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“Cataluña y el País Vasco pueden independizarse, pero nos podemos unir a Portugal”. Entrevista a Amando de Miguel

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Javier Velasco Oliaga

Amando de Miguel
acaba de publicar en Infova Ediciones su libro más personal y sincero Memorias y desahogos, en el que desnuda sus ideas políticas, su visión sobre la vida y cómo ha mudado su voto desde Felipe hasta el PP. Autor de más de 130 libros y un número incontable de artículos periodísticos, sus opiniones se pueden oír en algunas emisoras de radio y de televisión como tertuliano, y como él mismo señala “éstas son muy necesarias, si bien han decaído las tertulias de café.


Sus libros sobre diferentes cuestiones sociológicas son un reflejo claro de nuestra sociedad. Trabajador incansable, intelectual investigador y defensor de la cultura del esfuerzo, es un claro referente para conocer las motivaciones de un país errático que no sabe hacerse valer. Este libro de memorias es apasionante. El autor nos relata sus trabajos, amores, costumbres, pasiones y desengaños. Es un libro tan intenso e interesante, que es de obligada lectura para todas aquellas personas que quieren conocer un punto de vista diferente de nuestra historia reciente.

¿Hay que justificarse y dar explicaciones para escribir un libro de memorias en España?
Hay que justificarse un poco porque el género autobiográfico no tiene mucha tradición en España. Son abundantes las Memorias justificativas por parte de las personas que han tenido poder, pero son raras las Memorias que explican la realidad vivida.

¿Su libro es más unas memorias que un desahogo o un descargo de conciencia?
Aunque hablo en el título de “desahogos”, el texto es más bien una sucesión de testimonios de lo vivido, no solo por mí sino por otras muchas personas de mi generación. Digamos que aparezco como testigo de una época de la vida española. Muchos lectores me dicen: “eso también lo he vivido yo”.

¿Es mejor que hable de sí mismo antes de que otros hablen de usted?
La verdad es que los otros hablan poco de mí, quizá porque para ello tendrían que leer mucho. Nunca existirá nada parecido a unas “obras completas” de mis trabajos.

¿Qué le ha impulsado a escribir un libro tan minucioso y sincero?
El motivo inconfeso es el de dar envidia. Esa es la razón principal que mueve a los actores y artistas a completar sus obras. Yo también siento envidia de los autores con éxito que me han precedido o que son mis contemporáneos. Si Robinson Crusoe escribió su diario fue porque algún día pensaba salir de la isla y regresar a Inglaterra.

¿Es difícil ser independiente en política y de pensamiento?
En España es muy difícil. Constituimos un país gregario en el que las etiquetas cuentan mucho y se valora extraordinariamente el poder.

Siempre se ha mostrado preocupado por la arquitectura del lenguaje como demuestra su libro La perversión del lenguaje. ¿Cree que se sigue escribiendo mal en la prensa y hablando peor en la radio y en la televisión?
Esa preocupación la tuve siempre, pero cristalizó en los años 80 del pasado siglo. Tanto es así que la Sociolingüística es ahora mi campo preferido de aplicación. He publicado recientemente La magia de las palabras. A mí mismo me he dado unas normas de estilo en aras de la claridad. Pueden verse aplicadas en los últimos libros que he publicado. Por ejemplo, las frases no deben superar las 30 palabras. Pero, más que la forma y el estilo, lo que importa es ser consciente del origen y significación de las palabras. Habría que recordar los versos de Juan Ramón Jiménez: “Intelijencia [con ] dame/ el nombre exacto de las cosas”. Esos versos han sido mi lema durante toda mi vida profesional.

¿Para usted que ha ejercido muchos años como tertuliano, no cree que éste es un género devaluado anclado en épocas pasadas?
Al contrario, las tertulias son cada vez más necesarias y se prodigan más en todos los medios. Bien es verdad que han decaído las tertulias de los cafés. Hay que lamentarlo.

En el libro ha recogido numerosas fotos. ¿Qué ha pretendido con ello, hacer un libro más visual y ligero?
Las fotos y otras ilustraciones son imprescindibles en un libro de Memorias, sobre todo ahora que las técnicas de reproducción han abaratado el coste. El libro así se hace más personal, más ameno.

En una foto se le ve junto a la estatua de Viriato en Zamora. ¿Qué le parece la serie de televisión donde se cuenta una historia del líder lusitano, que se parece más a las andanzas de Curro Jiménez que a lo que fue la realidad?
Todo lo que sabemos de Viriato es lo que nos contaron los cronistas romanos. Que es como no decir casi nada. Lo que parece claro es que no fue un “pastor lusitano”. Fue un verdadero líder de las tribus ibéricas que peleó hasta la muerte (a traición) en muchos territorios de Hispania. Me gusta pensar que la tumba de Viriato se encuentra en mi pueblo de nación y que alguna vez será descubierta. La serie de televisión no está mal, pero los romanos no eran tan tontos; nos trajeron la cultura.

¿Muchas comunidades están interpretando y retorciendo la historia a su antojo?
Desde luego, sobre todo en las que impera el nacionalismo. Para empezar, en algunas regiones los escolares estudian otra Historia de España, la que se acomoda al nacionalismo de turno. Es un disparate mayúsculo.

En el libro reconoce su admiración por el escritor Pío Baroja, ¿a qué cree que es debido el olvido del autor vasco, pese a la publicación en 2006 de Miserias de la guerra?
Ha sido un autor de gran éxito. Es muy vasco y muy antinacionalista. Su forma de escribir resulta ejemplar, aunque sus ideas son un tanto erráticas.

¿Qué otros escritores lee con asiduidad y son sus favoritos?
Mis favoritos son los novelistas de lo que se ha llamado la “edad de plata” de la Literatura española (de 1890 a 1930 aproximadamente). Por ejemplo, Blasco Ibáñez, Pérez de Ayala, Concha Espina, Galdós, Unamuno, etc. Los he utilizado como fuente en algunos de mis ensayos.

¿Considera a Juan J. Linz su maestro? ¿Qué recuerdos tiene de él?
Linz ha sido mi maestro indiscutible en mi oficio de sociólogo. En las Memorias y desahogos le dedico algunos párrafos, pero podría escribir un libro entero sobre él. No he conocido a nadie con tanta capacidad de trabajo, la cualidad que yo más admiro.

Uno de sus máximos logros fue el estudio de la sociología del franquismo. ¿Siguen influenciando en nuestro país aquellos años?
Aunque hemos pasado a ser una democracia, quedan todavía muchos restos del franquismo. Por ejemplo, los sindicatos (que siguen siendo “verticales”), la persistencia de mil formas de censura, el poso de oligarquía y caciquismo (que viene de atrás), el autoritarismo latente, la adoración del Estado.




Su libro La ambición del César con José Luis Gutiérrez fue un éxito de ventas, ¿cree que todos los presidentes que ha habido en España cometen ese mismo pecado?
Ese libro fue el primero en desmitificar al caudillo González. Resultó ser un texto original por la sabia mezcla de psicologismo, análisis histórico y comparativo, estilo periodístico y don de la oportunidad.

¿Salvaría a algún presidente de la quema?
Suárez fue un genio de la componenda, algo que se necesitaba mucho entonces. Aznar gobernó un oasis de bonanza económica, aunque cedió ante los nacionalistas. Calvo Sotelo fue culto pero efímero. González tuvo un despegue brillante, pero pronto se enfangó en la corrupción. Zapatero, un iluminado, ha presidido los Gobiernos más ineficientes de la Historia española contemporánea.

¿Cómo encuentra a España hoy sociológicamente?
Somos una economía desarrollada, acaso por primera vez en la Historia contemporánea. La sociedad está muy viva y se han amortiguado mucho las diferencias regionales. La cultura es muy creadora. Pero nos adentramos en una crisis económica y de valores que nos puede llevar a ser otra vez un protectorado de las potencias centrales de Europa.

¿Cree que en España se ha perdido la cultura del esfuerzo y del trabajo?
Se ha perdido hasta extremos que resultan sorprendentes, sobre todo porque esa cultura del esfuerzo explica la gran transformación de España durante las dos generaciones anteriores.

Si España es un país cíclico, ¿en qué fase nos encontramos?
En una fase de infortunio, más que nada económico, que puede ser la más profunda de los dos últimos siglos. Ya es triste.

¿Tenemos futuro como país?
Naturalmente que sí, aunque puede que se alteren los límites del país. Por ejemplo, Cataluña y el País Vasco pueden independizarse (una independencia subvencionada), pero nos podemos unir a Portugal. En ese caso la capital de Iberia tendría que ser Lisboa.

Y la literatura, ¿cree que en España se lee más o menos de lo que se debía?
Se lee poco en la escuela, incluida la Universidad, pero hay más adultos que leen. Las mujeres leen más que los varones en todas las edades.

Su libro tiene una calidad y una edición sobresaliente, pero ¿cree que el futuro del libro en general ha de ir por ese camino o bien por ediciones más baratas?
La edición barata será a través del ordenador. En ese caso habrá campo para los libros de papel bien editados, como si fueran objetos de arte. Aunque me esté mal decirlo, creo que mi libro de Memorias es uno de esos casos de joyas bibliográficas.

¿Qué futuro le augura al e book y a los nuevos medios tecnológicos literarios?
Todo eso seguirá adelante y se perfeccionará. Las pantallas se van a quedar obsoletas. Proyectaremos los contenidos informativos o literarios sobre cualquier superficie.

¿Cree que Internet se está preocupando por la cultura y la difusión de la misma?
La internet (así, en femenino y con minúscula) es un medio más, como lo fue la imprenta, el teléfono o el cine. Claro que es también un medio de transmisión cultural. Todo depende de cómo se utilice. Estamos en los albores de la transmisión electrónica.

Lo que más me ha sorprendido del libro es el capítulo dedicado al CESID, en el que confiesa que ejerció de espía para el mismo, al igual que la presentadora Rosa María Mateo. ¿No cree que es una confesión polémica y que le puede acarrear problemas?
Es un episodio más de unas Memorias que a veces parecen noveladas, pero que son una crónica notarial de una vida y una época. Ese episodio fue secreto en su día, pero una sociedad moderna no puede guardar secretos mucho tiempo. En este caso el asunto no tiene mayor importancia; es algo simplemente curioso.



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