¿Qué tenemos delante? Un líder hecho a sí mismo que se ha ganado a la mitad de su nación derrotando a las grandes dinastías, tanto demócratas como republicanas. Pese a su perfil energuménico, Trump ya no asusta los americanos. Los ha seducido atemperando su programa radical con gestos aparentemente banales: bailar en sus mítines -no es lo propio de un fascista-, multiplicar sus podcasts para acercarse a los jóvenes, también sus ironías -situar a España entre los BRICS no fue un error, fue un sarcasmo-.
La broma se acaba cuando reparamos en referentes como Marck Zuckerberg o Jeff Bezos. Enfrentados a él en 2016, el pasado 20 de enero ocupaban la primera fila en su ceremonia de investidura junto a Elon Musk. ¿Cómo se entiende que pioneros en tecnologías punta, hasta hoy asociadas a la izquierda liberal, lideren este giro a la derecha?
“La política es como la guerra”, decía Schopenhauer, “lo que decide es la fuerza de voluntad”. También la decisión de enfrentar cuestiones candentes. Justo esas que en Europa no sabemos cómo resolver, pero nos negamos a debatir, no vayan a tacharnos de todo lo peor.
Inmigración ilegal y deportaciones: el récord lo ostenta Obama, 200.000 expulsados más que Trump en el primer año de su primer mandato. Entonces, las televisiones, tan sensibles al llanto y crujir de dientes, evitaron mostrarnos una sola imagen del drama. Hoy, presiden su mantra de comunión diaria. Sigamos con los datos. Voto hispano en las presidenciales de 2024: 55% a favor de Trump frente al 45% para Kamala. Preguntémonos por qué. Imaginemos ahora que los 60.000 subsaharianos desembarcados en Canarias el año pasado lo hicieran en San Sebastián, en Bilbao o en Barcelona, año tras año. Y que hablen las urnas.
Ideología woke, el nuevo macartismo en todos los órdenes, desde la ideología transgénero al trágala de las vacunas Covid, esas vacunas todavía experimentales, que aceptamos rubricando un documento con veinte páginas tachadas, no vaya a enterarse la opinión pública de sus efectos secundarios. En el de la cultura forzó la supresión de ‘Lo que el viento se llevó’ en la plataforma HBO, entre cientos más, por su “sesgo racista”. Y a callar. Como en tantos dogmas de fe progresista. No se debaten, se imponen.
Es grave que América se retire de los acuerdos contra el Cambio Climático. No parece menos grave, ni menos tóxico, el clima de opinión que en Europa es pecado siquiera cuestionar. Cuestionemos a Trump. Revolucionario para unos, reaccionario radical para otros, como Napoleón. Pero, así como él, incluso en sus desmanes un valor incuestionable -insólito en nuestro país-: la coherencia entre sus promesas y sus actos.
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