Azucena está que trina.
Hartita de los rezos y las cremas valencianas. La entiendo perfectamente. Esos cabreos los sufrí yo hace algunos lustros.
Éramos jóvenes, quizá más idealistas. No creo recordar que hubiese tanta mala baba, tanto rencor como el que hoy nos toca respirar.
Mi casa, estaba ubicada en uno de los nuevos barrios periféricos de Madrid con aspiraciones y jardines comunitarios. Casi todo estaba por hacer, el metro, la piscina municipal y el “Ahorramás”. Pero como ya he dicho, teníamos algunas zonas verde comunitarias y... Una vía muerta de tren que propiciaba frecuentes conversaciones y controversias.
Atravesaba el barrio y su utilidad entraba a debate entre dichos y diretes. Que si se destinaria para a aprovisionar de combustible al cercano aeropuerto, que si sería un próximo metro ligero que sí, que si no, pero lo cierto es que en todo este tiempo de especulaciones yo jamás vi pasar un convoy por esas vías.
Si vi perros defecando, precursores del running y el jogging, vamos los corredores de toda la vida, y algún que otro personaje peculiar buscando vaya Vd. a saber, qué cosa.
También en una ocasión vi desfilar un auténtico rebaño de ovejas.
Antiguamente, a esa parte del barrio se la conocía como Cañada Real de merinas, y entonces comprendí el por qué, pues allí estaban ellas, las merinas, no las meninas que eso es de otro cuento.
Pues como dije, mi barrio era tranquilo la mayor parte del tiempo. Teníamos floresta, pequeños bancos de madera donde descansar o leer a la sombra de los álamos o plataneros.
Pero, ¡Oh señor!, nada es perfecto y la imperfección llego el día en el que unos jovenzuelos prefirieron la vivir la noche. El día era largo y tedioso.
Mi casa daba justo al jardín de los tres bancos y a un tascucio sin pretensiones que creo recordar se llamaba LA VIA. Quizá en homenaje a la vía sin tren o a las vías urinarias que sus jóvenes clientes se empeñaban en desalojar justo entre los setos y macizos de flores de nuestro pequeño parque. ¡Largas horas de espiritosos, largas meadas!
Esto de la vía, el chiringuito y los jóvenes meones viene a cuento porque en el barrio, después de tanta desinformación sobre el futuro de la vía muerta, cada vez más muerta y más deteriorada se acordó hacer una manifestación para que ese espacio pudiera dar vida a zonas paseables para el recreo de niños y mayores.
Se convoco y se puso en marcha.
Yo, como muchos vecinos, éramos jóvenes y soñadores, no dude en unirme a la comitiva. Al frente iba mi muy querida amiga Emi, luchadora incansable de todo aquello por lo que se pudiera luchar.
Ella al frente arropada por los más jóvenes del barrio.
Pancartas y gritos al unísono:
!! Por un barrio limpio!!
!!Por un barrio verde!!
!!Ecologistas en acción!!
Animada por el bullicio y el buen rollo me acerque a la cabecera del mitin... Y ¿qué ven mis ojos? ...Allí estaban, encabezando la mani y enarbolando la pancarta más grande... Ellos LOS MEONES.
!!Por un barrio verde, por un barrio limpio!!
!!Uníos!!
¿Por un barrio verde? ¿Por un barrio limpio?
Fue digno de ver. Mi metro cincuenta plantada frente a ellos, en jarras y hecha un vasilisco.
¿Y mis setos...? Eran verdes hasta que los regasteis con pises cerveceros ¿y los canutos? Que me tenéis emporrados al gato y al canario. Los habéis condenado al ostracismo.
Aquello tenía su guasa. Yo allí, plantada frente a los pancartistas incotinentes; mi amiga ojiplática; el resto a la espera.
No tenéis vergüenza, la próxima vez que vea alguno de vosotros mear debajo de mi ventana os meto la pancarta por el culo…
La verdad es que no eran ni tan malos chicos. A veces como la Azucena, les gritaba desde el balcón.
So guarro, ¿otra vez? ¡Vete a mear a tu casa!
Jo tía, no te pongas así, que no podía más, perdona, perdona.
Ahora, después de los años, a veces me he cruzado con alguno de los entonces muy jóvenes. Pasean a sus hijos por lo que al final se ha convertido la antigua vía muerta. Un magnífico entorno con modernos bancos, columpios y preciosos macizos de flores.
Aquellos fueron otros tiempos, menos odios muchos canutos.
No creo que ellos, los meones recuerden el episodio.
El bareto ahí sigue, con otro nombre y otros parroquianos y, al leer a mi querida Azucena del Valle y sus tumultos, me doy cuenta que aquellos no fueron ni tan malos tiempos.
Yo bajando en mitad de la noche como la niña del exorcista camisón incluido y ellos con su eterno...
JO TIA, lo siento, te juro que ya nos vamos.
Éramos jóvenes,
No había odios.