Podría decirse que Jotadé es una secuela de la serie Indira Ramos (de hecho, lo es), sin embargo, en realidad, es un personaje que brilla con luz propia y se merece su propia trilogía. Pero no deseo adelantarme a cómo será el siguiente y ya esperado libro, así que, ciñéndome a la obra que nos ocupa, en esta ocasión el autor nos cuenta que en una calurosa noche de verano de Madrid, dos hombres son destripados y lanzados al vacío desde un puente de la M-30. Sus vísceras caen sobre un descapotable provocando un accidente, en el vehículo viajan tres jóvenes y una de ellas fallece; justamente es la hija del comisario y este, abatido, exige a sus agentes respuestas rápidas.
Uno de ellos es el subinspector Jotadé Cortés, el único policía gitano de su comisaría, un hombre irreverente, leal a sus compañeros, que de vez en cuando se salta las normas, a la par que es muy intuitivo y respetado en la calle. Ahora, Jotadé se verá en una encrucijada que le llevará a arriesgarse y proteger lo que más quiere.
Escrita en tiempo presente para dar más dinamismo si cabe a la novela, Santiago Díaz consigue que seamos incapaces de levantar la vista de un texto adictivo y trepidante. Y lo hace construyendo personajes muy característicos a la carta, de manera que se entiende que se han delineado a merced de las exigencias de esta vibrante trama: Jotadé, Lucía, Vero, Lola, Iván Moreno y Tony Garza, entre otros, son una prueba irrefutable de ello.
Jotadé, nuestro protagonista, con sus diálogos, expresiones sarcásticas y situaciones hilarantes, nos sacará más de una sonrisa en medio de tanto peligro y contratiempo; Jotadé, en manos de su autor, puede ser lo que quiera ser, desde un traidor, hasta el más noble de los hijos; desde un valiente a un fracasado, y lo más asombroso es que, haga lo que haga, siempre cae bien…
Dramas, amistad, familia, vocación y honor están presentes en las dos subtramas que, como unos brazos paralelos, parten de la matriz principal, la trama de los narcos, la más dura de todas, pero la más ambiciosa.
Jotadé, es una novela tan visual que prácticamente al leerla, estaremos, a su vez, viendo pasar las imágenes de las escenas, a buen ritmo, por nuestra mente. ¿Es este un don del escritor? seguramente sí, como lo son sus giros inesperados y sus cortes de escenas en lo más alto. Es también un relato donde no hay respiro posible, ni para el protagonista, ni para el lector, porque ambos, como un todo, forman parte de esa aventura literaria que es abrir un libro y volar…
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