Otro libro magnifico y esclarecedor, sobre el nexo de unión entre el final de la Antigüedad y el inicio del Medioevo. En primer lugar, el título del imperio de Bizancio no se debería denominar así, sino como el Imperio romano de Oriente, y llamando como bizantinos a sus habitantes. Este libro inteligente y muy bien escrito, nos acerca a la biografía vital del gran emperador de Oriente, el insigne legislador y político habilísimo, es decir el gran Justiniano I. Este conspicuo Emperador gobernará durante 38 años, entre los años 527 y 565 d. C., y su intento fehaciente será el de tratar de reintegrar los territorios antañones occidentales de Roma con los orientales, pero bajo la corona de Bizancio. Este intento tan correcto e indiscutible, pero nunca conseguido, dejó las estructuras políticas tal como estaban cuando ascendió al trono Justiniano I, ya que los pueblos germánicos de visigodos, ostrogodos, hérulos, longobardos y francos, entre otros de mayor o menor enjundia, no estaban dispuestos a renunciar a ninguno de los territorios conquistados a la debilidad de los romanos de Occidente. A todo este programa tan ambicioso se le definirá en la época como de renovatio imperio. “Pero esta creencia no es una idea exclusiva de Justiniano. Todavía sigue muy extendida en esta época por toda la cuenca mediterránea. En diversas zonas, las conexiones políticas y culturales entre los habitantes de las antiguas provincias y Constantinopla continúan siendo muy estrechas y su enunciación responde a una serie de percepciones y sentimientos muy extendidos entre numerosos sectores de la ciudadanía, tanto de la parte occidental, particularmente los relacionados con las élites urbanas y la administración, como en la parte oriental, en la que también amplios grupos de población entienden como algo natural la continuidad imperial de Occidente”. Justiniano encarnaba esa añoranza de todos los bizantinos, en relación a recuperar la universalidad del Imperio del SPQR, y, se puede colegir que en la corte de Bizancio y en la inteligencia preclara del emperador Justiniano, quizás figurase el intento de la idea de que el Sacro Romano Imperio y Germánico fuese el heredero del concepto imperial de la Roma, que habría caído con Rómulo Augústulo. Además de que el rey de los hérulos, Odoacro, enviase las insignias al emperador Zenón de Oriente. Pero, Justiniano I “el Grande” tiene muchos problemas internos, desde los económicos hasta los sociopolíticos y, sobre todo, religiosos, ya que existen católicos y ortodoxos. El resumen final sería el de intentar colocar a todo lo que habría representado la Roma de Occidente, con sus capitales en Roma o en Rávena, en poder y pertenencia de la Roma de Oriente, con capital en Constantinopla. Justiniano I siempre ha sido un personaje de interés preferente para la historiografía, ya que es un monarca que vive en los albores del Medioevo, pero el legado de lo que representa Roma está muy presente en todas las sociedades de la Europa conocida o post-romana. Los historiadores reconocemos su extraordinaria labor de gobierno, y todo ello lo va a colocar entre los personajes más paradigmáticos de la Historia medieval. «Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus, emperador romano-bizantino, determinó con sus acciones y actitudes el curso de la historia. Su personalidad cubre prácticamente todo el siglo VI y es el punto de referencia de su época en el mundo romano. Sus conquistas del viejo imperio occidental, la creación del Corpus Iuris Civilis o simplemente la construcción de la iglesia de Santa Sofía son hechos que por sí solos lo sitúan como una figura señera. También supo o tuvo la suerte de rodearse de colaboradores que, a su vez, son casi tan conocidos y famosos como él mismo: Teodora, Triboniano, Juan de Capadocia, Narsés… La compenetración llegó a ser tal que en ocasiones es imposible separar al uno de los otros. En esta obra se examinan, a partir de las fuentes antiguas y de la investigación moderna, los distintos ámbitos del gobierno de Justiniano y de su época. El resultado es un texto dirigido tanto al mundo universitario como a cualquier persona interesada en su figura y en esta etapa de transición de la Edad Antigua a la Edad Media». Justiniano I “el Grande” tiene una personalidad tan arrolladora que es el protagonista eximio de su época histórica; y tal como se define al siglo V a.C. como el de Pericles; al del VI d. C. se le puede definir como el de Justiniano. No se debe olvidar, en ninguna circunstancia la personalidad de la emperatriz Teodora. Proviene de unos orígenes campesinos muy humildes, y este modus vivendi cambiará cuando sea llamado a Constantinopla por su tío Justino, quien, al ser un personaje importante en la Curia Regia bizantina, intentará mejorar la fortuna social de su sobrino. La corte es la de Anastasio I, y luego Justino (ca. 452-518-527) será emperador, un curioso monarca ya que solo habla en latín como su sobrino, por lo que cuando utilicen el griego, lo harán con un marcado acento. Cuando se encuentre en el Aula Regia constantinopolitana, Justiniano estudiará, con gran profundidad, todo lo relativo al derecho romano, además de cómo se debe gobernar y controlar aquella compleja administración bizantina. El sumatorio global final será el de un conocimiento magistral de cómo gestionar aquella enorme corona. Su deseo incoercible es el de conseguir que su imperio pueda ser equiparado al del Alto Imperio de Roma. El cronista contemporáneo Agatías “el Escolástico” definirá a Justiniano I como militar: “en casi el primero de los gobernantes de Bizancio en ser emperador de los romanos, tanto de hecho como de nombre”. Se le define, en su vida particular, como bastante austero, no come de forma escogida y lo hace frugalmente, duerme poco y trabaja mucho. Se escribe que se pasaba las noches trabajando hasta la madrugada. Esta forma de ser morigerada probablemente le permitió llegar hasta una edad sumamente provecta, como fueron los 83 años de vida. “Escribe tratados teológicos, redacta leyes y busca los mejores colaboradores, civiles y militares, para la ardua tarea que se ha encomendado a sí mismo. Tiene la costumbre de contar con destacados ayudantes o la capacidad para saber elegir a los mejores, muchos de ellos casi tan conocidos y populares como él mismo: sus grandes generales Belisario y Narsés; Artemio de Tralles, que reconstruye Santa Sofía; Juan de Capadocia, excelente administrador y recaudador; Triboniano, que tan importante papel tiene en las compilaciones jurídicas, o la propia Teodora, inteligente y ambiciosa, personajes que, todos juntos, conforman unas de las etapas más esplendorosas del Imperio romano de Oriente”. Lo indicado resume un libro estupendo sobre la vida y la obra del gran emperador de Bizancio, que creó toda una escuela de gobierno en la época. ¡Plena recomendación de esta obra, que es sobresaliente! Bibliografía destacada. «Humanum fuit errare, diabolicum est per animositatem in errore manere». Puedes comprar el libro en:
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