Si hay un escritor que me toque el alma, sin duda es Theodor Kallifatides. Desde el primer libro que cayó en mis manos gracias a Blanca Navarro y Galaxia Gutenberg. Y, sobre todo, cuando lo conocí personalmente, definitivamente me atrapó. Desde entonces, leo con avidez y deleite sus obras.
Kallifatides es un hombre menudo de cara seria y afable, y ojos que sonríen. Con tristeza, percibo yo. Rezuma sensibilidad, honestidad y autenticidad. Y amor. Y también ese humor socarrón que no provoca carcajadas. Porque nunca olvidó quién era, siguiendo el consejo de su madre y a pesar de que, por el largo camino que ha recorrido desde que con veintiséis años emigró a Suecia, ha ido dejando retazos de su vida e, incluso, casi su lengua porque desde el primer momento se obligó a escribir en el idioma del país que lo acogió y casi toda su obra está escrita en sueco. Se impuso el olvido para salir adelante en una tierra muy diferente a la suya, intentando entrar en la muralla a sabiendas de que había nacido fuera de ella.
Nunca ha dejado de mirar hacia dentro, confesaba en "Madres e hijos", en un viaje interior que durará mientras viva. Ahora ya puede volver la vista atrás sin amargura, porque ha superado la tontería de sentirse orgulloso de ser griego, así como la tontería de avergonzarse de ser griego.
Comenzó su trilogía sobre Grecia, los griegos, su pueblo y su gente en 1973 con CAMPESINOS Y SEÑORES -Galaxia Gutenberg, 2024-. La historia arranca en 1941 en un pequeño pueblo que existió, Yalós -que significa playa, aunque se encuentra lejos del mar-, al sur del Peloponeso, donde los habitantes esperan expectantes, subidos los niños y los hombres más jóvenes al viejo Castaño del Ahorcado, la llegada de los nazis que vienen a reemplazar a las tropas de Mussolini.
Con humor y ternura, el autor destaca el orgullo del pueblo griego, su capacidad para resistir el hambre, la sed, doblegar las pasiones y resistir y sobrevivir a pesar del miedo que provoca la crueldad y brutalidad de los hombres de Hitler. Los protagonistas a través de los que narra la historia son los yalitas, habitantes del pequeño pueblo que entienden que la verdad se puede modificar, adaptar, o transformar en otra cosa: un sacerdote mujeriego acusado de putañero al que, en una ocasión, encontraron borracho detrás del altar, que sueña con viajar el extranjero y hace confidencias al salmista derecho, más distinguido que el izquierdo, al que detestaba; el alcalde, que se siente honrado de que en su casa duerman el capitán nazi, el teniente y dos guardas, porque sabe que en este mundo la cosa va de patear al de abajo y lamer al de arriba muy bien; los ricos, que viven en la parte norte del pueblo y los que sirven, que viven en el sur; el maestro del pueblo, al que odiaban sus habitantes sin saber por qué exactamente… tal vez porque al ser tan delgado parecía comunista, y que lucha para que los niños mantengan su cultura y su integridad; las mujeres, que no son guapas porque, al contrario que los héroes y heroínas, no son rubias, sino morenas y las pobres comienzan a trabajar en el campo tan jóvenes que no pueden logran un cuerpo perfecto; el tío Stelios, un marinero veterano, fontanero, gendarme, inventor, estafador, gran embustero y muy querido que sabía poco de alemán pero se atrevía a traducir al capitán nazi…; David Kalin, el judío que huyó porque sabía lo que hacían los alemanes a su pueblo y acabó convertido en el primer partisano; Rebeca, que tiene una voz secreta; el pastelero que acusaron de homosexual; los campesinos con pocas tierras y los campesinos asalariados; Lolos, el loco que nunca morirá aunque le fusilaron el mismo día de su detención y su madre, que parió tantos hijos y no le queda ninguno, esa madre, lo enterró ella sola; Yalós, un pueblo con varios locos más, un santo muerto hace años y varias putas que se perdieron con la llegada de la guerra. Y los emigrantes que, aunque se habían ido parecía que seguían allí.
Hasta que los alemanes avergonzaron a los yelitas, ofendiendo, burlándose de ellos, y el movimiento de resistencia pasó a ser vengativo.
Una novela deliciosa, dura a la vez que tierna e indulgente plagada de ingenio y humor que no enmascara la realidad ni la hace más dulce.
Uno se pregunta qué tiene que hacer el pueblo para ganarse la libertad…
La segunda novela de la trilogía es EL ARADO Y LA ESPADA, que se publicó en 1975.
Los presos de los alemanes son hoy por hoy los presos de los griegos. Los alemanes les entregaros las cárceles a los traidores griegos, los batallones de seguridad, que eran más temidos que los propios alemanes. El nazismo seguía vivo. Grecia era una tierra fértil para la semilla de Hitler.
Yalós aguanta, aunque en sus calles reine el silencio. La guerra ha terminado; una guerra en la que nadie ha vencido y en la que muchas familias han perdido a todos sus hombres. Porque después de la guerra no viene la paz, sino la postguerra.
Los protagonistas que conocimos en "Campesinos y señores" han envejecido, sobre todo el tío Stelios que sufre porque un velo gris va cubriendo sus ojos y porque su familia sigue dispersa; su yerno, el maestro continúa en la cárcel y su hija Antonia se ha trasladado para estar cerca de él. Han pasado cuatro largos años de guerra cruel y estúpida, pero ¿de verdad ha terminado esta locura?
El viejo castaño sigue siendo lugar de reunión y continúa acogiendo a los muchachos que se pelean por situarse en las ramas más altas. Amistad y sentido de pertenencia en el grupo de Minos sin importar el liderazgo, el nieto del tío Stelio; el primer amor con Rebeca, la niña judía que soportó vejaciones y vio muertos a su hermana y a su hermano; partisanos que ya lucharon contra los nazis ahora habrán de hacerlo contra los fascistas, y el papel de las mujeres, tan importante en todas las obras de Kallifatides; mujeres que han luchado en la guerra, que han visto morir a sus padres, hermanos y maridos, mujeres sin oficio que recogen aceitunas, pisan uvas…, que cobraban con lo que la huerta pudiera ofrecerles… madres ave, según los yelitas.
Y Minos, el hijo de Antonia y el maestro, que al final salió rubio y soñador…
UNA PAZ CRUEL cierra la trilogía que narra el periodo más trágico de la historia contemporánea de Grecia. La historia que siempre quiso escribir Theodor Kallifatides y que le consolidan como uno de los autores europeos más importantes de finales del siglo XX.
En Yalós habían muerto muchas cosas y muchas personas, muchas cosas y muchas personas. La familia de Minos se había librado, sólo tenían un muerto que llorar, pero había familias que habían perdido a todos sus hombres y había familias a las que habían aniquilado por completo, como si nunca hubieran existido…
Los partisanos has sido aniquilados y hay que reeducar de nuevo a los griegos como verdaderos patriotas y buenos cristianos.
La familia de Minos o puede seguir en un pueblo donde el padre, el maestro, no puede ejercer y tienen que sobrevivir. Es el momento de trasladarse a la capital, Atenas, de empezar de nuevo y el joven vástago, a pesar del dolor de las pérdidas y el recuerdo de las personas queridas, comenzará a vivir su adolescencia no exenta de otros amores.
Conmovedor y tierno a pesar de la crueldad que describe. Y es que había dinero en Atenas por las subvenciones del Plan Marshall… Pero no suficiente para evitar que miles de griegos no encontraran un sitio donde crecer y ser felices.
… Minos se enfadó con unas estrellas tan increíbles, las maldijo, estaba harto de ellas, podían irse a la mierda con sus dedos brillantes, en lo que a él respectaba, sólo necesitaba un sitio donde tumbarse, el suelo se mecía bajo sus pies y él avanzaba como un bote en un mar agitado…
Los tres libros están traducidos del sueco por Carmen Montes Cano y Eva Gamundi Alcaide y has sido publicados por Galaxia Gutenberg.
¡Imprescindibles!
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