"En boca del dragón" es una historia de amor narrada por Anna Grau, la cual no solo relata su propia experiencia, sino que también incluye múltiples relatos entrelazados que evocan recuerdos y testimonios, vivencias y presencias, así como leyendas urbanas por desentrañar y secretos por descubrir. Este relato rinde homenaje a Fernando Sánchez Dragó y se convierte en un tributo a toda una generación de mujeres que creyeron haber alcanzado la libertad, pero que han tenido que enfrentarse al mundo con determinación para seguir el camino del corazón sin renunciar a la razón. En este apasionante y dinámico recorrido vital, intelectual y literario, se entrelazan inteligencia y pasión, ironía y ternura, drama y comedia, así como la esfera pública e intimidad.
"En la boca del dragón”, ¿catarsis o ajuste de o cuentas?, ¿necesario en un caso o en otro?
Uno nunca sabe de verdad por qué escribe un libro. Dicho esto, allá va mi respuesta: yo no creo en los ajustes de cuentas. Nunca he creído. Dragó tampoco. Solía decir, citando a Jung, que de la vida no vivida se puede morir. Estoy de acuerdo y añadiría: de la vida mal digerida se muere seguro. En todo caso, si un día se me ocurre ajustar cuentas con alguien, no sería con Dragó, una de las mejores personas que he conocido. ¿Catarsis? Eso sí se lo compro. Con este hombre yo no sólo viví una gran historia de amor. También crecí mucho. Aprendí a dar mi mejor versión. Cuando, seis años después de terminar nuestra historia de amor (que no de amistad, de afecto, de admiración y de respeto…sin olvidar el agradecimiento…), me enteré de su muerte, me sorprendió a mí misma la magnitud de la sacudida. Así como que fuese una sacudida…serena. Sentí la imperiosa necesidad de sentarme a escribir sobre ello, pero también sentí la gran paz de poder hacerlo ya desde una determinada distancia. El amor se vive en caliente, pero es mejor dejarlo enfriar antes de escribir sobre él.
Su obra además de emanar honestidad por los cuatro costados, destila cariño, admiración y hasta rencor con un punto de tristeza al rememorar esa relación sentimental que mantuvo durante tres años con Fernando Sánchez Dragó. ¿Y si levantara la cabeza y lo leyera?
Cariño, mucho. Admiración, toda, o casi. Rencor…sinceramente, no sé dónde lo ve usted. Nunca he sentido rencor hacia Dragó, lo cual tiene mérito, porque, aunque no me guste ajustar cuentas ni vengarme de nadie, rencorosa sí soy. Mi rencor es silente, es distante, es ausente: consiste en sacar de mi vida todo aquello que me decepciona y a todos aquellos que me han hecho daño queriéndomelo hacer. En eso puedo ser muy drástica. Es cuestión de supervivencia y de mantener a salvo tu luz personal. Dicho esto, nunca he sentido ni sentiré la necesidad de sacar de mi vida los tres años compartidos con Dragó. El balance de nuestra relación es para mí abrumadoramente positivo. ¿Qué pensaría él si me leyera? Alguien que le conoce tanto o más que yo me ha manifestado recientemente su convicción de que a él el libro le gustaría. No dudo de que, si pudiera corregir o cambiar cosas, lo haría. Todos lo haríamos con cualquier libro que hable de nosotros. Probablemente Dragó intentaría cambiar las partes que siembran ciertas dudas sobre si su entera leyenda sexual era más o menos literal o exacta. También las que hacen referencia a cómo le funcionaba la cabeza políticamente. Pero globalmente, estaría orgulloso. De mí y sobre todo de él.
Egoísta descomunal, mal padre, aunque adorara a toda su descendencia, machista, sobrado de ego, con agudo sentimiento de superioridad, tacaño, celoso, manipulador, narcisista, escritor solo resultón, misántropo… se habrá quedado usted a gusto, ¿no?
Vamos por partes. Egoísta descomunal, pues sí. Incluso egoísta mitológico, que es como le describo yo en el libro. Pero, ¿quién no es egoísta? No hay atributo humano más extendido. Lo original de Dragó es que su egoísmo era exitoso. Le salía casi siempre bien. No es el caso de la mayoría. Yo estoy convencida de que el 90 por ciento de la maldad del mundo sale del egoísmo reprimido o frustrado. Un egoísta realizado y feliz es bastante más inofensivo…
Mal padre, dice usted. Bueno…desde luego no era un padre canónico, su idea de la paternidad era muy personal y original. También intensa. No es sólo que adorara a su descendencia, que efectivamente la adoraba. Es que sus hijos eran los únicos seres en el mundo que de verdad le daba miedo perder y por los que lo habría dado todo. Yo no me atrevo a decir que fuese un mal padre. No sería tan amado por casi todos sus hijos de ser así. No puedo hablar por todos ellos, pero creo que la mayoría, si pudiesen cambiar de padre, no lo harían. Se quedarían con Dragó a pesar de todo. También me gustaría llamar la atención sobre el hecho de que un hombre tiene menos margen que una mujer para decidir cuándo es buen momento para tener hijos. Muchas veces se ve abocado a ello cuando menos se lo esperaba y menos preparado estaba. Tiene más mérito del que parece hacer todo lo posible por adaptarse.
Machista: pues sí, a chorros. Pero del tipo benévolo. Dragó se crió en un mundo matriarcal, controlado por mujeres, y empatizaba mucho con lo femenino. En la práctica, salía más a cuenta tratar con él que con muchos autoproclamados feministas.
Sobrado de ego: indudable. No creo que esa sea la revelación más sorprendente de mi libro. Eso sí, su ego era muy simpático. Entrañable incluso.
Con agudo sentimiento de superioridad: total. Pero no era incapaz de admiración cuando conocía a personas que la merecieran. Y no era nada envidioso.
Tacaño: pues sí, a ratos sí. Su naturaleza era generosa, incluso desprendida, pero el dinero da de sí lo que da. Y él siempre tuvo muy claro que con el dinero se compra tiempo, es decir, libertad para escribir. Si quería ser escritor, tenía que mirar la pasta. Y la miraba.
Celoso: a lo bestia, como todos los golfos. Se cree el ladrón que todos son de su condición. Además, cuando te has acostumbrado desde pequeño a ser el centro de atención y el rey de la casa, no renuncias fácilmente a seguirlo siendo de por vida.
Manipulador: tenía un gran talento para serlo, en efecto. Tenía mucha psicología y no era tímido usándola para arrimar el ascua a su sardina. También es verdad que si tanta gente, yo incluida, nos dejamos manipular en mayor o menor medida por él, era porque nos compensaba. Dragó era muy consciente de que vivir con él no era fácil y que de algún modo te tenía pues eso, que compensar.
Narcisista: en grado sumo…y encantador. Es una opinión muy personal, claro. Digamos que el narcisismo justificado es bastante más llevadero que el que no hay por dónde cogerlo.
Escritor resultón: Aunque a Dragó le debemos algunos libros inolvidables, empezando por Gárgoris y Habidis, a mí siempre me convenció más como narrador oral que como escritor propiamente dicho. Y sobre todo, como divulgador cultural. Creo que nadie ha superado sus programas culturales, sus entrevistas a otros escritores. Dragó es el Bernard Pivot español, y eso lo sabe y lo reconoce cualquiera que se tome en serio los libros. Ahora sólo falta que se enteren y lo reconozcan algunos personajillos empeñados en reducir nuestra cultura a una especie de taberna woke…
Misántropo: Él mismo se definía como más cordial que social, y reivindicaba su derecho y su necesidad de pasar tiempo solo. Todo escritor verdadero lo necesita. Esto a veces la gente no lo entiende. Hubo momentos en que Dragó estuvo solicitado como una estrella de rock, y, o cortaba por lo sano, o no habría tenido un minuto para él. Hay que decir que siempre puso mucho esmero en hacerlo de la manera menos hiriente posible. Recibía muchos mensajes de admiradores (y admiradoras) que habían conseguido su dirección, física o electrónica, y ardían en deseos de conocerle. Él levantaba sus cortafuegos con mucha educación. Era muy raro que dejara sin responder estos mensajes, así fuese con una cortés negativa.
"Se puede ser sabio sin ser inteligente, se puede ser inteligente y no sabio. Dragó era las dos cosas"
A Sánchez Dragó le define más como un hombre sabio que como un hombre inteligente, ¿de verdad toda esa sabiduría le compensaba a usted tener que fingir los orgasmos y hasta los gustos?
Se puede ser sabio sin ser inteligente, se puede ser inteligente y no sabio. Dragó era las dos cosas porque nunca permitió que su mucha inteligencia atrofiara su capacidad de seguir aprendiendo. La inteligencia no se pega, no se transmite. La sabiduría sí, y yo le debo mucha a Dragó. Y ese fue siempre un poderoso enganche. En cuanto a si yo he fingido más o menos orgasmos y hasta gustos sexuales, como explico en el libro, eso tiene más que ver conmigo que con Dragó. Es un mecanismo muy femenino, una mezcla de vanidad y de miedo: pensar que es más importante que te deseen que desear tú, pensar que sólo si eres la amante ideal obtendrás otras cosas que a lo mejor te interesan más, como la compañía, el mimo o el afecto. Si le pasaba a Martha Gellhorn, ¿no me va a pasar a mí, que no le llego ni a la suela del zapato? Pero ni Hemingway ni Dragó tienen la culpa. Las mujeres tenemos que hacernos más responsables de nuestra respuesta sexual en cada momento y no reinventar a posteriori. Bien está lo que bien acaba. Y si acaba mal, cámbialo.
Dragó se empeño en llevar una existencia lo más literaria posible
¿Cree que la profunda admiración hacia Ernest Hemingway y su afán por emularle convirtió la vida de Fernando Sánchez Dragó en algo parecido a un vodevil?
Más que vodevil, una gran aventura. Dragó tiene en común con Hemingway -y de ahí la fascinación que por él sentía, hasta el punto de considerarle poco menos que su padre literario- que le gusta escribir muy en primera persona, básicamente de él y sobre él, y que casi todo lo vivía pensando en cómo lo iba a escribir. En qué jugo literario le iba a sacar. Dragó se empeñó en llevar una existencia lo más literaria posible. Creo que podemos estar todos de acuerdo en que con un elevado porcentaje de éxito.
Y, hablando de progenitores literarios, usted afirma que la suya es Oriana Fallaci, ¿se ha inspirado en la obra “Un hombre” para escribir “En la boca del dragón?
Es evidente que la estructura de este libro, escrito en segunda persona, como una larga carta a Dragó, se inspira en y rinde homenaje a la larga carta al gran amor de Oriana Fallaci, Alekos Panagoulis, que es su novela “Un hombre”. Ese libro yo lo descubro con 13 años y marca mi vida y mi corazón para siempre. Aunque otros libros de Oriana Fallaci me interesan bastante menos, sólo con ese ya la he considerado siempre mi madre literaria. Mi relación con ella es muy parecida a la de Dragó con Hemingway. Curiosamente, últimamente a mi “mamá” Fallaci le ha salido competencia en la persona de Martha Gellhorn, la que fue tercera esposa de Hemingway. Acabo de leerme su biografía y su correspondencia privada, y me ha deslumbrado el grado de afinidad. Me identifico muchísimo con ella. Bueno, ya tengo dos madres de letras, no sólo una.
“Tú y yo creo que de verdad nos encontramos para provocar el uno en la otra reacciones químicas casi mágicas Verdaderos saltos cualitativos de ser”, afirma en su libro. ¿Ha sido Sanchez Dragó el gran amor de la vida de Anna Grau?, ¿y qué mujer sospecha usted que lo fue en la de él?
Ha sido (por ahora) mi amor más trascendente, más transformativo. El que me ha ayudado más a ser quién soy y cómo soy. No sé si ha sido o va a ser el amor más grande, entre otras cosas porque mientras hay vida, hay partido. Creo que después de Dragó estoy preparada para amar más y mejor, y no renuncio a hacerlo. En cuanto a él…yo creo que todas las mujeres que amó fuimos la mujer de su vida en algún momento. Por etapas, como una vuelta ciclista. Pero que la única que lo fue de principio a fin, que corrió la vuelta entera, fue su madre.
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