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Paloma Caro
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Paloma Caro (Foto: Hugo G. Pecellín)

Entrevista a Paloma Caro: “Antes todo se callaba, ahora todo se hace público”

Autora de “Homenaje a tu silencio”
miércoles 02 de abril de 2025, 17:16h

De origen francés y español, Paloma Caro es una persona que ha vivido como nómada y, en ocasiones, como emigrante, al igual que su familia a lo largo de generaciones. Nació en España, pero sus abuelos y padres residieron en Francia, Argelia y Marruecos antes de establecerse allí. Reconoce los lugares por su aroma, incluso en las zonas más limpias y ordenadas de las ciudades. Acaba de publicar la novela “Homenaje a tu silencio”, una novela que tiene muchos ecos de su historia.

Homenaje a tu silencio
Homenaje a tu silencio

Las protagonistas, Julia y Emma, madre e hija, vivieron juventudes marcadamente distintas. Mientras que Julia experimentó la libertad de los años ochenta y noventa en Madrid, Emma pasó su juventud en Tetuán durante los años cincuenta y sesenta, una época caracterizada por el control militar, las presiones sociales del “qué dirán” y matrimonios forzados como solución económica. Julia se dedicó a estudiar y trabajar en su ciudad natal, mientras que Emma emigró, se casó y tuvo que dejar atrás su carrera como maniquí de alta costura, un trabajo que pudo ejercer solo brevemente.

Las personalidades de ambas también contrastan: Julia era audaz, mientras que Emma prefería el silencio. Esta diferencia generacional y de carácter hacía parecer complicado su entendimiento mutuo. Sin embargo, tres décadas después del fallecimiento de Emma, una conversación fortuita con su tía materna revelará a Julia un secreto familiar que cambiará radicalmente su perspectiva.

Su novela afronta las difíciles relaciones entre madres e hijas. Las primeras intentan evitar que estas cometan sus mismos errores, pero, ¿las hijas pueden entenderlo desde el silencio?

No, evidentemente no. Julia, no entiende el gran esfuerzo de su madre por mantener su virtud, la obsesión por los buenos modales, ni tampoco comprende su deseo de pertenecer a un estatus superior. La hija no sabe que su belleza y su discreción la habían colocado cerca de lograr tener un marido de buena familia, o que también había soñado con una carrera en la alta costura. No la comprende. Porque “La madre pecadora” se mantiene en silencio, avergonzada, oculta la lacra, y así protege a su hija de las murmuraciones. Quiere evitarle el insulto y el trato vejatorio que ella ha soportado como una carga invisible. Emma no habla porque no confía en que el mundo haya cambiado. No se fía a pesar de que la libertad se anuncie en todas partes, duda del calado del cambio para con las mujeres.

¿Cómo surge esta novela? ¿Está basada en vivencias personales?

Surge, tal y como comienza, con una llamada telefónica de una anciana a su sobrina de casi sesenta años, yo. Está basada en hechos reales, pero añadí ficción. No supe hasta mucho mayor que algo así había pasado en mi propia familia, y lo escribí intentando ponerme en el lugar de las dos protagonistas. Hay muchas similitudes entre nosotras y los personajes. Por ejemplo, mi madre nació en Marruecos y fue compañera de Pilar Bardem de Asunción Bastida, Pedro Rodríguez y Pertegaz. Yo, al igual que Julia, viví la libertad de los ochenta y los noventa.

Todas las familias esconden secretos que, cuando son desvelados, trastocan la percepción que teníamos de nuestros ancestros. ¿Es necesaria la distancia que da el tiempo para comprender, para hacer justicia, a esas personas cuyo comportamiento no aceptábamos ni entendíamos?

Se dice que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y estoy de acuerdo. Puede extrañar que haya elegido que, en la novela, la hija descubra el pasado teniendo casi sesenta años. Lo hice porque creo que a esa edad empezamos a comprender; también me pareció que la sorpresa y el desconcierto, iban a ser mayores en una edad en la que estamos convencidos de que la vida no nos va a ofrecer cambios importantes, que nada ni nadie va a retirar un velo para hacernos descubrir algo que habíamos ignorado.

Moverle los cimientos a la protagonista me pareció una buena manera de recordarle su imperfección.

Cuando la verdad es tan dolorosa, ¿es mejor ocultarla y vivir en una mentira?

Siendo extrovertida, soy poco partidaria de hablar alegremente de asuntos íntimos. Sobre todo, de hacerlo sin pensar si la información mejorará la vida del oyente o la empeorará. Antes todo se callaba, ahora todo se hace público. La novela tiene ese título para que, justo antes del epílogo, hayas dejado de culpar, para que comprendas y respetes.

¿Pueden ser la edad, la soledad y el silencio los que hacen que se sienta la necesidad de indagar sobre el pasado?

Desde luego, inmerso en el ruido no se puede pensar, tampoco en el caos de la vida diaria. La edad y la soledad te regalan tiempo para saber quién eres y precisamente eso no se puede lograr sin comprender de dónde vienes. Es entonces cuando se comprende mejor y desaparece el miedo.

Necesitamos conocer para aceptar, para identificarnos, para redimir… Pero cuando esto llega demasiado tarde, ¿puede acarrear también un sentimiento de culpa por lo que no dijimos, por lo que no quisimos a esas personas que ya no están a nuestro lado?

Puede que el otro ya no esté, pero vive en tu ADN cada día de tu vida. Todos descubrimos, en nosotros los gestos, expresiones y el sentido del humor del que se fue. Cuando me agacho a recoger una miga del suelo del pasillo, pienso en mi madre. Me parecía ridículo ese gesto y ahora lo hago yo. Si perdonas, te perdonas. Los queremos todas las veces que los recordamos y que nos parecemos a ellos.

Las emociones son una constante en su obra: amor, dolor, incomprensión, renuncia… ¿Se puede entender la relación madre-hija sin estos ingredientes? ¿Sin el amor incondicional de la madre y la rebeldía de la hija que trata de huir de las reglas y las imposiciones?

No, no se puede. Me alimento de esas emociones. Mis mujeres —muchas veces emigrantes, lloran, se levantan, solucionan y ríen. Pero si pudieras preguntarle a alguna cómo se encuentra, te diría que está bien. No habría reproches. Intento que mis protagonistas comprendan la vida.

Con respecto a la relación madre-hija, Al estar en los extremos deben llegar a acuerdos. La madre tiene la obligación de ser precavida para modular el carácter libre y rebelde de la hija, para protegerla y, por el contrario, la joven no debe dejarse vencer, no debe perder la osadía que hace avanzar el mundo. Es un baile que todos llevamos bailando muchos siglos.

¿Es difícil asumir que una madre tuvo las mismas ilusiones que tú, las mismas esperanzas, iguales pasiones y que cometió errores y mintió?

Sí, es difícil, sobre todo porque en tu juventud estás convencida de que su vida fue aburrida: conservadora y previsible. Sus atrevimientos y su manera de saltarse las reglas te parecen ridículos, nada arriesgados, porque no eres consciente de la falta de libertad de entonces.

El gran cambio de la mujer fue educacional, económico y sexual

Su historia nos retrotrae a la España opresiva de los años 50 y nos traslada al Madrid bullicioso de los 80. ¿Es necesario seguir haciendo pedagogía para que esta generación comprenda la lucha de las mujeres por obtener libertad, cómo afrontaron la maternidad y el sexo?

Hay que agradecer mucho a las que vivieron la época más dura: la de los 50 y 60, y después, también, a las que vivieron la transición en España, las que votaron por primera vez en 1977, las primeras que estudiaron y siguieron trabajando, incluso siendo madres, para ser independientes económicamente y, por tanto, libres (entonces se las miraba mal), las que pocos años antes habían tomado la píldora que hizo que el sexo fuera independiente de la maternidad. El gran cambio de la mujer fue educacional, económico y sexual.

No se debe luchar para conseguir lo ya conseguido. El feminismo no debe ser un arma política. Se deben reconocer los problemas reales y solucionarlos racionalmente. Hay muchas mujeres que no han estudiado, que son pobres y no pueden ganarse bien la vida. Están presas en casa con un marido del que dependen. Esas sí que me preocupan. Mi familia fue emigrante y conozco esa sensación. Démosles educación a ellas y a sus hijas para que sean tan libres como nosotras.

La novela cuenta con dos enclaves de lujo: Tetuán y Madrid. ¿Es un homenaje a las mujeres de su familia, a su propia historia que transcurrió por esos lugares?

Hay muchas coincidencias entre los personajes y nosotras: mi abuela era una pied-noir, una francesa nacida en Orán. Mi madre y todos sus hermanos nacieron en Marruecos: en Nador y en Tetuán. Siendo niña, visitaba a mi abuelo que todavía vivía allí. Soy originaria de los dos países, cocino con comino y con azafrán, pero también me gustan el cocido y los callos. Adoro los higos chumbos y los buenos dátiles. Prefiero los lugares mezclados en los que convive gente diversa, a los sitios en los que todos nos parecemos, aunque no queramos verlo. Lo diferente y lo inesperado te prepara para la vida.

Nos aproxima a los lugares con descripciones detalladas, pero también da mucha importancia a los diálogos. ¿Qué prima más a la hora de escribir? ¿Las descripciones, los diálogos, el ritmo, los personajes, la trama…?

Provengo del mundo de la imagen. Lo que admiro de los buenos escritores es su capacidad descriptiva, que me lleva mentalmente a estar sentada junto a los personajes, a intuir lo que dirán. Aparte de leer, veo cine. Adoro sobre todo la época en la que en Hollywood se reunieron los mejores escritores, guionistas y directores: Scott Fitzgerald, Truman Capote, Harper lee, Ray Bradbury o Raymond Chandler, con Hitchcock, Billy Wilder o Fritz Lang....

En cuanto al ritmo, la única herramienta de la que dispongo es “mi tempo”. Si, para mí, la acción decae, supongo que le pasará lo mismo al lector. Como, desde luego, no soy infalible, me ayudan mi agente y mi editora.

Utiliza la primera persona con Julia y la tercera para Emma, incluye el género epistolar, ambientación exótica, historia, conflicto generacional en la etapa franquista… ¿Cómo consigue conjugar tan bien todos estos recursos?

Alguna vez me arrepiento de haberme complicado tanto la vida, pero creo que es la intuición la que me lleva por el buen camino. Y, después, el trabajo y las dudas son los que me conducen a la meta. Tardo muchísimo en corregir.

Si tuviera que quedarse con una sola idea de Homenaje a tu silencio, ¿cuál sería?

Después de equivocarse al juzgar, hay que echar mano de la humildad, primero, y del respeto y del cariño, después. Como digo en «Homenaje a tu silencio»:

«Después de haber llorado por su penuria, por sus renuncias, por mi incomprensión y por su ausencia, lloré de nuevo, pero esta vez fue de emoción y de agradecimiento».

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