Desde luego, es una conceptualización muy certera aunque hemos de sumarle los ingredientes que caracterizan su obra poética, pues recordemos que se acerca a la literatura desde el periodismo, el ensayo, la narrativa, la biografía (Paco de Lucía, María Zambrano, Carlos Cano) incluso la gestión cultural. En su escritura total, se percibe la honestidad y la autenticidad, precisamente porque es fiel a su doble compromiso con la vida y con el texto, desde la ternura y la rebeldía, desde la sugerencia y la resistencia. Perteneciendo a la misma generación que el poeta Téllez, diría incluso que compartiendo un mismo espacio geográfico y una sincronía de inquietudes y sueños, no he podido evitar la lectura de este último poemario sin percibir esa decadencia de las utopías (lo que nuestro añorado Antonio Garrido definía como “el fin de los relatos ideológicos”), una profunda reflexión sobre la crisis de la sociedad actual, en franco retroceso y rendida a la inmediatez, el pensamiento único y una preocupante banalización de los textos y contextos. Me parece esencial destacar la reseña de José Sarria al respecto, en la revista cultural Café Montaigne, titulada precisamente “Testamento de resistencia” (13/03/2025). Allí recoge el valor del alejandrino, también el endecasílabo y el heptasílabo, evolución plena de la tradición, como revestimento fundamental del poemario. No le falta razón a Sarria cuando señala “este extraordinario poemario que habla, más que de la derrota, de la dignidad de aquellos que frente a lo establecido o frente a la amnesia social, se niegan a deponer las armas”. Una crónica de un tiempo fijada en “una dialéctica de la incertidumbre frente a la distopía tecnológica en la que se ha instalado la contemporaneidad que solo aspira al entretenimiento y al ocio, bajo el discurso de la inmediatez, del usar y tirar, que irremediablemente conlleva una capitulación del espíritu crítico”.
En cualquier caso, la autobiografía se abraza a la educación sentimental y los placeres a las miradas, principios y posicionamientos, el yo poético que asume todas y cada una de las composiciones, pero con especial atención al poema “Europa” que es el núcleo del poemario, alzándose a la vez como poética que reclama en gran medida, el presupuesto juanramoniano en virtud del cual, J.R.J. exige un lenguaje que se corresponda exactamente con las cosas “dame el nombre exacto de las cosas”, un lenguaje que no sea arbitrario ni convencional y que esté en relación natural con la realidad, casi que “la palabra sea la cosa misma”. Un poema que recorre su singular visión de Europa: “No soy de la Europa de los tercios de Flandes,/ de la banca suiza ni el tercer imperio/...Vengo del secreto de la Monalisa,/de los días azules de Antonio Machado/...Yo soy de la Europa de los cabarets,/la que nunca quemó ni a libros ni a herejes/...Yo soy europeo del mayo francés/de abril, de Portugal, de los claveles”. En esa doble condición de miseria y prodigio que se retrata, el poeta sutilmente pone entre paréntesis a “Europa” (Canción), referido al poema que sigue. Sin embargo, desde la disidencia y rebeldía que también y todavía practico, he querido percibir la canción de Santana, Europa, todo un himno al poder de la esperanza y a la capacidad regenerativa de la humanidad pese a las innumerables dificultades diarias. Una guitarra que nos llega, que parece tener alma y se debate entre tristeza y melancolía. Algo de ello, encontramos en este, insisto, poemario que habrá de reconocerse como merece. El poema que abre el libro “Memoria del apocalipsis” traza un itinerario del desaliento y desengaño, de pérdidas, nieblas, noches sin luz ni luna, temores, ángeles exterminadores, incertidumbres y olvidos y la conciencia de “Deja de rezar sobre los templos vacíos,/que los dioses ya huyeron rumbo a la frontera/y hay naves ardiendo sobre un mar de dudas./El infierno es lo que recordamos del futuro”. Sin necesidad de capitular, el poemario se organiza en secciones. Los placeres a través de la literatura, un poema como “La realidad y el deseo” nos pone sobre aviso, (pongamos que hablo de Hemingway, Pavese, Machado entre muchos otros), la cultura francesa (Hugo, Dior, bouquinistas, etc), la música (Hendrix, Mozart, Puccini, el rock&roll, la canción protesta, como L´estaca, el pop, mejor aún Nacha Pop con “La chica de ayer”, y más etc), el cine (Garcí, Barras, Berlanga, aquella mítica película “Danzad, danzad malditos” de 1969 ), el tiempo marcado por poemas como “Tarjeta dorada”, “Via crucis”, “Recuerda que eres mortal”, y tópicos literarios como “Ubi sunt”, “Nessum dorma”,“Et in arcadio ego”, “Cuenta atrás”, “Plan de fuga”, “Fin de partida”, “Sondaleza”, la autobiografía “El oficio de vivir”, “Congreso de poetas” y sobre todo “Corazón de Olivetti” que era un espacio para sus artículos y editoriales.
De hecho, los títulos funcionan como lemas y guías de lectura, lo que sería susceptible de constituir un punto de partida para abordar con más certeza todos los pormenores de un sorprendente poemario. Ciertamente, el lector se identificará con esa exploración de ideales y sueños, esa crítica al consumismo, el papanatismo y la falta de pensamiento crítica, y para quien conoce esa maravillosa región del Campo de Gibraltar, también se observará una meditación sobre la identidad y conexión con su ciudad natal. Sentirá con fuerza el lenguaje poético tan directo y preciso como certero y comprometido, la capacidad para crear imágenes tan evocadoras como sugerentes, conectando con lectores y lectoras y reconocido por su compromiso con los valores democráticos y la defensa de los derechos humanos, pero también con un texto lírico, encargando la imperiosa tarea de discernir sobre presente y futuro. A menudo relacionado con la generación de poetas de los 80 y con la poesía de la experiencia. Sin embargo, una lectura más detenida de su poesía nos hará ver que está muy cerca de “la otra sentimentalidad” granadina, especialmente de nuestro querido, admirado y recientemente fallecido, Antonio Jiménez Millán.
Es posible que Rilke acertara de pleno cuando nos dejó dicho que “la infancia es la patria del hombre”, es también la antesala de la memoria, la certeza de que “los pieles rojas” nos negamos a entrar en la reserva y rendirnos al perverso “Séptimo de caballería”.
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