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Carlos Mazón
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Carlos Mazón

Mazón, un chino en el zapato de Feijóo

lunes 06 de enero de 2025, 19:18h

Alberto Núñez Feijóo vino a Madrid como salvador del PP. Fue un clavo ardiendo al que agarrarse cuando la pugna entre Isabel Ayuso y Casado estuvo a punto de dinamitar el partido. Prometió sosiego y buenos modales bajo su égida, dejando claro que su objetivo no era el insulto sino ganar en buena lid al maléfico Sánchez, dios y diablo a la vez, según desde qué lado del espectro político se mirara.

Cándido debió ser Feijóo al pensar que con los mimbres que se daban se podría construir un mejor clima, donde el insulto, las descalificaciones, injurias y el escarnio desaparecieran; pero algunos nos lo creímos y pensamos que al fin llegaba alguien a la derecha con solvencia para reconducir el desafuero que se había instalado en el ejercicio de la política. Queda en mi retina la imagen de su antecesor, Casado, saliendo del Congreso de los diputados, como alma que se lleva el diablo, al ver como los que antes le aplaudían ahora le daban la espalda. Solo tres personas le acompañaron en su estampía del hemiciclo tras ser señalado por Ayuso y su cohorte rodeando la sede del propio PP, estos fueron Ana Beltrán, Pablo Montesinos y Antonio González Terol. El resto, que antes aplaudía, le dio la espalda. ¡Qué dura es, a veces, la política! Desleal, interesada, hipócrita, torticera… pero fuera, en la calle, la oscura noche es fría mientras que el sillón del Congreso es confortable.

Feijóo, que es hombre de aquilatada experiencia en Galicia, donde vivió y bebió importantes momentos pedagógicos de la mano de sus buenas amistades y de la propia experiencia en gestión y “navajeo” político en su reino galaico, se metió en el turbulento mundo de la política nacional, intentando controlar un partido de extrema complejidad, donde se ubican sensibilidades que van desde el centro a la extrema derecha. No le eligieron las bases del PP, sino los cargos y líderes ocultos, como un controlable mesías neutralizador de la trifulca. Pero esto no era su Galicia natal, donde había mantenido a raya a un VOX irrelevante, en Madrid tenían una gran presencia y dominio de espacios donde se cultivaba la semilla del viejo régimen; o sea, la idea de que el franquismo era mejor que el “sanchismo”, o lo que es lo mismo, que la democracia que emana de la propia la Constitución.

Por ello, las esperanzas sobre un cambio en el clima y confrontación irracional se fueron pronto al garete, se diluyeron como un azucarillo en un café humeante. Se mantuvo el insulto y la descalificación, el bloque y la política filibustera, o sea obstruccionista, con la esperanza de hacer caer al Gobierno. Todo marchaba bien para el PP. Ganó las elecciones autonómicas y locales; hábilmente hizo desaparecer a Ciudadanos llevándose cargos y electorado y estableció una política de acercamiento a VOX con la presumible intención de hacerlos también suyos. El primer objetivo fue relativamente fácil, pero el segundo resultó un hueso más duro de roer, tanto que, sin ellos, no se podría acceder al disfrute del triunfo autonómico y local.

Ayuso, había logrado relegar a VOX a la insignificancia en Madrid, al igual que Moreno Bonilla en Andalucía, donde sus votos ya no eran precisos para ejercer la gobernanza. Pero en Madrid está más expuesta la calle Génova al juego de la política local, sobre todo por la “Dama de Rojo”, de mirada aviesa, que apareció la noche del 23 de julio en el balcón de Génova tras ganar las elecciones generales. Su díscola vestimenta (todos iban de blanco menos ella) podría considerarse un mensaje de insumisión e independencia, una advertencia singular de su presencia como alternativa interna.

Ayuso es la primera china en el zapato de Feijóo, a la que parece temer por su influencia en determinadas esferas de poder en el PP. Ella y su cohorte juegan a la política nacional con sus continuas trifulcas y confrontaciones con Sánchez, suplantando y condicionando al propio Feijóo en su actitud política personal, o sea marcándole la línea.

Otro aspecto a considerar como error estratégico de cara a las elecciones generales fue el pacto sobrevenido con VOX en determinadas comunidades. La primera en Valencia, pero también en Murcia, Baleares, Castilla-León o Extremadura, donde ya entró con calzador, mientras Valencia fue por libre y poniendo a Feijóo contra las cuerdas.

Mazón, resultó la otra gran china en el zapato de Alberto Núñez. Primero por hacer de su capa un sayo y, al parecer, pactar con VOX sin contar con su jefe de filas a nivel nacional. Las elecciones del 23J resultaron un milagroso conejo que Sánchez se sacó de su sombrero de mago, a la vista de los acuerdos PP-VOX, para conseguir lo imposible, aglutinar a todos los demás partidos en un grupo de poder alternativo a la derecha nacionalista española, dejando a Feijóo abocado al fracaso. Sánchez inició el uso del término “fachosfera”, ya utilizado en Francia en un informe de la Asamblea Nacional de 2019 sobre la lucha contra grupúsculos de extrema derecha, para referirse al conglomerado de representantes políticos, poderes económicos, tribunas mediáticas y baluartes judiciales de la derecha y la ultraderecha española que buscan su derrocamiento, término tomado como ofensa por los aludidos.

Mazón sigue siendo, a estas alturas, aún más china en el zapato de Alberto, que anda diciendo una cosa y la contraria, según el día y hora, sobrepasado por las circunstancias. Le cuesta la autocrítica, porque entiende que su verdad es irrevocable aunque se fragüe en una falacia de frases incongruentes construidas ad hoc, como “No soy presidente porque no quiero”. Su objetivo principal es echar a Sánchez, pero no articula una propuesta u oferta razonable de gobierno, salvo la de falso profeta que predice catástrofes económicas ante la evidente buena marcha de la economía, siempre mejorable por supuesto. Insiste, junto a sus adláteres en un catastrofismo que es más deseado que real.

El presidente del PP llega a tal nivel de incongruencia que recrimina a Sánchez no haber decretado el estado de emergencia nivel 3, que se debe dar cuando una autonomía se siente desbordada, mientras defiende la buena gestión de Mazón. No puede ser una casa y la contraria. En el fondo era una trampa, pues si llega a decretar el nivel 3 se le hubiera acusado de dictador y antidemócrata por saltarse a la torera el orden constitucional. Mas el caso es que, dado el conflicto con VOX, si dimite Mazón queda en el aire la elección de otro presidente del PP y el riego es ir a otras elecciones cargadas por el diablo. Mazón es un infectado político que provoca rechazo y contagio a quien se le acerque. Feijóo debe ir con cuidado porque de soslayo, o reojo, vigilan Ayuso y Bonilla y, al menor tufo, saltarán sobre su sillón. Si no, al tiempo…

Enviado por José Antonio Sierra Lumbreras
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