Un esclarecedor testimonio de un hombre vulgar, que llegó a tener la responsabilidad amoral de dirigir uno de los campos de concentración más asesinos de la historia, y donde se eliminaron a cientos de miles de seres humanos inocentes, mayoritariamente judíos, también católicos y opositores al régimen de Adolf Hitler. Es la autobiografía de Rudolf Franz Ferdinand Höss, comandante de Auschwitz. El prólogo, patognomónico, es de Primo Levi, del año 1985. Y es un estudio de una indubitable calidad, quien fue un brillante escritor judío sefardí, entre 1919 y 1987, pleno de rigurosa objetividad. Levi indica que se le debe creer a Höss cuando afirma, sin ambages, que nunca disfrutó con provocar dolor o matar a los exterminados en su campo de concentración, que eran órdenes que aceptaba, tampoco desea que se le cualificase de sádico demoniaco. «Este libro constituye uno de los documentos más sorprendentes de la historia: el testimonio en primera persona de un asesino en masa cuyas víctimas se cuentan por millones. El autor narra su vida, centrándose sobre todo en su etapa al frente del mayor campo de exterminio que haya existido: Auschwitz-Birkenau. Estamos ante un libro clásico, no por sus virtudes literarias ni por la grandeza de su autor, sino porque después de leer a Höss, negar el holocausto no solo es inmoral sino estúpido. Aquí no caben interpretaciones porque el culpable confiesa el delito. El prólogo de Primo Levi (la víctima condenando al verdugo para la posteridad) forma parte de este libro de manera casi inevitable. Es una pieza brillante de uno de los más lúcidos supervivientes del holocausto y el mayor ejemplo de justicia poética que se pueda imaginar. En palabras de Levi, de una pasmosa actualidad: “El libro muestra con qué facilidad el bien puede ceder al mal, ser asediado por este y, finalmente, sumergido, para sobrevivir en pequeñas islas grotescas”. Los derechos de autor de este libro macabro, pero históricamente importante, se destinan al fondo creado originalmente para los escasos supervivientes del campo de Auschwitz». Es obvio que este nazi fue una persona criminal, funcionario frío, pero era un burgués corriente, y no es preciso rebuscar en su código genético para encontrar algo diferente a cualquier otro nacionalsocialista o estalinista de aquella época europea terrorífica. El futuro comandante de ese lugar de muerte tiene un comienzo de vida muy complicado, ya que forma parte de una familia católica con un padre muy fanático, y que quiere, sin ambages, que su hijo sea sacerdote, pero a la par lo somete a una exigente y rígida educación militar prusiana; y, obviamente, no se le hace caso en ninguna de sus inclinaciones o tendencias más íntimas y arraigadas. “… Es comprensible, pues, que no sienta afecto hacia sus padres y que crezca huraño e introvertido. Pronto queda huérfano, atraviesa una crisis religiosa y, ante el estallido de la Gran Guerra, no vacila: su universo moral ya está reducido a una sola constelación: el Deber, la Patria, la Camaradería y el Valor. Parte como voluntario y lo arrojan, con diecisiete años, al salvaje frente iraquí; mata, es herido y siente que se ha convertido en un hombre, es decir, en un soldado: para él ambos términos son sinónimos”. Pero, esta guerra entre 1914 y 1918, la denominada como Primera Gran Guerra es un desastre para el ulterior aprendizaje moral de todos los alemanes, que pierden esa conflagración, son humillados, se les substraen territorios que siempre habían sido de los alemanes, y pierden todos sus territorios de ultramar. Para finiquitar el hecho, serán vilipendiados hasta la enésima potencia, tal como hicieran otros imperios a lo largo de la historia, el más flagrante sería el hecho del holocausto incontestable de Roma contra Cartago. No esquivará la cárcel, ya que esta experiencia le llegará cuando realiza un asesinato político, al afiliarse a uno de los muchos grupúsculos socio-políticos que crecen y pululan por esa Alemania derrotada hasta la saciedad. Por ello, será condenado a diez años de internamiento carcelario. Su carácter difícil e introvertido se irá modelando con todo esté cúmulo de desgracias que le acaecen. No obstante, aunque parezca lo contrario, es un preso modélico, que acepta su situación y, paradójicamente, rechaza la violencia de sus compañeros de prisión. Siempre defenderá, curiosamente, el orden, ya que considera que viene de sus superiores, los cuales deben ser obedecidos a rajatabla; y así lo hará cuando en su campo de concentración le entren las dudas sobre la moralidad de lo que está haciendo, no existirá discusión posible, ya que él considera que las órdenes vienen del Führer Adolf Hitler, siendo la correa de transmisión el Reichsführer Heinrich Himmler, la iniciativa personal solo es admisible cuando conlleve una mayor eficacia en el cumplimiento de las órdenes recibidas de la autoridad. “La amistad, el amor y el sexo le resultan sospechosos; Höss es un hombre solo”. Tras el trascurso de seis años consigue la amnistía, comienza a trabajar de obrero en una comunidad agrícola, y contrae matrimonio, aunque por su carácter extraño, y su pudor habitual, reconoce que nunca consiguió una íntima comunicación con su esposa, aunque en el final de su vida, no duda en reconocer que le hubiese sido muy necesaria. Y entonces la trampa del autoritarismo se abre a sus pies, ya ha encontrado el lugar político donde poder medrar y tener autoridad, será dentro del NSADP y en sus grupos de asalto o SS, que están bien considerados y pagados. “Cuando Himmler me invitó a formar parte de las SS como miembro del cuerpo de guardia de un campo de concentración, yo no tenía la menor idea de lo que aquello significaba; incluso era incapaz de imaginarlo”. De forma lógica y esperada, sus superiores le consideran alguien muy válido para poder hacer lo que siempre se le va a exigir, que sea un especialista en la actitud coercitiva contra los múltiples enemigos reales o inventados, existentes en la Alemania de los años 30 y 40, que gobierna con mano de hierro Adolf Hitler. Si tiene que ser un verdugo o un torturador, porque así lo exige el Führer y el partido, quienes falsamente se consideran la esencia de Alemania, lo será de forma rigurosa y diligente. Considera, y por ello no trata de disculparse, que una vez que entró dentro de la maquinaria represora de la Alemania nacionalsocialista, ya le fue imposible salir. “Desde luego, no se corría riesgo de muerte ni de un castigo severo, pero era objetivamente difícil tomar distancia”. Las SS eran una pseudouniversidad cínica, donde se reeducaba a todos aquellos alemanes de una cierta ideología, en general conformada por incultos, frustrados y parias, que en este grupo se sentían relanzados y revalorizados. Pero, sí es verdad, que, por encima de aquella masa cerril, existían manipuladores, que sí estaban muy preparados. El doctor Joseph Goebbels sería el más peligroso. ¡Magnífica y necesaria obra! «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?». Puedes comprar el libro en:
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