¿Qué sentido tiene hablar de humanismo en nuestros días?

Ser humanos significa poner en práctica valores como la comprensión, el respeto, el diálogo, la gratitud, la amistad, el amor, etc., que nos definen como lo que deberíamos ser, verdaderos seres humanos. Por eso señalo que hay que cambiar la forma de pensar y de sentir, reflexionando acerca de qué hacemos en este mundo y para qué estamos aquí. Vivir con sentido requiere esfuerzo y voluntad.

Menciona una crisis de valores, señalando la pérdida de la amistad, el amor, entre otros. ¿Qué factores han contribuido a esta crisis y cómo podemos revertir esta tendencia para cultivar relaciones más plenas?

Sí, la mayoría de esos valores se hallan en crisis. Inmersos en una sociedad materialista, erróneamente llamada del bienestar, nos hemos olvidado de que somos responsables de dar sentido a nuestra vida.

En el mundo de las redes sociales hay mucha información, pero poca comunicación, apenas se deja espacio para los sentimientos ni para las emociones verdaderas. Sin estos ingredientes, esas relaciones plenas no tienen lugar.

Usted habla en el capítulo Un planeta herido de que si nos desnaturalizamos, nos deshumanizamos. ¿Cómo lo explica?

Ser humanos supone respetar la naturaleza. El error del homo sapiens, que se cree dueño de todo lo que le rodea, es pretender a toda costa que la naturaleza se adapte a él, en lugar de adaptarse él a ella. El planeta está siendo víctima de ese comportamiento egocéntrico. Nos olvidamos de que estamos en este mundo para compartir un espacio común con el resto de seres vivos, para ser un latido común dentro de un enorme corazón: la madre naturaleza. Alejarnos de ese latido es deshumanizarnos.

En un cierto momento indica que hemos de hacer todo lo posible para que en la emociones no habite el olvido. ¿Es que, acaso, estamos olvidándonos de ellas?

En la sociedad que estamos construyendo le damos más valor a la imagen que proyectamos hacia los demás, es decir a la máscara, que a la persona. Olvidarnos de poner en práctica las emociones y de educarlas hace que cada vez haya más casos de silencios impuestos y de soledades no deseadas. No somos conscientes de que nos conocemos no por lo que sabemos, sino por las emociones que transmitimos.

"Inmersos en una sociedad materialista, erróneamente llamada “del bienestar”, nos hemos olvidado de que somos responsables de dar sentido a nuestra vida"

Dedica un capítulo a reflexionar sobre el sentido que tiene la felicidad en nuestros días. ¿Qué cree que nos falta para ser felices?

La felicidad en términos absolutos no existe. Es un concepto subjetivo que depende de la experiencia de cada individuo. La felicidad se construye mediante pequeños estados de bienestar personal, no se halla en la posesión de bienes materiales ni en el ejercicio del poder, por ejemplo. Más que vivir para ser felices, tenemos que sentirnos bien con nosotros mismos, porque la felicidad siempre vendrá de nuestro interior.

No podemos decir "Vida" si no la vivimos con sentido y dignidad

La dignidad y la creencia en nosotros mismos son temas centrales en su libro. ¿Cómo podemos fomentar una mayor autoestima en una sociedad que a menudo parece desalentarnos?

Cierto, la sociedad no nos alienta en ese sentido. No podemos decir “Vida” si no la vivimos con sentido y con dignidad. Sin embargo, vivir con sentido no es tarea fácil, porque la vida es un camino que se traza con enorme esfuerzo y con gran voluntad. Sin duda, la autoestima es una compañera necesaria. Para ponerla en práctica, tenemos que confiar en nosotros y en las enormes capacidades que poseemos. Por eso, conocernos a nosotros mismos es una tarea primordial.

Usted defiende el diálogo y habla de la necesidad de que no prescindamos de él. ¿Por qué esa defensa y por qué lo considera tan necesario?

En mi opinión, el diálogo es una de los valores esenciales para mejorar las relaciones humanas. El diálogo ejercido con respeto, con comprensión, y sabiendo escuchar, siempre une y crea vínculos estrechos. La palabra humanamente compartida nos hace además mejores personas. Hemos de tener presente que donde no hay palabras no pueden aforar las emociones ni los sentimientos.

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