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Autoglorificación
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Autoglorificación (Foto: Maudy Ventosa)

AUTOGLORIFICACIÓN

Parece que en "Autoglorificación" Azucena del Valle se quiere autoflagelar. Dejemos que lo haga mientras bebe botellines en su pueblo abulense que como dice su amiga Paula: se saca más lamiendo que mordiendo. Así que a lamer botellines, ella que está un poco cansada de gilís que no de los botelines; mientras nosotros lameremos tercios con las mismas ganas que los alemanes botellines de medio litro y los americanos de 750 cl. ¡Esos sí que saben!

- Cada día estoy más harta de toparme con tontos a nada que salga a la calle e intente interaccionar con mis semejantes, Vani.

- Ya lo dijo Herrera en una ocasión: ¡Hay más tontos que botellines! Y mira que se trasiegan por miles esos botijos fresquitos, tanto en invierno como en verano. No vale pensar que ya has cubierto tu cupo de necios y gilipollas con los que te tienes que enfrentar a lo largo de la vida, porque la realidad te demuestra lo contrario desde que asomas el morro por la mañana.

- ¿Será eso de los comportamientos reactivos? ¿Acaso el otro percibe que te levantas como un miura dispuesto a la lucha y en función de lo que traduce de tu actitud reacciona aún sin que abras la boquita de piñón?

- ¡Para nada bonita!, hace tiempo que practico la templanza y cienes de años que no he vuelto a jugar a eso de a ver quién la tiene más larga… que no es lo mismo que jugar a sacar la paja más corta…

- Me estoy liando un poco, porque no se si te refieres a penes o a aquellas pajas de trigo de las eras que utilizábamos de niñ@s, para ver quién la ligaba mientras los demás se escondían. Y me da que ahora nadie quiere tenerla corta…

- Has dado en el clavo, pequeño saltamontes, todo el mundo quiere tenerla larga y te echan un pulso incluso diciéndote ¡buenos días! Como la administrativa que decide lo que es una urgencia en el ambulatorio cuando te ve arrastrada, con cara de acelga, sin poder decir una palabra porque tienes la garganta más hinchada que el cuello de un cantaor de flamenco y no puedes emitir un sonido y menos entablar una discusión; la doctorcita resabiada y marilista que me tocó esta mañana y que conseguí calmar con mi sonrisa gatuna y falsa acompañada de un discurso apaciguador y manipulador…

- Ya te dijo la amiga Paula que en su pueblo hay un dicho que sirve en estos casos: se saca más lamiendo que mordiendo…

- Tía, no te pases, que yo no he lamido en mi vida, y a estas alturas no voy a aprender porque soy tendente al ahogo fácil. Solo utilizo la comunicación, verbal y no verbal, para manipular. Como cualquier hijo de vecino que se precie y sepa del tema. Desde que me abandonó la ira, soy una balsa de aceite. Permanentemente en reposo.

- ¡Que me meo, Puri! ¡Si estás siempre echando un pulso a la vida! No te mueres cuando casi tenías las papeletas rellenadas; no te deprimes porque no te crees con derecho a ello cuando las circunstancias te zarandean con fuerza; sigues de vicepresi cuando la mitad de la comunidad no te saluda en la escalera y luego te votan por unanimidad; no te vas a pasear a Debod porque, jubilada y rica, no puedes parar de trabajar como una gilipollas; no te callas ni debajo del agua; te crees con derecho a una segunda oportunidad de que te regalen el oído y ser feliz cuando otros no han tenido ni la primera; no dejas de cocinar aunque tengas la nevera a reventar y no te queda ni un tarro más de los que envasas al vacío… ¡Tía, que no paras ni dejas descansar a nadie de tu entorno! Culo de mal asiento, siempre más y más… y ¡pulso a la vida!

- Verdaderamente, Vani. Nací discutidora y me pongo más bruta que un arado cuando no tengo razón. Menos mal que los que me quieren me conocen y no se apuestan nada… porque pierdo siempre, pero ahora percibo en el entorno muchas similitudes con mi personalidad anterior, antes de que introyectara el decálogo de keep calm and drink aging wine, que intento seguir cada día.

- ¿Similitudes? ¡A mansalva! Si vamos a la clase política, ahí me has dao Puri. A ver, ¿quién la tiene más larga, Trump, Putin o Zelenski?, ¿Pedro Antonio o Puchi?, ¿Epi o Blas?, ¿tu yo real o tu yo ideal?, ¿la ilusión o el miedo?, ¿la realidad o los sueños?, ¿la verdad o la mentira?, ¿la dignidad o el pesebre? ¿la bondad o la ingenuidad?, ¿la inconsciencia o la estupidez?, ¿los secretos o las mentiras? ¿la objetividad palmaria o la ficción que nos cuentan? Porque en la política, como en las novelas, todo cabe…

- ¿Y por qué echamos pulsos continuamente? Desgastan, cansan, consumen, debilitan. Siempre intentando superar a los demás quedando por encima.

- Será que tiene que ver con nuestra evolución natural, con la supervivencia a través de la competencia, con pertenecer a un equipo ganador que destroce al adversario…

- He leído que, a esas ansias de poder, de tener éxito acompañadas de mostrar nula empatía con el semejante y olvidarse del espejo, que es el que te enfrenta contigo mismo a la hora de hacer autocrítica, se le llama Síndrome de "hubris".

- ¡Pues lo que le faltaba al que no quiero nombrar de nuevo! Y al pelo panocha, y al otro, y al de la moto Maroto. Ahora entiendo, si están tan enfermos, que se pasen por el arco del triunfo las normas sociales, al igual que su cohorte de elegidos. Como dice en un artículo Facundo Manes, el poder puede cambiar la mente de quien lo ejerce.

- ¡Pues vamos de culo, colega! Todos queremos tener nuestra parcelita de poder: la administrativa que decide sobre las dolencias de los pobres enfermos, la doctorcita que no considera necesario hacer un seguimiento a una paciente de cáncer, el frutero que estima que no eres digna de comerte sus chirimoyas, el vendedor de la tienda de muebles que te mira de arriba abajo y te dice que ese mueble para el salón es muy caro sin que tú preguntes el precio… todos sobrestimamos nuestras habilidades y competencias creyendo que son superiores a las de los demás.

- ¡Cuanta desmesura, Puri!, que es lo que significa “hubris” en griego. Lo bueno es que puede ser algo transitorio adquirido con el cargo… confianza excesiva en nuestro criterio y desprecio por el del otro. Autoglorificación del frutero, de la administrativa, de la doctorcita, del político… ¿Y nosotras, que pelemos como jabatas sin tener razón? ¿Dónde está nuestra desmesura? ¿Cuándo saciamos nuestra necesidad de aclamación popular, de recibir alabanzas, de sentirnos por encima de…?

- ¡Ahí me has dao, Vani! ¡Ahí me has dao!

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