En Ediciones Irreverentes ha publicado August Strindberg, el abismo y el alba; Isabel y Fernando, rigor y prudencia; Francisco Salzillo la pasión y la gloria y Abadón, el ángel de la muerte, Quevedo, la palabra y el muro y Esplendor y Crepúsculo, en la Antología Teatral “Sísifo”.
Es uno de los autores más destacados de teatro histórico de España e imprescindible de su generación, ha recibido reconocimientos como la Orden Primer Grado Cirilo y Método concedido por el Consejo de Estado de Búlgaro, y el Premio Internacional de Literatura Nikola Vaptsarov, entre otros. Es miembro de la Academia de la Hispanidad, Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y de la Academia de Artes Escénicas de España.
¿Se puede considerar tu visión Quevedo novedosa en el panorama literario español?
La visión de la obra bajo la perspectiva en que se observa a un ser poliédrico, contradictorio, polémico y genial requiere una exposición o tratamiento acorde con el personaje.
En el Siglo XIX, Narciso Serra, escribe y estrena "La boda de Quevedo", comedia en verso y Eulogio Florentino Sanz el drama "Don Francisco de Quevedo", también en verso siguiendo el canon de la dramaturgia de su época. Posteriormente Alejandro Casona "El caballero de las espuelas de oro", tres piezas con éxito parcialmente biográficos.
En "Quevedo, la palabra y el muro" mi apuesta es reflejar el ying y el yang que identifica al destacado escritor del barroco, y los recursos literarios que he utilizado pueden ser, si no novedosos, al menos atractivos dentro de la escritura actual para la escena no sólo en España.
En el aspecto estético y estilístico ¿Cómo se ha enfocado la creación de Quevedo, la palabra y el muro?
Utilizo el diálogo, el vehículo más directo para acercar la belleza. Según las normas de la sociedad o educación en la que se realiza, pendiente de conductas y conocimientos que exige la estética literaria, como recurso, permite conseguir inquietud, asombro, atención, interés del lector o espectador de todos los tiempos facilitándole realizar un proceso creativo de libre expresión que conduzca a la reflexión más adecuada. Cuando escribo no tengo modelos lingüísticos únicos para la creación del texto. Sí estoy abierto a todos los procesos creativos.
Hay un Quevedo crítico con el poder y otro dúctil con ese mismo poder.
Para juzgar o evaluar la corrección de las libres y conscientemente que mide la conducta del individuo y de la sociedad acciones hay que ser tolerante según las leyes establecidas, cumplir con lo que se promete, ser leal, honesto, cuya sabiduría y virtud están por igual. La ignorancia jamás podrá ejercitar el bien. El conocimiento es poder y en Quevedo se encuentra el crítico del poder, que es autoridad, la Sumisión de quien no lo tiene, y el sensor que enmienda las acciones humanas, además con el arte de la fuerza de las palabras.
Si el conocimiento proporciona libertad y su dominio origina poder un pueblo sin conocimiento está sometido a los intereses del pensamiento crítico. En Quevedo la duplicidad es constante.
¿Cómo fue Quevedo en el amor?
Para él, sin duda, uno de los escritores más insignes del Siglo de Oro de la literatura española, el amor fue toda contrariedad pues no hace feliz a quien lo busca, porque él realmente no lo disfruta, utilizando la sátira más cruel y más hiriente. A través de sus escritos conocemos lo que significó el sentimiento amoroso inalcanzable, petrarquista, característico de su época, mostrando a veces desprecio, misoginia, con el disfraz de la burla y hasta el menosprecio al no ser correspondido, cuando el amor fue para Quevedo su mayor obsesión, convencido de que es lo único que verdaderamente prevalece sobre lo efímero y mundano.
Amó como todo ser apasionado, conoció triunfos y fracasos, victorias y derrotas que le inspiraron los versos más tristes y sublimes, paradógicos, contradictorios, difíciles de entender, pero cercanos, que sólo un genio como él pudo escribirlos y provocar en la posteridad sorpresa y entusiasmo. Don Francisco de Quevedo amó porque necesitaba ser amado.
Tu anterior obra Abadón, el Ángel de la Muerte , ¿podría ser considerada una obra religiosa que bien podría haber sido escrita en el barroco o en otro tiempo pasado?
Por su estructura y contenido recrea las representaciones sacras, medievales, impulsadas por la iglesia católica romana en los templos, pórticos o plazas de las ciudades y pueblos con los temas principales: El amor, la vida y la muerte, que lo mismo trataron griegos y romanos en homenajes a sus dioses durante las celebraciones religiosas. Es un drama litúrgico sin pretendiente adoctrinar, sino evocar el Juicio Final descrito por Juan en el Apocalipsis.
¿Cuáles son los planos de presentación de tu obra sobre Quevedo?
En el Real casino de Murcia se ha organizado un acto-encuentro sobre mi trayectoria literaria para el próximo ocho de Mayo, donde se publicarán mis últimas publicaciones de teatro, evento presidido por el Excmo. Sr. D. Cristóbal Colón de Carvajal, Duque de Veragua y Marqués de la Jamaica.
Por último. ¿Qué te empujó a escribir Quevedo, la palabra y el muro?
Llegado ya a estas latitudes de mi trayectoria, reconozco que son múltiples y variopintas las razones que me han impulsado a escribir este drama justa e injustamente ahora. La primera de ellas, nobleza obligada, responde a mi profunda admiración por la obra y desventuras de Don Francisco de Quevedo, personaje y literato por el que siempre he sentido un gran respeto y en el que siempre he visto uno de mis principales referentes. Durante años, su lectura me ha consolado y enseñado tantas cosas buenas que, en realidad, aunque no trascienda más allá de las páginas de este libro, ciertamente necesitaba rendirle este “homenaje” y añadir mi “navegación” a todos esos ríos de tinta que se han escrito sobre una de las figuras más sobresalientes de la Literatura Española. Espero haber estado a la altura de su sombra a cambio de toda la luz que su pluma aún sigue regalando a nuestras Letras.
Luces fueron muchas y, al parecer, también varias las sombras de Don Francisco; quien sobrevivió -entre la genialidad, la polémica y la admiración- al desprecio y al olvido. Si cabe, eso le hizo y le hace para mí doblemente interesante. Si ya en su época fue considerado un genio que manejaba con excelencia las palabras, no menos cierto fue que, también algunos de sus contemporáneos, llegaron a afirmar de él que era un “catedrático de vicios y proto-diablo entre los hombres”, especialmente sus numerosos enemigos o adversarios, que siempre le consideraron como una de las voces más temidas de su tiempo.
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