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César Strawberry
César Strawberry (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a César Strawberry: “La mordaza política es incompatible con la creatividad”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
César Strawberry es cantante y compositor del grupo de hardcore punk Def Con Dos, pero sus inquietudes trascienden el mundo de la música y ha hecho sus pinitos en el cine como compositor de bandas sonoras de películas como Acción mutante y El día de la bestia. Ha escrito guiones y dirigido cortometrajes. Ha publicado diez discos con el grupo de rap metal Def Con Dos y con su proyecto de hardcore melódico Strawberry Hardcore.
César Strawberry
César Strawberry (Foto: Javier Velasco Oliaga)

César Strawberry ha redactado infinidad de artículos para la prensa diaria y ha sacado su licenciatura en la Facultad de Bellas Artes de San Fernando. ¡Vamos, un artista total! que para rematar este inabarcable currículo ha escrito y publicado tres libros. El primero Besando la lona, el segundo Destino zoquete, con la ayuda de un amigo y que se regaló junto a su último álbum Hipotécate tú y ahora ha publicado en Ediciones B su nueva novela "Nunca quise ser como tú": obra actual, de un fino humor, crítica y con comentarios que podrían ser tildados de políticamente incorrectos. A él eso le da igual. Lo que ha querido es reflejar un mundo de yuppies que va a la deriva. No se asusten de la foto de la contraportada del libro o de las que acompañan a la entrevista; él no es ni mucho menos agresivo, es un artista total que se sale de la norma general y que nos hace disfrutar con sus creaciones. El libro, por su originalidad y su buena construcción, merece ser leído.

¿Cómo surge la idea de escribir novelas y relatos?

Yo siempre había escrito cosillas y también había escrito guiones con la intención de hacer cine y le cogí el gusto a contar historias. Mi último guión se llamaba No soy perfecto.

Creo que tuviste problemas, que te lo plagiaron.

Sí, el guión pasó por distintas productoras. La sorpresa fue que a los tres años salió una película que se llamaba “Va a ser que no soy perfecto”. Iba sobre lo mismo.

Había escrito otros dos guiones más y uno de ellos estuve a puntísimo de rodarlo y también hice un cortometraje, con el que me presenté y produje otros, pero mi aventura cinematográfica ha sido tan desastrosa, que pensé que podía convertir esas historias en novelas. No soy perfecto, de hecho, empecé a reconvertirla basándome en el guión. Fue una novia que tuve la que me aconsejó que escribiera una novela. Todo lo que es el cine, el mundo de los guiones, necesitas siempre contar con mucha gente y que te den su aprobación. Sin embargo, con la novela, basta con que el editor te de el OK, y yo me encuentro muy a gusto. Escribí Besando la lona sin pensar siquiera en publicarla, pero contacté con Miguel Ángel de Ediciones Irreverentes, que es una editorial muy cañera. Le gustó a mucha gente la historia y no sólo de mi grupo.

¿Sabes cuáles son tus lectores? ¿Es gente que te conoce por el grupo Def Con Dos?

Pues, no sé quiénes pueden ser. Normalmente son gente del entorno del grupo, además teníamos una tienda virtual en la que además de otras cosas, vendíamos libros y la gente encargaba por ejemplo: una camiseta y el libro. Había chavales que te decían que hacía diez años que no leían un libro y que les había encantado el mío. El año pasado, con el disco que sacamos, a la editorial se le ocurrió – igual que a veces se ha dado una camiseta con el CD – meter en una cajita el CD y un libro. Se hizo una edición limitada. Al principio de mil ejemplares y se vendieron enseguida, en un mes. Yo dije: vamos a hacer más, pero dijeron que no, que era una edición limitada. Pasó que cuando se empezó a vender el disco sin libro, se paralizó la venta en los cuatro mil, o algo así. Es un libro, que como surgió la idea un poco rápido, también lo edité con Irreverentes, a mí no me daba tiempo a rellenar todas las páginas y conté con Alejandro Feito, que es un escritor joven y un fan del grupo, que siempre quiso ser escritor y pensé: qué ocasión más buena de darle la alternativa. Quedó el librito muy liviano, muy entretenido. La sacó dentro de la colección Cercanías, que como su nombre indica es para leer en el metro, pero me jode que no lo puedo meter en el bolsillo.

Este es quizá un poco grande.

Incluso este es demasiado. Yo haría los libros pequeñitos, que quepan en cualquier bolsillo y así se los pueda uno llevar.

Una vez que publicaste el libro con el disco, ¿empezaste a pensar en una nueva novela?

Empecé a darle vueltas a una segunda novela, creí que era el momento, y ya tenía material. Irreverentes me derivó a Ediciones B, que me han recibido estupendamente y yo estoy encantado en el sentido de que me han dado absoluta libertad creativa, hasta el diseño de la potada lo he hecho yo. La edición creo que ha quedado muy bien, hay muy pocas erratas. La he escrito a toda leche, en seis meses, porque tenía que estar en diciembre.

He notado que podía haber continuado, haber sido más larga, ¿Has pensado en una segunda parte?

De hecho, la historia tenía unas páginas más. En el manuscrito tenía tres páginas más, o así, que de alguna manera cerraban todas las tramas como a mí me gusta y por mi deformación por los escarceos que he hecho por los mundos del guión, me gusta cerrar las tramas bien y tenía como una conclusión, pero fue Lucía Luengo la que me sugirió dejarlo en ese punto, con un final abierto. Entonces pensé que había que quitar tres páginas, en las que yo me ocupaba de cerrar todo. Me gusta mucho más así el final, porque da una sensación de aspereza que me gusta que quede.

Tú sí escribes del mundo actual, del que te rodea.

¡Y me he despachado a gusto! Creo que es una terapia, y lo que haces es ahorrarte en psiquiatra.

¿No te han atacado por estas opiniones que tienes tan fuertes?

No son opiniones mías, sino del personaje. Eso lo primero. Yo soy mucho más políticamente correcto y ya estoy harto, porque la mordaza política es incompatible con la creatividad, es como estar siempre en una recepción repartiendo bombones Ferrero Roché. Es como que la vida cotidiana se convierte en un paripé, no se puede hablar con libertad. Las opiniones del personaje no son dolorosas, son irónicas, son sarcásticas, tienen mucha coña.

Y son políticamente incorrectas.

Sí, políticamente incorrectas, pero no ofensivas, no creo que encierren ningún tipo de ofensa real contra ninguno de los colectivos de los que habla. Lo que sí ataca la actitud del personaje es la corrección política, porque de hecho, el personaje se mueve en un mundo en el cual pasan cosas, está la realidad y luego está lo que él va pensando en cada momento, es decir, lo que piensa y no dice. El libro trata esa contradicción de lo que uno piensa, lo que uno vende y luego lo que uno hace en realidad. Los protagonistas han vivido en un entorno de sueños, de utopías, de pensar en un mundo de otra manera y esa utopía se ha alejado, ha dejado espacio para los medios de consumo. ¿La tarjeta de crédito nos produce tanto placer? ¿Es capaz de sustituir a la ilusión por cumplir un sueño? La respuesta no la sé, pero sospecho que sí. ¿Realmente la sociedad de consumo nos da tantas satisfacciones como para olvidarnos de todo lo demás? Todo este lío neo liberal en el que vivimos, que acaba de petar, lo que realmente están haciendo es volverlo a construir desde abajo, otra vez, con las mismas premisas.

A seguir comprando casas…

Exactamente, ahora todo el mundo está como enrocado esperando. Una cosa muy curiosa que pasó estos años atrás era la acumulación de cosas, la gente compraba tantas cosas, que no tenía dónde guardarlas y proliferaron los guardamuebles. Entonces, realmente ¿los medios de consumo pueden sustituir a las ilusiones, a los sueños, a las utopías? Pues sospecho que sí y que por eso somos tan dóciles. En estos momentos hay una situación en España de estafa absoluta y descarada. Cuando Zapatero habla en las elecciones de marzo de 2008 de que estamos en la legislatura del pleno empleo, dices: ¿Tú eres idiota, tronco? Y cualquier colega tuyo estaba diciendo: ¡Esto va a petar, tronco! Todo el mundo lo comentaba. Bueno, luego resulta que ha petado todo y en vez de estar todo el mundo en la calle quemando coches, quemando centros comerciales y creando un nuevo sistema con el cual se pueda vivir con menos, porque no hacen falta tantas cosas, se quedan tal cual. Yo crecí en los años 70, 80 y pasabas varios veranos con las mismas zapatillas y ¡no pasaba nada! Es la pregunta del libro: ¿Conduce eso a la felicidad absoluta? No lo sé, pero yo creo que se podría ser más feliz trabajando lo suficiente para poder vivir y disfrutando más de tu tiempo libre, de tu ocio, de leer, de ir al cine, de hacer deporte.


Sin embargo, la madre del protagonista decide cambiar de trabajo e irse a vivir a la playa. Ella sigue viviendo la utopía y el padre con la poesía.

Sí, porque son gente de otra época, de la época del 92 hasta ahora, del boom económico, del todo va bien, de Aznar, de España va bien, de somos el país que está con un PIB que está por encima de… ¡ja, ja! Los italianos, ¡ja, ja! Aquello que decían. Es que son tantas payasadas las que nos han vendido, que es asombroso. Hay personajes, como el padre y la madre, que son gente sencilla, que viven con poco y que han conseguido su felicidad. Yo creo que al final, el último día de tu vida, el último instante, es la pregunta que te haces, si has conseguido que las satisfacciones sean más que los disgustos. También de lo que habla el libro es de eso, de ¿qué capacidad tenemos nosotros para ponernos donde queremos? O ¿son los acontecimientos o la vida la que nos pone en determinado lugar?

El protagonista, evidentemente, no escoge lo que quiere hacer. Le va llevando un poco la vida.

Exactamente, está guiado un poco por el amor. ¡Cómo condiciona la pareja las elecciones que uno hace! Y cómo el amor interviene de una manera también coactiva, en muchos casos en los que tienes que elegir entre ella o lo que tú quieres. Esta es una de las preguntas más ocultas que intento hacer en el libro. En ese mundo de la pareja, ¿cuántas cesiones hay que hacer? entre lo que uno quiere y dónde quiere estar y la otra persona, no sé. Los protagonistas ceden, pero ¿realmente están a gusto?

Pues él no, y ella tampoco. También está muy presente el tema de la cocaína en todo el libro, que es una de las grandes esclavitudes que hay. Yo, desde que tengo uso de razón, veo que todo el mundo se pone de cocaína hasta las cejas, de hecho, el mercado de armas y el narcotráfico son los principales motores económicos del mundo y me asombra, ya como cuarentón que soy, el ver la cantidad de amigos que se me han quedado empantanados en la cocaína. Gente que prometía, gente que quería hacer cosas y que han terminado siendo vulgares yonquis. La tolerancia social existe con ese tema en todos los sectores.

Por ejemplo en ese sector yuppie, como es el de los protagonistas.

Sí, pero la cocaína es un buen negocio porque la compra todo el mundo. Aunque sea una cosa cara, carísima, todo el mundo se reserva esos 60 euros para pillarse su gramito, pero mucha gente con escasos recursos también. Marta se queda anclada en esa dependencia. En un momento dado eso hace que olvide todos tus proyectos y toda su vida. Yo estoy harto de ver amigos que se han quedado ahí.

Marta y su hermano se quedan anclados ahí.

Y él también.

Pero él quizá menos, porque dice muchas veces, “yo controlo” y se da cuenta de la situación de su mujer.

Pero digamos que es como que se da cuenta, pero también piensa que ¡vaya lío ahora! me tengo que separar… ¿cuál es el siguiente paso? Esas tres páginas, que no te las voy a contar, ¿qué implicarían? Y en un momento dado, siempre soy más optimista, y en esas tres páginas había salidas, pero realmente, luego la realidad es la del libro, la realidad es la de: me quedo aquí, diciendo ¡Dios mío, qué mierda! Esa es la realidad de la mayoría de la gente que yo conozco.

La madre de Marta es la que pone los puntos sobre las íes.

Sí, la madre de Marta es un personaje que he querido tratar muy bien, porque me parece que además existe, es la madre tolerante que se desvive por sus hijos y que les consiente cosas que al final les hacen esclavos, como en este caso el niño mimado, que le han consentido todo y al final es un gilipollas, que hasta su propio padre, que es un borracho, se lo dice: eres un mierda. Yo me he hecho vasectomía para no tener hijos, porque creo que no soy capaz de afrontar la paternidad y decir lo que está bien y lo que está mal, no me siento juez. En ese sentido, la madre, que se llama Pilar, luego lamenta todo, pero tampoco ha hecho nada para impedir que las cosas sean así. Es el no encarar las cosas.

¿Cómo definirías tu obra?

Es una reflexión sobre el barro que nos mancha los zapatos en nuestra vida cotidiana, tan estable, tan buena en muchos casos. Me refiero a esquemas de convivencia: pareja, trabajo, familia. Es un recorrido por el barro que hay debajo de todo eso. El barro que hay debajo de la alfombra de nuestras casa, debajo de la almohada, y el barrillo, ese poso de tristeza que yo creo que todo el mundo arrastra al final entre lo que es y lo que quiso ser.

¿El protagonista del libro tiene que ver contigo?

No solo él, sino muchos otros personajes del libro y tienen que ver con amigos míos. Hay muy pocos personajes realmente imaginados. Son personajes que he conocido, con los que he vivido, gente muy cercana o incluso gente de la que me han hablado. La mayoría de los personajes tienen base real y el personaje de Fernando tiene mucho de mí. En su relación con su pareja hay una reflexión de anteriores relaciones mías. Tiene una gran carga autobiográfica. Se nota mucho cuando uno cuenta cosas vividas, son mucho más creíbles. Entonces, hay cosas mías, cosas de amigos, cosas imaginadas, evidentemente. No tengo ningún amigo que se haya puesto tetas, pero creo que es coherente en el personaje de Faustino el poeta.


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