“La influencia más amplia en sentido territorial y más densa y honda en el orden histórico de los resultados es la de las antiguas vías o caminos, que polarizando las corrientes políticas y comerciales convierten y aprovechan en beneficios económicos los múltiples aspectos de la comunicación social y religiosa. Queda así perfilada una tónica histórica de actividad general, basada en cálculos principalmente mercantiles. Basta contemplar el área geográfica de la dispersión hebrea para concluir que el mayor número de sus asentamientos se dispone a lo largo del gran camino de las peregrinaciones jacobeas, desde Sahagún a Vega de Valcárcel, al que concurre en Astorga la vieja Calzada de la Plata, y en León el camino secundario, de gran porvenir político y militar, que enlaza la capital del reino con los nuevos emporios comerciales de Salamanca, Zamora y Benavente”.
Uno de los agrupamientos de las juderías que se debe subrayar es el determinado por el río Cea, a lo largo de su curso fluvial, porqué esta comarca siempre ha estado muy bien definida ya en la primera mitad del siglo X, reinando el rey Ramiro II “el Grande o el Invicto” de León, y denominado como Magnus Basileus. Por todo lo que antecede, los hebreos de Cea, de Sahagún y de Valderas comenzaron, en seguida, a incrementar su riqueza y su prestigio, los cuales ya eran pequeños emporios de riqueza, esto ya en el siglo XII, cuando el rey Alfonso VII “el Emperador” de León realizó su lamentable división de territorios, otorgando a la ahistórica Castilla territorios y personalidad jurídica inconcebible hasta ese momento, ‘misterios insondables de la evolución humana’. Entonces, ya serían focos de abastecimiento comercial para las fortalezas de frontera que servirían para la Reconquista de la Extremadura leonesa: Cáceres, Mérida y Badajoz, realizada por los dos monarcas nacidos en la leonesa Zamora, Fernando II “el Conquistador” y Alfonso IX “el de las Cortes o el Legislador”; ambos soberanos para tratar de defenderse de las voraces apetencias imperialistas de los reyes de Castilla, Sancho III “el Deseado” y Alfonso VIII “el de Las Navas de Tolosa”, que pretendían conquistar al Reino de León e incorporarlo a su nuevo estilo de Corona doble. En estas circunstancias, debieron surgir o crecer de forma exacerbada las juderías de Almanza, Villaverde, Grajal de Campos, Mayorga de Campos y Benavente. Los judíos se sentían cómodos en el Reino de León, donde eran protegidos por sus múltiples monarcas; al contrario que en el joven Reino de Castilla, donde los usos y costumbres los penalizaban.
“…en tanto que las contiguas tierras palentinas, vallisoletanas y zamoranas veían florecer numerosos e importantes asentamientos hebreos, como Saldaña, Carrión, Cisneros y Paredes, Villalón, Medina de Rioseco, Moral, Aguilar de Campos, Barcial de la Loma, Villalobos, Castroverde, Villalpando, Villafáfila, Castrotorafe y otros muchos. En las proximidades de Sahagún y Grajal la prosperidad hebrea se hacía notar por ahora hasta en los pequeños núcleos rurales de Moratinos y del Valle de Añoza, en ámbito palentino”. En este momento histórico, es cuando se produce el incremento de las juderías leonesas de Villamañán, Laguna de Negrillos, Palacios de Valduerna, La Bañeza, Castrocalbón y Alija, y sería ya por eso por lo que nacerían para su definitiva proyección histórica. Los hebreos se alejan de la montaña, por la falta de seguridad y estructuras patriarcales procedentes del pasado de los ástures, así era este patrimonio territorial de tipo sedentario.
“La tónica histórica general es, por parte de la sociedad leonesa, no sólo de una ejemplar y serena tolerancia, sino incluso de una juiciosa y abierta coparticipación, pues en tanto que abundan los sucesos de poogroms y animadversiones hostiles en otras áreas geográficas, no hallamos, por el contrario, en tierra leonesa sino dos únicas noticias de esta índole: una del año 1127, concerniente a Cea, y otra, del año 1449, relacionada con la ciudad de León, donde los incitadores y revoltosos ‘a campana repicada e con pregones e esfuerzo e favor de algunas personas, yendo armadas a la judería de la dicha ciudad, hirieron e robaron a gran parte de la dicha judería’. Pero ambos episodios están demasiado ligados a incitaciones políticas, derivadas de la lucha castellano-aragonesa, en el caso de Sahagún y Cea, y de las facciones de Suero de Quiñones y sus contrarios, en el caso de León, para que puedan ser tomados como auténtico signo de aversión antijudía”.
Por todo lo que antecede, es preciso indicar que la legislación general creada contra los judíos, cuando ya existe la Corona de los Reinos de Castilla y de León, nunca fue observada, sensu stricto, por los grupos sociales del Reino de León. En 1488, en la aljama de la caput regni la población judía se había incrementado porcentualmente. Y se ordenaba oportunamente al corregidor, por carta, y de forma taxativa, que: “… Juntamente con dos regidores desa cibdad alargueys el dicho sitio donde más sin perjuicio de la dicha cibdad se pueda fazer”. Los hebreos leoneses participarían, constante y totalmente en el ejercicio de las funciones públicas de vigilancia y seguridad de las ciudades. El hecho se demuestra por la existencia de un muy alto índice de confianza social, lo que es patognomónico en las aljamas leonesas.
“Aun admitiendo que la denominación castrum iudeorum o ‘castro de los judíos’ pudo advenir de muy diversas causas, acaso por ser la población exclusiva o predominante del viejo castro contiguo, ya carente de toda función militar, y, consiguientemente, a modo de mera determinación toponímica, lo cierto es que la geografía propiamente leonesa nos ofrece el testimonio documentado de tres castra iudeorum -Cea, León y Astorga-, sin contar el de Mayorga, que también cuenta históricamente como leonés. Nos faltan, en cuanto a los de Cea y León, las bases precisas para una explicación definitiva del nombre, según indicamos en su lugar. Pero nos consta, en cambio, la misión efectiva de vigilancia y guarda ejercida al respecto por la aljama de Astorga. Este acercamiento de ensayo-crítica, estimo que es preciso para acercarse a una obra extraordinaria, y sin parangón. «Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum et creatio ex nihilo».
Puedes comprar el libro en: