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"La guerra en la Antigüedad", de Jean Lopez

Ed. La Esfera de los Libros. 2023
viernes 10 de enero de 2025, 22:21h
La guerra en la Antigüedad
La guerra en la Antigüedad
Estamos ante una obra sumamente loable, elegante hasta grado superlativo. Estudio esclarecedor, sin ambages, sobre cómo se producían las guerras en la Edad Antigua. Yo calificaría a este libro de imprescindible sobre cuál era la conformación de los ejércitos en la Antigüedad. Formato de la obra sobresaliente. El ejército de los asirios, en la batalla de Qarqar, en el año 853 a.C., entre el rey Salmanasar III de Asiria que aplastó a una coalición de doce régulos de Asia Menor, con Acab de Israel a la cabeza; en este momento movilizaría a 75.000 infantes, 5.000 caballeros y 2.000 carros de combate; los enemigos dejaron más de 14.000 muertos en el campo de batalla.

En la gran batalla de Cannas, Aníbal Barca “el Grande” dejó 45.000 romanos muertos en el campo de batalla, ante la batalla mejor planificada en la Historia de la Antigüedad. Estas cuantiosas cifras no serían superadas hasta las batallas innumerables de la milicia de Napoleón I Bonaparte, Emperador de los franceses. La guerra en la Antigüedad exigía unos esfuerzos desmesurados, incluso económicos. La tecnología del bronce y del hierro era la que se encargaba o se utilizaba para la creación del armamento. Una importante pléyade de sabios e ingenieros de la época eran los encargados de utilizar sus preclaras inteligencias para la logística de sus respectivos ejércitos, verbigracia Arquímedes de Siracusa, asesinado por un legionario romano; y Apolodoro de Damasco. Los estudiosos y los generales modernos siempre se compararán con Alejando III Magno de Macedonia, con Gayo Julio César, con Gneo Pompeyo Magno o con Aníbal Barca el Grande de Cartago.

El legado militar de la Antigüedad es enorme para el resto de las épocas de la Historia. En el análisis de esta extraordinaria obra, citaré, de forma sucinta, las batallas estudiadas: Qadesh, Maratón, Leuctra, Hidaspes, Carras, Alesia, Accio, Teutoburgo, Adrianópolis, y los Campos Cataláunicos. El segundo capítulo nos acerca a las armas utilizadas y las tácticas militares. El tercer capítulo nos aproxima a caudillos importantes de la Antigüedad, desde Nabucodonosor II de Babilonia hasta Ciro II el Grande de Persia, pasando por Filipo II de Macedonia, el taimado y astuto soberano macedonio, y Escipión el Africano, Pompeyo Magno, Julio César el dictador de Roma, Vercingétorix el caudillo galo arverno y un curioso soberano de Roma, Juliano el Apóstata. Y, por fin, el último y cuarto capítulo dedicado a cuál era la conformación y la forma de luchar de las tropas. Todos los más notorios caudillos están indicados claramente.

«Ramsés II, Nabucodonosor, Alejandro Magno, Aníbal, César, Atila… ¿Quién no conoce a esos grandes conquistadores de la Antigüedad? Pero ¿cómo hacían la guerra, cómo asediaban las ciudades, cómo abastecían a sus soldados, cómo conseguían caballos para sus carros o madera para sus barcos? ¿Por qué razón los asirios daban tanto valor a la conquista o al uso del terror? ¿Cómo es posible que las invencibles legiones romanas pudieran ser arrolladas por los jinetes surgidos de las estepas? ¿Por qué todo lo construido por Alejandro no prevaleció cuando el Imperio romano pareció eternizarse? A todas esas preguntas, entre otras muchas, responden algunos de los mejores especialistas europeos en esta innovadora obra a todo color que presenta una historia militar de la Antigüedad sin precedentes, y que incluye una abundante y selecta iconografía con más de 150 mapas, infografías e increíbles reconstrucciones de los más prestigiosos ilustradores de la batalla antigua. Una obra imprescindible sobre los ejércitos antiguos. Un clásico del futuro».

La obra nace en Qadesh, en el año de 1274 a.C., con el gran faraón Ramsés/Ramesses II el Grande en el mando del ejército egipcio victorioso frente a los hititas. La obra se periclita con la confrontación en los Campos Cataláunicos contra el caudillo de los hunos, Atila, y será el amanecer de la caída del Imperio Romano de Occidente. Los mapas y esquemas de la obra han sido realizados por Giuseppe Rava, el gran pintor de la guerra antigua. Cada capítulo está encomendado a diferentes especialistas, muy rigurosos. La obra finaliza con un glosario esclarecedor en grado sumo sobre los nombres propios de la obra, o que se acercaron a la guerra de la Antigüedad. “¡Ramsés amado de Amón! Estoy contigo, soy yo, tu padre, mi mano está sobre la tuya. Yo valgo más que cientos de miles de hombres, yo, el señor de la victoria, que ama el valor”.

Esta extraña victoria de Qadesh, que no está tan claro que se produjese así, fue un empate o quizás los hititas fueron los vencedores, aunque parece ser que la publicidad ramésida fue mucho mayor que la nula del monarca de Hatti. La capital, Hattusa, alberga una enorme biblioteca de unas 30.000 tablillas, donde se indica que los egipcios ganaron la batalla, pero perdieron la guerra, ya que el rey hitita Muwatalli II no dejó ningún tipo de testimonio escrito sobre ella. Deseo indicar, por lo curioso del hecho, el magnífico y esclarecedor tratado realizado entre Hattusili de Hatti y Ramsés II de Egipto, que es un texto delicioso: “Ramsés, el gran rey, el rey del país de Egipto, se compromete a no atacar jamás el país de Hatti para tomar posesión de sus tierras. Y Hattusili, el gran rey de ese país, no deberá atacar nunca el país de Egipto para apoderarse de sus tierras”. La ética de ambos soberanos sería muy clara, ya que nunca vulnerarían dicho tratado. El libro nos ofrece datos de cómo se comportaban los soldados en la batalla, pleno de comportamiento humanos divulgadores de la psiqué de todos estos hombres, que eran seres humanos que sufrían y luchaban por defender su identidad y sus tierras, así ocurre en la batalla de Maratón. En la batalla de Leuctra, la prepotencia de los lacedemonios se verá frustrada frente a la pericia militar del estratego tebano Epaminondas y a la unión hasta la muerte de los hoplitas del batallón sagrado.

Ese 3 de julio del año 371 a.C., Cleómbroto tiene motivos para preocuparse. En unas horas, su ejército invencible será humillado, dispersado y vencido. Él mismo yacerá en el suelo, abandonado, su cuerpo atravesado por numerosas heridas de lanza. Y Esparta habrá perdido para siempre el estatus de primera potencia griega que tan arduamente consiguió treinta años antes contra Atenas. Pero el eco de la batalla de Leuctra -una modesta contienda que enfrenta a menos de 20.000 combatientes- se convertirá en un modelo clásico a estudiar en las escuelas militares. Su razón se debe a una innovación táctica revolucionaria: el orden oblicuo”. Y qué se puede decir sobre el texto, extraordinario, del Anábasis de Jenofonte, obra que sería la de cabecera de Alejandro Magno. En este libro, fuera de serie, se resucita al monarca persa, Ciro “el Grande”, quien sería muy respetuoso con las ideas religiosas de otros pueblos, en este caso el hebreo; hasta tal punto que el monarca persa financiará la reconstrucción del templo de Salomón en Jerusalén. «Nobis cum semel occiderit breuis lux. ET. Ex illa locatione columnarum».

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