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Díes de daquién / Días de alguien e 'Instinto  de brújula'
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Díes de daquién / Días de alguien e "Instinto de brújula"

Javier Olalde: “Instinto de brújula” y “Díes de daquién / Días de alguien”, dos poemarios de la diáspora asturiana

lunes 04 de noviembre de 2024, 08:07h

Javier Olalde, miembro de la numerosa diáspora de asturianos residentes en Madrid, presentó recientemente sus dos últimos poemarios, Instinto de brújula y Díes de daquién / Días de alguien (edición bilingüe asturiano-castellano), en el Espacio Huerga & Fierro editores, la conocida editorial madrileña, que ha publicado unas impecables ediciones de ambos libros. Estos poemarios habían sido presentados ya durante el mes de julio en el marco de la Semana Negra de Gijón 2024, el gran festival literario donde la poesía encuentra también acomodo y apoyo, y más aún al tratarse en este caso de dos libros que muestran un poderoso y patente carácter asturiano tanto en el sentimiento como en el uso de la lengua, y en los que sobresale una vez más la alta calidad poética del autor.

En Instinto de brújula, libro ilustrado bellamente por Eugenio Rivera con oscuras y lluviosas vistas urbanas de Oviedo, ciudad en la que transcurrió la infancia de Javier Olalde y lugar con mucho protagonismo en los poemas iniciales del volumen. El autor, poeta poco dado generalmente en su obra a la temática de carácter autobiográfico, ha reunido y nos ofrece aquella obra poética inédita y escrita a lo largo del tiempo que mantiene como eje creador y argumental ese vigoroso sentimiento de asturianía propio de tantos asturianos que viven en la diáspora, alejados de la tierra natal. “Nací donde la lluvia, / en un país de lluvia / que ocupa mansamente mi memoria / […] mientras tanto soy uno / cualquiera en cualquier parte / ocupado en vivirse hasta la muerte, solo / uno más, / entrañado en mi país de lluvia”, se lee en ‘País de lluvia’. Y en ‘Instinto de brújula’, el poema que da título al libro, Javier Olalde, desde la perspectiva madrileña, fiel siempre a sus raíces, escribe: “Al norte, / siempre al norte. / Mi sentimiento, al norte. // Confieso una certeza de agujas imantadas, / […] al norte, / siempre al norte de este lugar que habito. // Mi convicción, al norte. / Soy culpable de norte”.

En la sección titulada “Ciudad de ausencias”, Oviedo, aquella ciudad vivida por el poeta, se alza como un espacio ausente, pero real y activo, en el que aún continúa desarrollándose la iniciática historia de aquel amor primero: “Te encuentro siempre / detrás de esa mirada /que sonríe / sobre el rubor de un rostro / vuelto a medias // […] Oviedo, mientras tanto, aguarda fuera.” (‘San Tirso el Real’). Ciudad y sentimiento amoroso se entrelazan cuando se trata de exaltar el entusiasmo de la pasión: “Recuérdame la tarde de aquel día, / como si fuese nuestro aquel derroche del viento / y las banderas tremolando. // Y Oviedo se fundía con nosotros / extendiendo las calles y las plazas / a nuestros pies, // […] La tarde de aquel día, / cuando me pareciste tan hermosa.” (‘La tarde de aquel día’). Y otro tanto sucede con el protagonismo omnipresente del espacio ciudadano cuando llega el tiempo doloroso del lamento y la pérdida: “El día que Oviedo se llenó de ausencia / te buscaba y llovía / innecesariamente, pienso, / redundantemente, / ya era bastante triste con no hallarte. // […] Sobreviviéndome, / recorro una ciudad donde no existo.” ( ‘El día que Oviedo se llenó de ausencia 2’).

La sección más extensa del libro, titulada “Orixe / Origen", está constituida por poemas en versión bilingüe asturiano-castellano, entre los que se encuentran los más antiguos del poemario, fechados en el año 1969. Aunque su temática es diversa, predominan los versos que inciden en la nostalgia y el recuerdo de la niñez lejana. Y puede servir perfectamente como ejemplo la versión castellana del poema ‘Muxupena’: “Al mismo tiempo que la arboleda y los helechos de Muxupena siguen cobijando a los arándanos / y el reguero Ruicueva se precipita hacia el Narcea en la cascada de Agua Blanca, / conservo el niño aquel de quien apenas guardo algún recuerdo / y casi no distingo en esa lejanía de la ausencia, / aunque él nada sospeche y se distraiga eligiendo las moras más maduras / mientras se va adentrando sin pausa en el olvido.”

La última sección del poemario se titula “En la diáspora”. Son poemas con los que el poeta quiere rendir también un debido y necesario homenaje a los lugares de adopción en donde ha transcurrido la mayor parte de su vida: “el ancho solar castellano” y Madrid, “la ciudad sin mar", a la que llegó muy joven y en la que espera serenamente aquello que el futuro le tenga destinado, tal como parecen anticipar los versos del poema que cierra el libro: “Me halló la muerte en la ribera del Manzanares. // ¿Dónde tenerme / si no hay ribera oculta para la muerte. // […] En la ribera / el aire lleva versos de mis poemas. // Y lleva besos, / los que entonces me dieras y que son nuestros. // Versos, al aire. / Flores, la primavera. Pesares, nadie. // Pues todo acaba, / en la ribera del Manzanares rendí jornada. “ (‘En la ribera del Manzanares’).

El otro nuevo libro de Javier Olalde es Díes de daquién / Días de alguien, su primer poemario bilingüe asturiano-castellano, con el que el autor, tal como se dice en la contraportada del libro, “quiere mostrar su apoyo sin reservas a la lengua asturiana. Y lo hace al situar en pie de igualdad poética tanto el asturiano, su llingua materna, como el castellano, su habitual lengua de expresión literaria”. Un poemario donde la preocupación y la inconfundible voz lírica de Javier Olalde se centran en el entorno de los días y las vivencias del ser humano, de cualquier ser humano”. Es decir, regresa a la temática más habitual de su poesía, caracterizada no sólo por su “alta calidad formal” sino también por su “innegable hondura reflexiva”.

Los poemas que integran la primera sección del libro, titulada “Díes rellumantes / Días refulgentes”, hablan del tiempo del verano, los soleados días de la holganza, en los que la vida parece aquietarse y hacerse más amable: “Cuando los días ahora / tienen esa constancia de lo claro / y del olvido, / y una apenas punzada / delata el pensamiento de la cercana pérdida, / bebes el vino fresco / ante el ancho horizonte recortado / y los rumores serpenteantes. // […] cruza entera el balandro tu mirada / y paladeas el sorbo frío en la tarde / desvestida por la nítida luz.” (‘Cuando’).

En la segunda sección, “Díes d'árboles y páxaros / Días de árboles y pájaros “, el entorno físico de los poemas muda para convertirse en el gris y rutinario paisaje de los días dominados por la costumbre: “Parco estar, sin otra consecuencia / más allá del momento de la noche o el día. // O no estar. // Árboles invernales cuerpo a tierra, / revestidos de nieve, / en el trance del anonadamiento / y la devastación. // Y un exilio transitorio de pájaros. / Se suceden los días y las noches.” (‘Parco’).

Y será en la tercera y última sección, titulada “Daquién / Alguien”, la más extensa del poemario, cuando adquiera protagonismo ese alguien, ese ser humano cualquiera que atraviesa los días ocupado en vivirse, y al que, Javier Olalde, poeta de manifiesta índole esencial, observa y analiza con sobria lucidez, sin subterfugios ni artificios: “SI no estuvieras / todo transcurriría sin ti / y ella o él / también se habrían enamorado. // Sucedería lo mismo / aproximadamente. // El día y la noche compartirían las calles / con los gorriones y la lluvia, / habría alguien que viviría en tu casa / y nadie tendría recuerdos tuyos. […]”(‘Si no’). O bien, “[…] No sientes nada / porque el día te empuja / hacia la noche / y la tarde ya es breve, / y mañana comienza / a ser de nuevo el día. // Y tú no sientes nada / que no sea el impulso / que sucede y te urge. […]” (‘No sientes'). Una penetrante visión del ser humano que no admite más compromiso que el de la estricta sinceridad expositiva: “Convictos de existir, / silban, / tararean las notas agrandadas / de sus vidas, cada cual / solitario inquilino de sí mismo, / igual Agamenón que su porquero. // Momentáneos.” (‘Convictos’). Veracidad que no admite ninguna de las habituales excusas y justificaciones, pero que, así y todo, no deja de reconocer el esforzado carácter del ser humano: “Y él, […] continúa caminando / impenitente / como si aún fuera alcanzable la utopía” (Y ÉL)-. Y que tampoco deja de resaltar sin reservas esa denodada intrepidez de la condición humana, capaz de aceptar su destinado e inevitable final con la mayor entereza: “[…] Tú y yo entretanto y a pura eternidad / andamos el camino sin antes nI después. // ¡Celebremos el viaje!” (‘Cuando nI tú’).

Dos poemarios, Instinto de brújula y Díes de daquién / Días de alguien, que sirven para mostrar, tanto en castellano como en asturiano, que Javier Olalde, además de ser un reconocido y singular poeta de ideas, es también -siempre lo fue- un poeta de seducciones e intensidades líricas cuando se adentra en el ámbito agitado y persistente de los sentimientos. Y estos dos libros, al publicarse al mismo tiempo, permiten felizmente apreciar ese diverso y brillante registro poético que acredita a este notable creador.

Sin énfasis ni hipérbole alguna: dos magníficos poemarios.

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