"Soy un perdedor". Julia Navarro presenta la historia de Pablo, un niño español que es llevado a la Unión Soviética ante el final de la guerra civil una vez que su padre, miembro del partido comunista, está convencido de que "la guerra está perdida". Este le pide a Boris Petrov, su camarada ruso, que lo lleve a la URSS para darle un futuro, y el ruso lo arranca de su madre Clotilde para llevarlo a su país. Una historia que comienza durante los últimos compases de la guerra civil en España y trancurrirá por la 2ª guerra mundial (la invasión nazi de la URSS, el frente de Stalingrado, el desembarco de Normandía, la batalla de las Ardenas ... hasta la capitulación nazi) y las posteriores postguerras tanto en España, con la dictadura franquista, como en la URSS con la tiranía estalinista. Navarro no ahorrará sufrimientos al lector mostrando las represalias sufridas por los perdedores en España, donde unas caricaturas son suficientes para llevar a su autora a prisión durante años. Las cárceles franquistas donde se hacinaban los presos y se contraían enfermedades, como la tuberculosis, potencialmente mortales en la época por falta de tratamientos eficaces. Y la terrible tiranía estalinista donde "pensar es un acto peligroso" y cualquiera podía ser un delator. Donde por asistir a "veladas literarias" consideradas subversivas (donde se recitaban versos de Anna Ajmátova, entre otros poetas proscritos) se podía acabar condenado a trabajos forzados durante años en el Círculo Polar Ártico, el Gulag, donde las condiciones eran tan terribles que la supervivencia era casi imposible y algunos presos intentaban "fugas desesperadas en las que el principal elemento de supervivencia era el canibalismo" Pero también hay espacio para la amistad, para el amor, para el ansia de supervivencia de los condenados injustamente ("sé que a uno pueden detenerle aunque no haya hecho nada") y un emocionante tributo a la literatura como "única ventana al exterior" en un país "convertido en una enorme prisión". Un duro relato que pone de manifiesto que "los regímenes totalitarios se llevan mal con los artistas porque para crear es necesaria la libertad". Con un epílogo enormemente emotivo: "te dije que vendría". Puedes comprar el libro en:
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