arzalluz describió muy gráficamente cuando dijo aquello de "unos agitan el árbol y otros recogen las nueces".
"No puede haber nada tan ruin como excusar el terrorismo. Se erigen en dioses que deciden lo que hay que hacer y a quién matar, por eso en el País Vasco sigue habiendo mucho miedo", afirma la ex alcaldesa de Lizarra, población de 800 habitantes que dirigió sabiamente durante casi cuatro años. El 14 de junio de 2010 anunció su retirada de la política y el abandono de la alcaldía por discrepancias con la línea de actuación tomada por su partido en el País Vasco.
Regina Otaola tiene muy claros sus principios y valores y los defiende donde sea, "me merece la pena ser congruente conmigo misma y defender lo que creo en todas las tribunas", afirma. Y eso lo ha hecho ante auditorios totalmente radicales y contrarios a sus creencias. "Todos los nacionalistas odian España y no se dan cuenta de que ellos también son españoles, se odian a sí mismos", razona la directora de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor de la Comunidad de Madrid. Comunidad a la que se ha desplazado atendiendo a una invitación de Esperanza Aguirre, ahora conocida cazatalentos de una consultora catalana, que la evitó tener que sumarse a las largas filas de parados de nuestra nación.
Tiene palabras duras para los nacionalistas, pero también las tiene para los socialistas. Añora los tiempos en los que Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros se entendían a las mil maravillas y compartían un único pensamiento: la lucha por la democracia plena. Ahora, la democracia sigue estando secuestrada, "es un paripé de democracia", afirma sin componendas.
Pera la ex política vasca no existe ninguna posibilidad de que el País Vasco sea independiente, "no existe el ámbito de decisión vasco, existe el ámbito de decisión español, la soberanía radica en todo el pueblo español, y lo mismo ocurre para Cataluña", expone y no deja lugar a dudas. En la Constitución española está reflejado lo que ha de hacerse, el problema es que no se cumple la Constitución en ciertas comunidades, ni la hacen cumplir ciertos jueces de Tribunales Superiores.
Cuando se la recuerda por todos los muertos, asesinados en el País Vasco, sus ojos se tornan tristes pero a la vez orgullosos. Orgullosos porque esos ojos han visto y han conocido a personas que realmente merecían la pena. Gregorio Ordóñez la hizo tomar la decisión de entrar en política, pese a que ella decía que no sabía hablar en público, "si Gregorio siguiese vivo, ahora sería alcalde de San Sebastián y no ese que está ahora", dice resuelta. Cuando recuerda a Miguel Ángel Blanco la ocurre lo mismo y le vienen a la mente todas las manifestaciones que tuvieron que montar durante esas 48 horas de secuestro para que no le matasen. Al final murió por unos balazos en la sien segando otra vida valiente, segando la vida de una buena persona que apenas había vivido.
La necesidad de escribir el libro surgió en una charla con Jorge Mendiola. Había que dar testimonio de lo que se vivió en la pequeña población del Goyerri. Esos días trabajando para unas personas que no les miraban a la cara y que cuando lo hacían era con un desprecio total y absoluto, sobre todo al principio. "Recuerdo el primer pleno, que queríamos celebrarlo a toda costa en el ayuntamiento, no nos queríamos ir a la diputación", recuerda.
Fueron muchos los momentos que se pasaron mal, pero recuerda uno especial en un funeral cuando entraron a la iglesia con los escoltas y el cura les espetó que "no quería armas en la iglesia", pero le daban igual las armas que habían asesinado a personas buenas. "Todo el mundo tiene derecho a ir a la iglesia", dice Regina y los comentarios de desafortunados sacerdotes no le van a hacer cambiar de opinión, "afortunadamente con el nuevo obispo de Guipúzcoa muchas cosas están cambiando", afirma.
Mucho de su carácter se lo imprimió su padre. Él la enseñó a luchar por la libertad y a ser respetuosa. Su padre la enseñó unos principios por los que ha luchado, por eso cree que "el futuro será el que queramos todos los españoles y colocaremos a los nacionalistas donde se merecen".
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