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Desirée Ruiz
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Desirée Ruiz (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Desirée Ruiz: "No me gusta mucho lo previsible"

Autora de "La casa de las amapolas"
domingo 06 de abril de 2025, 08:07h

Cuando decidió vivir con los ritmos que le marcaba la naturaleza, se sintió libre, conectada a su esencia, arraigada a esa tierra rojiza como un árbol, quizá un abedul de corteza blanca y agrietada, como su cabello, como su rostro: la dama del bosque que ya no podía volver a la ciudad, a las prisas, al tráfico, a las multitudes, a los trajes de chaqueta, a las reuniones.

Desirée Ruiz
Desirée Ruiz (Foto: Javier Velasco Oliaga)

La escritora zaragozana, Desirée Ruiz, charla con nosotros en un precioso hotel de la calle Atocha de Madrid sobre su último libro, "La casa de las amapolas", publicado por Ndenovela. Ambientada en el maravilloso entorno de la Sierra de Albarracín y la ciudad de nacimiento de la autora, esta mansión simboliza un refugio para las almas maltrechas; tanto como su escritura lo ha supuesto para la propia Desirée, según nos confiesa. Apenas nos deja entrever las tierras rojizas que identifican la zona porque la naturaleza lo inunda todo como una bufanda de colores: lirios silvestres, flores del sueño, damas de la noche, tomillo, romero, espliego, malvas, hibiscos, rosas, margaritas… y, por supuesto, amapolas como puñaladas en un pañuelo verde. Todos los árboles y arbustos tienen nombre, al igual que las flores que aparecen en la novela, lo que ha supuesto una laboriosa labor de documentación para la autora, porque no quería cometer errores a la hora de elegir los parterres para el jardín, o las plantas que iban en el porche de la casa de amapolas, comenta. Gavilanes, estorninos y abejas, sirven de acompañamiento.

Con descripciones muy sensoriales, tan precisas como preciosas y cargadas de un enorme simbolismo, explora los sentimientos y emociones de unas almas rotas en cuerpos con heridas que sangran, sin juzgar nunca las decisiones que llevan a que unas mujeres se alejen de lo que han sido sus vidas hasta entonces para renacer en esa soledad que recuerda a la de los muertos, silenciosa y densa, desprovista de desesperación, vacía de miedo.

…porque estaba sola, porque todos estamos solos, porque nadie se para, nadie ayuda. Por eso Silvia sobrevivió unos años sangrando por todas y cada una de esas heridas, hasta que Flora –“respira”-, con ese nuevo mundo sin cristal alrededor –“respira”-, la rescató.

La casa de las amapolas no solo habla de amor, intriga, renuncia, renacer, necesidad de pertenencia… sino que toca temas mucho más profundos como la invisibilidad de los diferentes, gestionar el dolor propio y el de los demás, la infidelidad que se adormece, pero no se perdona… "Siempre me ha interesado la gente, las personas -continúa la autora- siempre he sido muy sensible a las emociones de los demás. He sido muy intuitiva respecto a cómo se podían sentir. Me ha interesado mucho estar pendiente... He sido muy detallista siempre, hasta que luego ya, con el tiempo, las piezas vas encajando y se ponen en su sitio". Afirma que todos los temas que trata son básicos, en los que hay que profundizar. Y continúa: "no me gusta mucho lo previsible, -en la vida tampoco-. Esta novela además de tener esos ingredientes de intriga, de misterio, de inquietud, de tragedia, de drama, creo que también tiene luz y es esa luz, creo, el aspecto más diferencial con mis anteriores obras. Hay dolor, hay drama, pero quiere que al lector le quede una idea final, y es que pase lo que pase, aunque haya decisiones equivocadas, aunque haya dolor, al final siempre existe la posibilidad de un nuevo comienzo. De un renacer. Que deje una sensación de esperanza, es lo que yo quería dejar al final". Tal vez es necesario desaparecer para renacer…

Y no hay nada previsible en esta novela, como demuestran los giros inesperados que trastocan, pero entiendes cuando va avanzando la trama, cuando te dejas arrastrar e imbuir por las emociones y piensas qué harías tú si te encontraras en el papel de Flora, de Aurora, de Yago. Cuando te identificas con el sufrimiento de los diferentes… ser polilla en un campo lleno de mariposas y para los demás eres invisible o directamente no existes; cuando percibes que se tiende a aislar, o aíslas, socialmente a esos diferentes, pensando que son débiles…

La novela está escrita en tercera persona, porque la autora así se identifica más con los personajes y se siente más cómoda y libre, confiesa. Y es que, a la hora de escribir, comienza las novelas siempre construyendo los personajes. "Son lo más importante. Construyo los personajes, elijo el escenario y entonces comienzo a elaborar la trama, no es al revés. Porque creo que, al final, los personajes son los que te dan la historia. Según cómo sea el personaje que creas, vivirá en un sitio u otro, hará una cosa u otra. Creo que los personajes son los que le dan más entidad a la novela; por eso me gusta mucho profundizar en los personajes. Que no se queden muy planos o solamente esbozados. Que realmente el lector llegue a conocerlos. Y, por supuesto, intento siempre que no haya contradicciones, desgrana con rotundidad. Muchos empiezan como secundarios, hasta que adquieren protagonismo, como en La casa de las amapolas.

Me gusta ir tejiendo la historia entre pasado y presente

Desarrollada a través de capítulos cortos, en uno mismo a veces incluye cambios temporales, explicando el ahora y el antes porque "doy mucha importancia al pasado. Porque el pasado tiene muchas raíces que nos llevan a un presente concreto. Me gusta mucho ir tejiendo la historia entre pasado y presente", señala la autora. Por lo que exige tanto al escritor como al lector: por estar pendiente de los cambios -el lector- y cuadrar el cronograma para que no meter la pata -el escritor-.

La protagonista, Flora, intenta gestionar su dolor a través del de los demás. Es más fácil, pero no supone curar el suyo.

Seguramente no es necesario desaparecer para renacer, para parar. Pero es perentorio. Un buen libro puede hacer esa labor. ¡Ojalá, cada uno de nosotros encuentre su Casa de las amapolas!

Un secreto tiene algo de regalo, de misterio y de condena. A veces, tienes que guardarlo, el sigilo puede empañar tu interior para mantenerlo velado; pero en ese caso, junto a él, también parte de tus sentimientos pueden quedar enturbiados por el silencio.

Desirée Ruiz Pérez (Zaragoza, 1973) es escritora y profesora en Castellón, apasionada por las historias que conectan con las emociones humanas. Ganadora del I Certamen de Relato Corto Bohodón en 2009, ha explorado distintos géneros narrativos en antologías y microrrelatos. Su debut novelístico con Ofelia descalza (2015) marcó el inicio de un camino literario que continuó con El silencio acuna pesadillas (2020) y Villa Melania (2023).

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