El objetivo de este esclarecedor volumen es el de estudiar de forma prístina y muy rigurosa: “… mostrar la evolución y cambios, así como las continuidades, que se dieron en la figura de los embajadores, actores fundamentales de la diplomacia, en las circunstancias cambiantes, políticas y culturales, de esos largos siete siglos en el solar peninsular. Para ello, se ha contado con especialistas de los diversos períodos, que se han atrevido a bucear en la figura de esos negociadores y en las razones de su desempeño político”.
El primer capítulo nos acerca a los embajadores de los godos del oeste o visigodos, a la luz de las relaciones con el ámbito merovingio. El segundo capítulo nos aproxima a todo lo que se puede y se debe decir con respecto a la diplomacia en la Córdoba emiral y califal de los omeyas, y lo que significó para el resto peninsular, en un momento en el que el Reino de León marca las normas en Hispania. El tercer capítulo se estudian los embajadores de la monarquía vascona del reino de Pamplona y de Nájera, luego de Navarra. El cuarto capítulo se refiere a la forma de acercarse a la diplomática medieval, y en este caso es el más importante y hegemónico; es decir el Reino de León o Regnum Imperium Legionensis. El capítulo quinto es aquel nos va a aproximar al Rey de León, Alfonso VII el Emperador, todo ello realizado, en su análisis de la Crónica del Emperador Alfonso, esencial para comprender como se realizaba ello en la Corona de León. El sexto capítulo es muy esclarecedor, ya que se refiere a la diplomatura realizada en el nuevo reino de Portugal, nacido de la secesión del Reino de León, en el reinado de su soberano Alfonso II, obviamente escrito en la lengua hermana portuguesa. El séptimo acercamiento es el que se refiere hacia lo que ocurría, en este apartado de los embajadores, en la Curia Regia del rey Alfonso VIII de Castilla, el soberbio monarca vencedor en Las Navas de Tolosa. El octavo acercamiento es el que se estudia a los reinos de Aragón, con su paradigmático monarca llamado Jaime I el Conquistador, quien tanto representó en la Reconquista de las tierras valencianas, y su relación con las cortes islámicas norteafricanas. Y, por fin, el noveno capítulo es el que analiza las relaciones diplomáticas con Europa por parte del monarca aragonés Pedro II el Grande. Debo indicar, sin circunloquios, que los libros de Historia de la editorial asturiana son de una calidad fuera de toda duda, rigurosos y esclarecedores.
«La figura del embajador, fundamental en el desarrollo de las relaciones internacionales y de la diplomacia a lo largo de la historia, ha sido atendida por la historiografía y, en los últimos años, también en la investigación del período bajomedieval. Sin embargo, poco o nada se ha trabajado, hasta hoy, sobre la figura de los embajadores en la Alta y la Plena Edad Media peninsular, marcada por la extrema diversidad en los ámbitos políticos y culturales. Tras el libro El embajador: evolución en la Edad Media peninsular, en el proyecto Pacto, negociación y conflicto en la cultura política castellana (1230-1516) -PACNECON- se planteó la necesidad de considerar estos extensos períodos, dado el vacío existente en la primera monografía. Así, a lo largo de este trabajo, continuación pero antecedente del libro mencionado, se presentan estudios que analizan la figura del embajador en las variadas entidades políticas que se asentaron sobre la península ibérica en aquellos siglos. Desde los embajadores visigodos hasta los de Jaime I el conquistador, se atenderá a espacios y poderes tan distintos como el califato de Córdoba, el Imperio leonés, o los reinos de Portugal, Castilla, Navarra y la Corona de Aragón. Se aspira, con ello, a ver las diferencias, pero también las similitudes en la figura del embajador, sus funciones, personalidad, forma de trabajo, evolución… Con ello, se pretende completar el panorama de la cultura política diplomática en todo el Medievo en la península ibérica».
Será el rey visigodo Leovigildo quien ya es lo suficientemente poderoso como para tener una más que intensa y eficaz actividad política, religiosa y militar. El monarca se encargará de una unificación religiosa al presionar a los hispano-romanos para que se convirtieran al arrianismo y, sobre todo, con la derrota y absorción del reino católico de los suevos, que ocupaban el antiguo territorio de la Gallaecia romana. No obstante, el problema político para Leovigildo se agrava cuando su primogénito Hermenegildo se convirtió al catolicismo, y los católicos comiencen a resistir a los arrianos dominantes. La crónica específica en el estudio analítico de este problema se encuentra narrada en la obra de Gregorio de Tours (538-594), conspicuo historiador galorromano. Haciendo un alto en el camino crítico, deseo indicar la riqueza de la bibliografía, existente e individualizada para cada capítulo de esta conspicua obra. El libro analiza casi ochocientos años de la existencia de la diplomacia medieval, entre cristianos y mahometanos. Es ya desde el siglo VI d.C., cuando la aristocracia eclesiástica y nobiliaria participará, junto a los notarios reales, en las negociaciones diplomáticas. Los monarcas de los diferentes reinos tienen clara conciencia de la categoría y capacidad de cada uno de los diferentes embajadores o negociadores que envían a las cortes bien de Córdoba o de las otras taifas.
“En este sentido, los respectivos investigadores han intuido en muchas ocasiones el porqué de sus nombramientos atendiendo precisamente a razones de esta índole, aunque no puede perderse de vista la diferente naturaleza de la documentación disponible, tanto en cantidad como en calidad, según los siglos estudiados, circunstancia que acota de manera evidente las posibilidades de análisis. Así, la mayor parte de los casos en los que se ha podido presentar una nómina de embajadores regios se corresponden con el período plenomedieval; el León de Alfonso VII, la Castilla de Alfonso VIII o las relaciones con el ámbito musulmán norteafricano de Jaime I”. Estimo, modestamente, que estamos ante una obra medieval sobresaliente, sensu stricto. «Obiit Almansur et sepultus est in infero.ET. Qualix Artifex pereo!».
Puedes comprar el libro en: