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"El cabildo Catedral de León", de Tomás Villacorta Rodríguez

Centro de Estudios e Investigación San Isidoro. 1974
martes 15 de abril de 2025, 22:21h
El cabildo Catedral de León
El cabildo Catedral de León
La colección del Centro de Estudios e Investigación San Isidoro de León es una de las más paradigmáticas, cuanto menos de España, y referida al Reino de León, sin lugar a ninguna duda el más eximio de todo el Medioevo hispánico. No existió nunca ninguna estructura política medieval, ni Castilla, ni Aragón, ni Portugal, ni Navarra, que se pudiese comparar a la estructura sociopolítica e historiográfica del que fue denominado como Regnum Imperium Legionensis, y todo lo inteligentemente innovador nació en sus Aula o Curia Regias.

Pues bien, esta colección historiográfica amplísima, sensu stricto, contiene todo lo que se puede estudiar con respecto a él. El cabildo catedralicio de León siempre fue una estructura diocesana cualificada. Esta estructura siempre tuvo una preocupación cultural, lo que le ha convertido en cuna del arte y de las más importantes manifestaciones culturales. Por todo lo que antecede, los archivos catedralicios siempre han destacado por poseer valores históricos y documentales esenciales. El cabildo diocesano legionense siempre ha influido en la realidad social de cada época en la capital imperial del Reino de León.

Sus posesiones, derechos, jurisdicciones, etc., sobre la mayor parte del territorio e individuos de la diócesis, tanto en el campo eclesiástico como en el civil, le facilitan la intervención directa en la vida y asuntos peculiares de cada época y en cada comarca”. Hasta la primera mitad del siglo XII, el cabildo catedralicio de León tenía una forma de vida en común, aunque el obispo lo tenía más que controlado, y siempre bajo las reglas de los canónigos regulares de San Agustín. Será durante este momento histórico durante el cual nacerán las distintas dignidades y los consiguientes oficios capitulares, creándose un necesario fondo económico, y la incipiente mesa capitular será la encargada de desarrollar al cabildo para que conforme su régimen y su cometido. Será, por lo tanto, a partir del siglo XII cuando su historia recogerá costumbres y normas particulares de sus canónigos.

«Es un hecho generalmente admitido que, después de la reforma gregoriana en el siglo XI, comienza a desarrollarse durante el siglo XII en los cabildos catedralicios un movimiento de alejamiento de la vida común que hasta entonces habían seguido. El proceso tiene sus orígenes en el mismo régimen de vida común y en la relajación que en el cumplimiento de sus exigencias se introduce paulatinamente. Junto a la tendencia a liberarse de los vínculos que primordialmente unían a los canónigos con el obispo, cuales eran la administración común de los bienes y la forma de vida también en común, se observa un marcado deseo de liberarse de la regla, que ordenaba su vida canónica. Este escaso interés por la vida canónica lleva a la constitución de dos mesas, episcopal y capitular, independientes entre sí. Al mismo tiempo, se fue afirmando el derecho de los canónigos a poseer bienes con total independencia de las posiciones de la canónica. Las anomalías y problemas continúan en línea ascendente, causando grave detrimento al desarrollo normal de la vida interna del cabildo, a la asistencia a coro, e introduciendo la desorganización beneficial y económica. Es práctica ordinaria en este siglo, la simultánea existencia de canónigos que seguían la vida común y canónigos prebendarios, no sujetos a la regularidad monástica. Ante esta evolución de los hechos, surgen en el mismo siglo XII intentos de normalizar la situación, con medidas y reformas que se generalizan progresivamente. El primer paso se da en el concilio nacional de Palencia del año 1100, quedando constituida la mesa capitular palentina. Pero la reforma en España fue lenta. En algunas ocasiones fueron los obispos quienes intentaron reformar su cabildo, como ocurre en León con el obispo don Diego; pero en definitiva es Roma quien, enterada de la situación de los cabildos, trata de fijar las normas que habían de regir en el futuro. El cardenal Jacinto, posteriormente elevado al pontificado con el nombre de Celestino III, interviene el año 1173 en la reorganización de la catedral de Lugo, confirmando el juramento hecho por el obispo y el cabildo, de mantener el número de canónigos en treinta y el de porcionarios en veinte. En el siglo XIII se intensifica esta actuación pontificia en orden a dar una organización estable a los cabildos, adquiriendo tal organización un gran perfeccionamiento. La reforma del cabildo de León, ordenada por el papa Honorio III, fue realizada por el cardenal Pelayo en el año 1224. La del cabildo de Astorga, que fue reorganizado por el cardenal Legado Juan Halgrín. Las de los cabildos de Santiago de Compostela, Toledo, Salamanca, Ávila, Calahorra, Burgos, etc., son fruto de esta preocupación pontificia. Así se da el paso definitivo a la ya comenzada secularización, que a su vez aumentó la ausencia de coro y culto».

El obispo don Diego sería expulsado de su prelatura por el rey Alfonso I “el Batallador” de Aragón y de Pamplona, y sobre todo Emperador de León y Rey de toda España, ya que el soberano desencadenó una violenta agresión contra tierras leonesas, porque aquí tenía su predio político su mujer, la reina titular Urraca I de León. Al estar expulsado por el monarca, su sede sería dúplice con la del obispo don Mauricio de Braga. A partir de 1112, el prelado regresa a su sede legionense, y su aguda inteligencia le motiva para percatarse de que el cabildo catedralicio legionense debe ser reformado, a la mayor celeridad posible. “En este período de tiempo intentó mitigar la falta de recursos y carencia de posesiones, a que había llegado la canónica de su iglesia a partir de la muerte del rey Alfonso VI, debida al descuido de los interesados y avaricia de los extraños”.

Para llevar a buen puerto sus planes, el prelado de León hace una donación que está conformada por todos los monasterios que están en posesión del arcediano Pedro García, con todas las villas e iglesias que dirige, y de esta forma estas donaciones pueden servir a los canónigos regulares catedralicios de León, este hecho normativo tendrá lugar el 8 de enero de 1116. Esta donación, que está firmada por el obispo Diego de León, y será confirmada, como era de rigor, por la reina y emperatriz de León, Urraca I Adefónsez. Estamos, por consiguiente, ante otra obra magistral sobre una diferente estructura del Reino de León. Por todos estos libros no transcurre el tiempo, y siempre son de preferente y preceptiva actualidad historiográfica. Deseo destacar, asimismo, la existencia de un completo índice onomástico, y un esclarecedor apéndice documental. Diversos archivos inéditos clarifican la obra, deseo subrayar, sobre todo: el del colegio de España de Bolonia, el de la catedral de León, el de San Isidoro de León, el histórico nacional y el general de Simancas. Relaciones con los reyes de León: sobre el Juez del Libro y del Fuero y otros privilegios reales. ¡Magnífico! «Homo sunt, humani nihil a me alienum puto».

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