Aviso para navegantes: existen severas posibilidades de acabar llorando una vez vista la película o durante su propio visionado. Si eres de lágrima fácil no va a haber remedio, porque existen momentos que vapuntan directamente al alma más sensible, y si eres de los que aguantas más sin que te entre la llorera, al menos vas a tener que hacer de tripas corazón para no acabar como los del primer grupo, sobre todo con ese final sin palabras tan catártico como un tanto predecible que aquí no vamos a desvelar pero que de veras enternece al espectador más pétreo.
¿Por qué no se han atrevido los encargados de poner el título del film en castellano en incorporar la palabra fanfarria traducida del título original francés En Fanfare?. ¿Pensarán que el público no sabe lo que es?. Pues se lo explicamos: una fanfarria es una pieza musical corta de gran fuerza y brillantez, interpretada por varias trompetas y otros instrumento de viento y metal, que en algunas ocasiones también viene acompañada por instrumentos de percusión. Ya me dirán que tiene que ver el título original “Una fanfarria” con el título en español “Por todo lo alto”. Doctores tiene la iglesia...
La sinopsis nos presenta a Thibaut, un director de orquesta de renombre internacional que viaja por el mundo. Cuando se entera por pura necesidad de que es adoptado, descubre la existencia de un hermano, Jimmy, un empleado de un comedor escolar que toca el trombón en una banda de música en el norte de Francia, en un pueblo minero donde la fábrica está a punto de cerrar sus puertas y los trabajadores se hallan en huelga permanente. Al parecer todo les separa, excepto el amor por la música. Al detectar las excepcionales habilidades musicales de su hermano, Thibaut se propone reparar la injusticia del destino. Jimmy entonces comienza a soñar con otra vida.
Encorsetar a Por todo lo alto en tan sólo un género es tarea harto complicada: por un lado se trata de un melodrama de altas dosis emocionales que en algunos instantes conllevan un gran dolor y es un drama social a lo Ken Loach de gente desesperada que lucha por mantener sus puestos de trabajo, pero también es una comedia amable con escenas divertidas y por el contexto donde transcurre la acción deviene un musical con elemento competitivo incluído.
El hecho de que el engranaje de la propuesta acabe funcionando en mayor medida se debe, por un lado, al reparto, magníficamente elegido incluso en los papeles secundarios más pequeños; porque la forma en que el afamado director de orquesta Thibaut Desormeaux (Benjamin Lavernhe) y el ciudadano de pueblo Jimmy Lecocq (Pierre Lottin) se van acercando el uno al otro de manera gradual permite que entendamos la brecha social que existe entre los dos hermanos y también hace del todo tangible la gran fisura que atraviesa la Francia actual, y por extensión, el mundo entero.
Y luego, por supuesto, está la excelente dirección, que, con el inteligente guión del director Emmanuel Courcol e Irène Muscari, amplía de manera casi lúdica el componente humano para incluir el social, contando la historia de la disputa laboral en la fábrica amenazada en las provincias del norte de Francia, así como el amor y la vida cotidiana de sus protagonistas.
Son un tipo de imágenes y de historias que rara vez vemos en nuestro cine, porque ¿cuándo se habla de la lucha de clases con grandes imágenes y emociones?. Muy pocas veces. El cine social en España se hace a cuentagotas, y lo poco que nos llega sule tener siempre una patina melancólica que suele dejar bastante de lado las problemáticas actuales. Solo hay que ver que las dos ganadoras de los últimos Premios Goya remiten a épocas pasadas, unas más recientes que otras, pero ni rastro de drama contemporáneo.
El cine francés de los últimos años sí que está repleto de temáticas sociales, aunque a veces sean narraciones casi de cuento de hadas que dejan claro lo difícil que es la realidad y lo importante que es buscar soluciones. Ahí van unos cuantos títulos de estos últimos años: Girlhood; La profesora de historia; Lal ey del mercado; Fátima; Un doctor en la campiña; Divinas; 120 pulsaciones por minuto; Custodia compartida; En buenas manos; Las invisibles; Los miserables; Los indeseables, un montón de pelis sobre los Chalecos amarillos... ¡Envidia sana!
En definitiva, la música, con su lenguaje universal, une y derriba barreras entre las personas. En la misma línea, esta recomendable película transmite un conmovedor mensaje de empatía, solidaridad y hermandad, un aviso que hoy resulta más vital que nunca.