- ¡Tía, qué mala suerte! Me voy de viaje a buscar zambombas elegantes por los mercadillos de ciudades imperiales que impresionen a las visitas y me engancho a la sidra caliente con especias y al ponche ídem pá calentar el body. No saben casi nada los de los países helados.
- Se nota que te falta calle y mundo, pequeño saltamontes. Te sacan de la Plaza Mayor y de Vigo y te crees que todos tienen tan mal gusto como nosotros derrochando iluminación a cascoporro, vendiendo belenes chinos de plástico, matasuegras y chiripitiflautas. Ahora hasta querrás implantarlo en tu tierra querida.
- Voy a tirar por la elegancia desmedida y a sugerir al alcalde de mi pueblo que plantemos manzanos para la sidra, cañas de azúcar para el ron y el resto de los ingredientes los pillamos en el super, que ya tengo la receta. ¡Y a forrarnos con la sidra caliente en Ávila!
- Del cerdo para las salchichas y el jamón asado no hay que preocuparse Vani, que ya sabes que gorrinos abundan por todas partes y los nuestros son de buena calidad al criarlos con bellotas…
- Otros engordan con cigalas, ostras y percebes…
- ¡No jodas, tía, el marisco no echa tripa! ¿O tu has visto a algún sindicalista con barriga cervecera?
- Pues ahora que lo pienso y repaso, me da que no. Eso es porque los tíos macizos no están a bollería industrial, aunque les metan los donuts por el jebe. Si es que lo digo yo, ¡hay que saber comer! Y más con las fiestas que se acercan, que nos da por llenar la mesa de canapiés coloridos y vistosos y a engullir a dos carrillos sin darnos cuenta de que eso no es fino.
- ¡Cien por cien, Vani! Lo menos, es más, bonita. Así lo entienden los elegantes que lo llaman minimalismo.
- Ya te digo, Puri. Le pones a mi cuñado dos gambas rayadas de Huelva en el plato con una cucharadita de huevas de esturión, sopita de marisco y cogote de merluza al horno con patatas panaderas y se come hasta el mantel. Está claro que en España no somos de levantarnos de la mesa con hambre. Pavo -o palurda-, cordero, cochinillo… contundente, y ¡a echar barriga!
- Pues mira, tía, ahora que estamos más viajadas, voy a proponer a la family una cena de Navidad checa para que dé buena suerte y sea rico el año que viene, por lo menos, el que encuentre la moneda en el vánočka, ese pan de pastel trenzado con pasas y almendras que está dabuten -meteré un centimillo como mínimo antes de hornearlo, lavadito y todo por eso del manoseo-. Empezaremos con un sopicaldo agrio especial -voy a tirar la casa por la ventana- llamado ‘kyselica’, que lleva col y, por ser Navidad, me estiro y añado crema de leche, ciruelas, setas secas y un buen trozo de carne ahumada.
- Y el principal te sale casi gratis si tienes vista y no te ven… por eso de aprovechar la nocturnidad de la noche.
- ¡Vaya sarta de rebuznancias, Vani! Ya sé que en el Retiro de noche no hay ni sereno, pero cierran el retinto. Nos quedaremos detrás de un seto agachaditas para pillar un par de carpas gordas y frescas, que aquí no tenemos monasterios con estanques donde poder pescarlas, y las dejamos en la bañera hasta el momento del sacrificio indoloro por la anestesia que vamos a darlas, que no somos asesinas despiadadas.
- Y luego viene el cochino dorado, frito, u horneado, con una ensalada de patatas grande para que se hinchen y a la vez tengan buena suerte incluso en el Año Nuevo.
- ¿Pero la suerte no venía de soñar con un cerdo dorado? Me da que lo has pillado al revés…
- Soñar, sueñan mayormente con el cerdo dorado los que no comen carne esos días, es decir, contenidos, menesterosos, pobres, los que tienen el colesterol alto, los que están a dieta… A esos la ensoñación con el lechón les brindará suerte.
- ¡Eso ni de coña, tía! Con el estómago vacío, tengo clarinete que no se puede soñar con un cerdo dorado, solo con un bocata de salchichas grasientas que escurran hasta el suelo como como hacía Carpanta.
- ¡Mira, tía, no me líes! La tradición es la tradición y esto es lo que hay. Este año la cena va a ser barata y exclusiva de un mundo imperial. ¿Cómo iban ellos a comer peor que nosotros? Hay que ser fisnas, y a quién no le guste que se traiga el tupper de casa, ¿no te fa?
- ¡Ya te digo! ¡Internacionales! Y a bailar el Slovácký Verbuňk, o danza de los reclutas, mayormente.
- ¡Que no, tía, que no! Mejor nos traemos a los que actúan en la bodega medieval subterránea U Pavouka, guapos rubios fornidos y descamisados que parecen valientes vikingos tocando gaitas y tambores atronadores, a las chicas semivestidas con candelabros llameantes que bailaban la danza del vientre, al comefuegos que parecía que iba a incendiar la taberna, a…
- No sigas Vani, que eso no le va a gustar a mi cuñao. Bastante tendrá con la carpa… ¿Sí o qué?
- ¡Ahí me has dao, Puri!, ¡Ahí me has dao!