"Todo lo relacionado con la División Azul es un tema incómodo por razones ideológicas"
El cuarto verso del Cara al sol es: Me hallará la muerte si me lleva. Y al protagonista por poco no le halla la muerte en el frente ruso defendiendo una ideología criminal, la del nazismo de Hitler, en lucha contra otra ideología criminal, la del comunismo del gulag. Un sin sentido de un truhán como Antonio Expósito, que no parece saber muy bien por qué se mete en tal fregado. "Para combatir el comunismo, juraron fidelidad al Führer", precisa.
Me hallará la muerte comienza siendo una novela picaresca, luego se convierte en una novela de aventuras extrema y termina siendo una novela negra del Madrid criminal de los años cincuenta", describe el autor de Baracaldo. Antonio, el protagonista es un truhán, un maleante de poca monta, que se desenvuelve en el Madrid de posguerra desplumando a ricachones en las cercanías del Parque del Retiro. Para eludir la acción de la justicia se ve obligado a alistarse en la División Azul, "todo lo relacionado con ella es un tema incómodo por razones ideológicas", subraya.
Como divisionario participa en las batallas más sangrientas del frente ruso, en el cerco de Leningrado y en la batalla de Krasny Bor, quizá la más cruenta de la Segunda Guerra Mundial, sólo comparable a la Batalla del Ebro de la Guerra Civil Española. "En un solo día los españoles tuvieron 2.000 bajas y muchos cayeron prisioneros. El escritor Lorenzo Silva en su novela Niños feroces también relata las vicisitudes de esos españoles que lucharon allí. Sólo que su protagonista consigue salir ileso y terminaría como soldado del ejército alemán. Antonio Expósito no tuvo tanta suerte y cayó prisionero y allí comenzaría un largo periplo en los campos de concentración del gulag soviético.
En 1954 los supervivientes del gulag atracaron en Barcelona a bordo del buque Semiramis y aquí comienza otra historia que se lleva acabo en el Madrid del desarrollismo. "Un Madrid que está cambiando, que deja de ser castizo para convertirse en una ciudad más cosmopolita, donde comienza a fluir la riqueza producida en muchas ocasiones por la corrupción política. No deja de haber un cierto paralelismo entre ese Madrid y el actual. Tiene unos rasgos muy próximos a nuestra sociedad actual", señala Juan Manuel de Prada en la entrevista que hemos mantenido con él.
El autor quiere fijar algunas cuestiones no del todo ciertas, "se ha querido hacer ver que España en los años cincuenta era un erial y no es del todo cierto, hay que tener en cuenta que aquellos años fueron la edad de oro del cine español. Las películas de Rafael Gil arrasaban, una de las protagonistas es actriz en esas películas, y España estaba a punto de ser aceptada por la comunidad internacional, especialmente por la labor que Ike Eisenhower hizo, ya que consideraba a nuestro país como un aliado anticomunista", explica el autor.
La novela quiere reflejar el entorno de las consecuencias de nuestros actos, en este caso las del protagonista, que se deben a los medios y fines que persigue, "¿Se puede conseguir algo bueno a partir de lo malo?, se pregunta Prada, como es el caso del Macbeth shakesperiano. Para el novelista, afincado en Madrid, claramente no, "la sangre llama a la sangre y a males sucesivos", afirma.
En la novela ha querido hacer una reconstrucción de la España de los años cuarenta y cincuenta y de las vicisitudes de los divisionarios españoles, "que siempre han estado mal vistos, cuando se comportaron como verdaderos héroes y caballeros. Tanto los españoles que lucharon en ambos bandos, nunca participaron ni en los saqueos y las violaciones que hicieron otros ejércitos", reivindica Juan Manuel de Prada.
"La circunstancias que vivió Antonio Expósito en el gulag le van encanallando, le van engullendo en un proceso destructor tanto para él como para los que le rodean, pero al final se redime, quizá de una forma no plena pero sí parcial", explica el autor de La tempestad con la ganó el Premio Planeta de 1977. Lo que ha querido dar en la novela es una visión de aquella España, alejada de la visión de los demócratas republicanos y de los franquistas, para eso ha utilizado a un falangista, Cifuentes, que hace "una crítica irredenta al franquismo desde posiciones falangistas, ya que cree que Franco ha traicionado el falangismo", señala.
La imagen que pervive de la novela es la del tremendismo, la de la estética barroca, esperpéntica, que reivindica la cochambre y la España polvorienta. "Antonio es como un lienzo en blanco, "su verdadera y más secreta identidad era la ausencia del ser", dice. El resultado es como un cuadro de Gutiérrez Solano que pintaba beatas encorvadas, vestidas de luto, pero lo hacía abrazándolas amorosamente. Esa es la España que ha querido pintar.
La obra tiene mucho de cinematográfica, "no sería una película en blanco y negro, más bien como una de David Lynch, alejada de la estérica de Lars Von Trier, "He querido presentar las realidades tal como fueron, mostrando la peripecia de un ser de carne y hueso que tiene rasgos de heroicidad", subraya el escritor. Siempre con una lógica interna "que era lo que la historia demandaba". Para ello estuvo documentándose cerca de un año.
Sobre su forma de escribir específica que "escribo por hacer una purga en mi corazón, por solventar mis obsesiones personales" y con una lealtad a la historia que quiero contar de tal forma que "me resulta inexplicable cómo una persona puede leer un libro mío", concluye. Quizá sea porque describe a la perfección los escenarios y sus personajes, tiene un inmenso calado psicológico o quizá porque lo que cuenta es original, tanto en la forma como en el fondo y hace que el lector se revuelva en la butaca leyendo sus obras. Me hallará la muerte tiene todos los elementos de una historia épica, de una historia por la que muchos pasan de puntillas por error.
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