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Más allá del principito
Más allá del principito

MÁS ALLÁ DEL PRINCIPITO

El niño que llevamos dentro
viernes 20 de diciembre de 2024, 12:11h

El desierto. Un avión queda estropeado en medio de las dunas, en medio de la nada más absoluta. Y su piloto, Antoine de Saint-Exupéry, cree sufrir varios espejismos. De ahí surge una de las novelas más leídas y traducida del francés de todos los tiempos. El principito. Y desde 1943 en que se publicó no ha dejado de editarse, de venderse, de expandirse.

Pero Más allá del principito no trata del argumento de esta historia universal sobre la amistad, sobre la soledad, sobre el amor, sobre las pérdidas, en definitiva, sobre la vida.

El texto de Pilar Ávila, que también asume la dirección, y basándose en una idea de Yane Bonin, Más allá del principito, incide sobre el personaje del autor, Antoine de Saint-Exupéry, un viejo piloto cargado de soledad, de penas, de remembranzas sobre su infancia, sobre la necesidad de no perder la inocencia, sobre la capacidad de asombrarse, sobre la riqueza de la amistad.

Eso no son espejismos. Es la forma diferente de ver las cosas, no quedarse en la silueta de un sombrero, sin percatarse que dentro puede haber un elefante o que el mejor cordero es el que uno crea en su imaginación. Es ver las figuras que conforman las nubes. Es comprender el reflejo de los árboles en los charcos. Es abrir un libro que nos transporte al lugar de los hechos y los personajes.

En este monólogo interior, Rafa Rojas, se siente, quizás como un náufrago. No él, su personaje, el creador del principito, con toda la sensibilidad que arrostra tener ya muchos años y volver la vista atrás para encontrar, de nuevo, a ese niño que habíamos perdido. Ese niño que nos permitirá encontrarnos con ese “petit prince”, con ese amor que es una estrella, con ese amigo al que se le intenta salvar, aunque después tenga que irse.

Lo acompaña una música. Una música discreta y sensible, que puede ser el sonido del viento, los ecos del desierto, las voces que flotan en el aire después de que se han dicho. Y las hace corpóreas, es decir, que podemos escucharlas en nuestra condición de humanos, con su violín, Esther Marco, con música de Alberto Torres, que nos hace adentrarnos en una apacible y desconocida sensación que calma nuestras ansias.

Esta puesta en escena nos hace agarrarnos a la vida. A saborear las cosas que, más a menudo de las que pretendemos, nos pasan desapercibidas y atendemos, solamente, a lo que nos produce tumulto, en esta vorágine de prisas, guerras, comercio, egoísmos, y más en estas señaladas fechas donde tanto se habla y se proclama la concordia, la paz y la felicidad, pero no sabemos cómo hacernos con ellas.

Por eso es imprescindible este teatro de emociones, de dulces sensaciones, a pesar de lo desabrido de la vida rutinaria, cotidiana e individualista.

Volvamos a encontrarnos con el niño que seguimos llevando en nuestro interior, ese niño inocente, no maleado todavía, capaz de sonreír por lo más nimio, ese niño amoroso que pide y ofrece cariño, pero sin solicitar nada a cambio, por naturalidad propia, donde un cordero pueda estar dentro de una caja y seamos capaces de verlo, porque “lo esencial es invisible a los ojos” y una bombilla puede ser una estrella refulgente en nuestro corazón.

FICHA ARTÍSTICA

MÁS ALLÁ DEL PRINCIPITO

Idea original: Yane Bonin

Autora y dirección: Pilar Ávila

Reparto: Rafa Rojas

Violinista: Esther Marco

Diseño de iluminación: Julio Bao

Composición musical y sonido: Alberto Torres

Espacio: Teatro Fernán Gómez

Más allá del principito
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