Sueños estúpidos, soñé que Vargas Llosa había muerto.
No lo conocí, lo vi.
No lo escuché, lo leí.
Me entristecí, estúpido de mí, cuando debía haberme alegrado; no de su muerte, de su vida, de sus palabras que dan vida, que te pasean por los Andes, allá donde el cielo jamás se pone gris, salvo cuando muere un escritor, allá dónde el sol acompaña a los hijos del Inca corriendo por la historia, rescatando la historia para luego susurrarla en los oídos de Vargas Llosa, ellos, los guardianes del secreto sabían en quién confiar para, sin traicionarlos, contar su historia.
¿Murió? No, fue un mal sueño, los grandes no mueren.
Este amanecer regresaste a las cimas de los Andes, bañaste tus palabras en el Pacífico y te llevaste la última página de una vida jamás escrita, de un poema eterno, botaste el bastón de empuñadura de plata para correr, correr libre de ataduras, libre de la edad.
Indica el camino.
Saludos a los inmortales.
Gracias por acompañarnos.
*Gustavo Gac-Artigas. Poeta, novelista, dramaturgo y hombre de teatro chileno. Miembro del PEN Chile, PEN América y correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).