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"Alfonso el Batallador", de José María Lacarra

Urgoti Editores. 2018
viernes 28 de febrero de 2025, 22:21h
Alfonso el Batallador
Alfonso el Batallador
Estamos ante una obra de una calidad especial, dentro del estilo habitual indiscutible de la editorial radicada en las tierras del Viejo Reino de Navarra. En este caso se trata de un rey complejo y con muchas aristas. Medía 1,62 metros de altura. Su titulación es amplia y define al propio monarca: Rey de Aragón y de Pamplona. Emperador de León y Rey de todas las Españas.

Tuvo un matrimonio descomulgado, porque el monarca estaba a favor de que los hombres solo deberían estar con los varones, y obviamente incompatible con su genial esposa Urraca I, Emperatriz de León y Reina de todas las Españas (IMPERATRIX LEGIONIS ET REGINA TUTA YSPANIA), la primera reina titular de Europa, como soberana de León. Me sorprende, y muy negativamente, el error monumental de realizar un capítulo sobre Castilla y los almorávides. Castilla no existe en este momento histórico, ya que son varios condados dependientes todos ad hoc del REGNUM IMPERIUM LEGIONENSIS; no tengo ninguna duda de que hoy, si el profesor Lacarra viviese, lo hubiera corregido. Alfonso VI no es Rey de una Castilla ahistórica, ya que su titulación es Rey de León o Emperador de Hispania. Cuando el rey Batallador comienza a gobernar en el reino de Aragón, este es un pequeño territorio en el que, paradójicamente, sus fronteras no están bien definidas, ya que hacia el sur el territorio es mahometano con Zaragoza como capital andalusí.

Tras la conquista de Monzón (1089), Huesca (1096) y Barbastro (1100), ya no hay batallas campales ni aun asedios prolongados de villas y castillos. La guerra es un avance zigzagueante, en el que se buscan los puntos de menor resistencia. Hay penetraciones espectaculares y arriesgadas, que dejan a retaguardia puntos fortificados en poder del enemigo, y como en los campos predomina la población musulmana y en las plazas conquistadas apenas puede instalarse una reducida guarnición cristiana, cualquier sorpresa es posible”.

Como no existe una frontera continua entre cristianos y musulmanes, por parte de ambos enemigos cordiales o irredentos según el momento histórico, se produce el hecho incuestionable de que los enemigos puedan pasar de una parte a otra del territorio ocupado por los adversarios. “Por otra parte, el hecho de que los territorios tan rápidamente conquistados sigan habitados por la antigua población musulmana, facilitará la infiltración del enemigo hasta posiciones situadas muy a retaguardia”. De esta forma, las plazas fuertes iban recuperando o alternando los dominadores de ellas, bien cristianos o bien musulmanes. Por consiguiente, lo que pretende el nuevo monarca de Aragón es proseguir con la labor reconquistadora iniciada por su padre y por su hermano, Sancho Ramírez y Pedro I, en pos de ocupar y mantener tanto Lérida como Zaragoza, y luego obtener el poder ya en Tortosa y en Valencia, desde esta última tenía in mente dirigirse a la reconquista de Jerusalén, que era su prístina idea como monarca cruzado que era y se sentía.

En el año de 1083, ya Sancho Ramírez había intentado, sin mucho éxito, intentar la conquista de Lérida, pero la oposición de uno de sus magnates habría sido frontal, y me estoy refiriendo al conde de Barcelona, Ramón Berenguer III “el Grande”, quien se consideraba el titular absoluto e indiscutible de la denominada como Marca Hispánica o frontera con el Islam. Por el contrario, el conde de Urgel, Armengol IV de Gerp, quien habría puesto sus ojos en dicha ciudad, siempre estuvo en muy buenas relaciones con el soberano de Aragón. De esta forma monarca (Pedro I) y conde (Ermengol IV) llegaron a una entente cordial militar para atacar a Lérida, y como contrapartida el soberano ayudaría al magnate en la reconquista de Balaguer. “En 1101, cuando Pedro I dirigía sus ataques contra Zaragoza, el papa Pascual II le aconsejaba que no desistiera de atacar y aun de conquistar Lérida, si le era posible”.

En este momento, y cuando los sarracenos contemplan a los politeístas dirigiendo sus mesnadas hacia el río Ebro, su preocupación aumento hasta tal punto, que los régulos de Ejea y de Pradilla deciden pagar parias al monarca aragonés, dineros que él rey había cedido al monasterio de Sauve-Majeure (Gironda). En esta época la Península Ibérica está amenazada por el fanatismo de los almorávides, y solamente existe un territorio regio e imperial que pueda plantar cara a estos agarenos tan peligrosos, y este es el reino de León y su monarca Alfonso VI. «Alfonso el Batallador (1073-1134) es uno de los monarcas de mayor personalidad de toda la Edad Media peninsular. Dotado de un gran carisma, los éxitos militares le llevaron a duplicar la extensión de su reino en pocos años, con la gesta de la conquista de Zaragoza como culmen, mas fracasó en el intento de conseguir la unión de los reinos cristianos mediante su tormentoso matrimonio con Urraca de Castilla, que acabó como el rosario de la aurora. José María Lacarra, a quien siempre fascinó el personaje, presenta el perfil humano y político de este monarca, en un libro pensado para todos los lectores».

Página 37. Don Sancho, heredero del trono de Castilla y León, ¡Nunca jamás ha existido ese reino autonómico! Y menos en esta época. Cuando muera el infante leonés Sancho, su padre Alfonso VI nombra, ¡por supuesto!, Reino de León, Señorío de Mujeres, a su hija Urraca como Reina de León, Castilla ni está, ni se la espera. Es una pena que el profesor Lacarra ya no esté entre nosotros, porque estoy seguro que corregiría sus innumerables errores historiográficos. “El rey convocó entonces al arzobispo de Toledo, obispos, abades y a sus consejeros habituales, entre los que estaría el conde de Carrión, Pedro Ansúrez, ayo de la infanta, y acordó con ellos que se llamara al rey de Aragón para proponerle el enlace con Urraca. Poco después de tomar este acuerdo, moría el rey de Toledo, el día 30 de junio de 1109”.

El monarca aragonés estaba, y esto es indudable, muy ilusionado en dirigir él la Unión de Reinos, entre León, Aragón y Pamplona, pero desconocía, obviamente, cuál era la estructura curial de la Corona de León, donde las mujeres heredaban, teniendo igualdad de derechos y deberes que los varones, y donde la reina Urraca I de León había sido educada en esta doctrina: abuela (Sancha I) propietaria del reino de León; madre (Costanza de Borgoña); tías paternas (Urraca de Zamora y Elvira de Toro); y, por todo ello, no iba a renunciar a ser ella la que decidiera en su Corona de León. Unido León con Aragón y Pamplona, las posibilidades de los almorávides disminuirían lo bastante como para poderlos expulsar de la Península Ibérica. Estamos, por lo tanto, ante un libro que debe ser conocido, por lo que representó para la historiografía medieval, y que repite los errores habituales de algunos de sus historiadores, en relación al Reino de León y sus condados castellanos dependientes. En suma, libro a analizar. «Iustitia est unicuique dare quos suum est. ET. Quod omnes tangit ab omnibus approbari debet».

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