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"El ocaso de Roma", de Carlos de Miguel

Ed. Espasa. 2023
martes 18 de marzo de 2025, 17:16h
El ocaso de Roma
El ocaso de Roma
Como indica la portada del libro, esta novela histórica se desarrolla en los primeros años del gobierno del emperador Constantino I “el Grande”. Desde los inicios, la historia de Roma siempre ha resultado muy atrayente para el conocimiento de los lectores de cualquier época y condición, inclusive en la Antigüedad, y sí bien la época republicana es de una riqueza conspicua, la del Imperio romano es capital y esencial.

Es obvio que los romanos consiguieron embeberse del resto de conocimientos de buena parte de los pueblos que les rodeaban, desde la cultura y la sociología de las poleis griegas, hasta la de su gran enemiga hasta el genocidio, léase Cartago o sus antecesores fenicios. Por consiguiente, en este libro todo ello está palpable y, más si cabe, cuando en esta novela-histórica asistimos, sin solución de continuidad, al principio del fin del Imperio romano de Occidente. Es, por lo tanto, el inicio suave pero violento en momentos determinados de como aquella ciudad existente en la ribera del río Tíber va a ser eliminada del dominio del orbe conocido. Estamos en una obra que analiza, de forma fehaciente y prístina, todos aquellos cambios sociales y políticas que, de forma paulatina, fueron desestabilizando a la sociedad del SPQR/Senatus Populusque Romanus globalmente y a sus ciudadanos que lo conformaban. Los valores éticos y morales tan conocidos y utilizados por estos romanos, debieron ser mutados por otros diversos, para adaptarlos a los tiempos en que vivían en aquella época. Algunos romanos de esta época se aferran, siempre, a los valores ancestrales, pero ya no sirven y deben cambiar su modus operandi et vivendi.

«El atardecer de un Imperio, su lento ocaso, fue también principio de una nueva Roma. Finales del siglo III d.C.: Helena, esposa de un soldado, da a luz a un niño al que llamará Constantino. En compañía tan solo de una esclava, la joven madre tratará de sobrevivir a la soledad y la pobreza. Su marido, Flavio Constancio, perdida la pista de su mujer y su hijo, establece poderosos lazos con el emperador Caro, lo que le permite obtener el gobierno de la provincia de Dalmacia, cargo de ejercerá entre la ambición y la culpa. El ocaso de Roma es una novela profunda, de prosa cuidada, excelentemente documentada y cuyos personajes guiarán al lector a través de un mundo cambiante en donde los viejos valores y certezas, antes inamovibles, se tambalean frente a nuevas verdades».

El volumen se abre con un capítulo, muy bien delineado en grupos, sobre la Dramatis Personae, de la siguiente forma: Amigos y allegados de Helena; Amigos y allegados de Flavio Constancio; Caro y la familia imperial; Familiares y allegados de Maximiano; Familiares de Valerio Diocles; Emperadores, príncipes y usurpadores. Esta novela-histórica que está muy apoyada en una auténtica y rigurosa fidelidad a la Historia de Roma, nos ofrece una narración de gran dramátismo. Los personajes son muy cercanos, desde la luchadora Helena, hasta Flavio Constancio, su esposo, quien es un ser humano muy ambicioso, ya que considera que tiene unos derechos de gobernar inalienables, ambos tendrán a su primogénito, quien dejará una huella importante en la historia de Roma, ya que quizás por interés dará preeminencia al cristianismo, porque contempla la eficiencia y ética de los cristianos, y lo rodeará todo de una parafernalia, en la que él nuevo emperador, Constantino I el Grande, será una especie de vicario político y religioso de Jesucristo.

“Filípolis. Tracia, idus de octubre, 272 d.C. Helena cerró los ojos una vez más intentando conciliar el sueño. No era fácil mantener el equilibrio en aquel viejo rucio, pero ya estaba acostumbrada. Desde pequeña solía recorrer, montada en él, la vía que va de Drépano a Nicomedia, con su padre y algunos esclavos. En aquel tiempo era un borrico alegre y de pelo suave, fuerte y decidido. Ahora, casi veinte años después, aquel viejo compañero la llevaba en el que sería su último viaje. Huesudo y medio ciego, rendía así el animal su último servicio a la muchacha. El niño que llevaba en su interior se movía como un pez nervioso y asustaba a la joven Helena que solo podía mirar, resignada, a su alrededor. A lo lejos, la primera luna de otoño. En Bitinia, como en todos los rincones del mundo, los campesinos guardaban ya sus cosechas antes del invierno y se lanzaban a los montes en busca de las últimas piezas bajo esa luna grande y generosa. Ahora, sin embargo, eran los soldados los que parecían aprovecharse de esa gran luna rojiza, anaranjada casi, que les permitía alargar un poco más la jornada antes de montar campamento”.

Está claro que la obra nos expresa como el declive de Roma ya está próximo. Estamos en el paso del siglo III d.C. al siglo IV d. C., y ya se colige que va a existir una división imperial, más que necesaria, entre Roma y Constantinopla. Como decimos algunos historiadores, la caída de Roma con Rómulo Augústulo, solo conllevó el cambio de guardias de germanos enfrentados, ahora ya no están los cimbrios, los teutones, etc., pero sí visigodos, hérulos, longobardos, entre otros de mayor o menor enjundia. El libro, magnífico, está narrado en tercera persona. Se ha dividida la obra en cinco partes globales y 47 capítulos. Los años en los que se desarrolla la trama abarcan entre el 272 d.C. hasta el 286 d.C. Lo que se narra ocurrió ciertamente 75% y adornado o lustrado por un 25% de hechos imaginados por el autor, pero que sí pudieron ocurrir. Flavio Constancio suele estar muy alejado, por cuestión de su trabajo militar, de su esposa Helena. La lucha se produce por medio del emperador Aureliano, que está peleando contra una serie de pueblos que presionan a las legiones de Roma, en los alrededores del río Danubio.

En suma, una extraordinaria novela histórica, que ha conseguido una relación armónica con la obvia ficción. Es una época plagada de conspiraciones políticas, varias epidemias, asesinatos pretorianos de los emperadores, las habituales confrontaciones civiles y, las oportunas guerras contra los bárbaros. Los ciudadanos romanos contemplaban ya con terror los hechos bélicos que estaban ocurriendo. Por todo lo que antecede, la vinculación entre Constantino y Helena será siempre tan fuerte, que la madre imperial irá a Tierra Santa para crear toda una pléyade de iglesias y templos, que enaltezcan al Hijo de Dios, con permiso y deseo de su hijo. Para comprobar, de forma fehaciente, la riqueza del léxico del autor referiré un texto del capítulo 28 y dedicado al nuevo papa. “Constantino y Constancio cruzaron los puentes sobre el Jadro para penetrar en Salona por la puerta sur, que atravesaba la ciudad oriental hasta converger en las termas y en el pequeño barrio cristiano. Apenas tres horas desde Epetium hasta la casa de Diocles gracias a los caballos. Constancio montaba un corcel digno del cargo que ostentaba”. Recomendación sin ambages para esta novela-histórica de gran riqueza. «Intellectus appretatus discurrit qui rabiat. ET. Dicebatur».

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