Debo empezar por el principio, indicando la magnificente portada-contraportada, y el lujoso el mapa de la Primera América Hispana de 1492 a 1518. Invitan a acercarse a un texto muy esclarecedor. La Isla de La Española fue el comienzo de todas las arribadas ulteriores a Las Indias, desde allí se partía hacia la gloria y el oro, o hacia la desgracia y la muerte. En esa isla se construyó la primera ciudad de Las Indias, luego América Hispana, tuvieron una calle empedrada, tipo vía romana sensu stricto, por la que paseaban ya sus damas indígenas o criollas, e inclusive hasta la esposa del virrey. Siempre fue la primera en todo, y la nacencia de la identidad. A esa ciudad se llevaron los primeros caballos y perros europeos, y los españoles pisotearon sus miserias en enfrentamientos fratricidas, que están en la genética de los habitantes de los Reinos de León, de Castilla, de Navarra, de Aragón y de Portugal. Los defensores de los indígenas fueron primigenios en la defensa de la identidad de los aborígenes, aunque existieron reticencias a favor y en contra. Hubo hasta los primeros crímenes de los españoles en América, la lucha por el poder y la riqueza estuvo en el fin de todo el fenotipo hispano. Desde el inicio de la narración, ya sobrecoge su lectura, porque nos imbuimos de lo terrible que fue lo que vieron los españoles en la masacre del Fuerte Navidad, cuando descendieron de los barcos en la segunda expedición colombina, y es un diálogo ágil y franco entre Juan de la Cosa y Alonso de Ojeda. La obra está dividida en capítulos o libros, alusivos al nombre de las diversas islas descubiertas y bautizadas por Cristóbal Colón, y otros referidos a personajes necesarios para la narración. Los Títulos son, por consiguiente: EL FUERTE NAVIDAD; LA ISABELA; SANTO DOMINGO; LA VIRREINA; CONQUISTADORES. La novela es de tanta calidad que parece una crónica sobre el momento histórico narrado. La obra está muy bien detallada, y siempre deja claro todo lo que supuso esta primera fase de la Conquista y Colonización de Las Indias, al margen de lo falso que es la ahistórica Leyenda Negra; donde siempre sale a relucir lo mejor y lo peor de los seres humanos. «La Española fue el principio de todo en América. El primer puerto de arribada y partida hacia la gloria y el oro; la primera ciudad, la primera calle empedrada por la que pasearon las damas y la virreina, y la primera catedral; la primera batalla, los primeros caballos y los primeros perros soldados; los primeros héroes, los primeros rebeldes y los primeros enfrentamientos fratricidas, tan españoles; los primeros criminales y los primeros defensores de los indios, y los primeros mestizos que marcarían el futuro y la seña de identidad de la América hispana. Antonio Pérez Henares consigue, con una prosa evocadora y una profunda comprensión de la época y la tierra, con sus olores, colores y sabores, un excelente retablo de aquellos agitados años a caballo entre los siglos XV y XVI, en los que, en una isla del mar Caribe, comenzó a gestarse un imperio. Cuando el almirante Colón regresó a la isla de La Española en 1493, al frente de diecisiete naos, se encontró el Fuerte Navidad, que apenas unos meses antes había dejado bien guarnecido, quemado, rodeado de cadáveres flotando y ningún superviviente. En el paraíso se había abierto una puerta al infierno. Tras este terrible arranque, comienza la historia de quienes hoy son historia del mundo: los Colón, el piloto Juan de la Cosa y su gran amigo el bravo capitán Ojeda, los Niños y los Pinzones, Ponce de León, Bartolomé de las Casas, Ovando, Núñez de Balboa y Vespucio, y también de los caciques Guacanagarí y Caonabo y de la bella y trágica Anacaona. De Cortés, de Pizarro y Alvarado, todavía esperando para partir y emprender las más grandes conquistas, y también de los grumetes Trifoncillo y Alonso, del locuaz tabernero Escabeche y de su mujer la india Triana, y hasta de los perros Becerrillo y Leoncico. Todos ellos en un mismo instante y lugar. Todos ellos en el mismo desembarco, espada en mano en la batalla o bebiendo vino de la misma jarra». Toda esta pléyade de protagonistas está documentada, y su delineación es tan perfecta que, el autor, no los hace tan propincuos como necesarios para seguir esta trama. En La Española, la vida tiene una retórica obvia, concretamente un encomendero de pro y de contra recibe la luz de Saulo camino de Damasco, y se derrumba del caballo, para transformarse en el Defensor por antonomasia de los indígenas hispanoamericanos, con un error exagerado de un 30%, será fray Bartolomé de las Casas, pero no está nada mal su existencia, ya que los indios norteamericanos nunca se encontraron con alguien, estereotipado o no, que les pudiese defender a capa y espada, como sí hicieron los clérigos españoles. El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros le otorgó amplios poderes, pero su extremismo creó un hálito de falsía en una minoría de sus postulados. “Consiguió importantes avances en su protección compendiados en las Nuevas Leyes de Indias, pero su idealizada imagen del buen salvaje le llevó a cosechar sobre la práctica algún sangriento fracaso. Le persiguió siempre y de por vida su pasado encomendero, pero aún más su cada vez mayor soberbia y acritud y que nunca perdiera y siempre buscara el arrimo del poder y de quienes, a esos no rechistaba, le pudieran favorecer”. Otro hecho complejo fue el relativo a la prepotencia del propio Cristóbal Colón, que nunca contó con el beneplácito y la simpatía del Rey Fernando V de León y de Castilla “el Católico”, sobre todo cuando tuvo el desenfado o atrevimiento de exigir al monarca que le aceptará como ‘Visorrey e Governador General’ de los territorios a descubrir; tal como se indica en las denominadas como Capitulaciones de Santa Fe. Otro de los personajes conspicuos en lo extraño, y que aparece en la obra, es aquel de la autodenominada como ‘LA VIRREINA’, María Álvarez de Toledo y Rojas, considerada la primera virreina-consorte de Las Indias, por ser la esposa del primogénito de Cristóbal Colón, Diego Colón, destituido por su mal gobierno en el año de 1524 por el Emperador Carlos V de Habsburgo; esta mujer sería otra de las personas defensoras de los derechos indígenas en HispanoAmérica. Mi disensión con el autor se circunscribe a la página-65, en que refiere un monólogo más que acertado sobre el cómo son los españoles, de Michele da Cuneo, en el que Pérez Henares define a Colón como compatriota del monologuista; no existe nada que indique que el Almirante de la Mar Océana fuese italiano, ya que Italia es del siglo XIX con Giuseppe Garibaldi, nacido en Niza, y ni tan siquiera existe noción de que fuese genovés. Mutatis Mutandis: “No tienen peor enemigo los españoles que ellos mismos…llamar La Isabela en honor a la reina doña Isabel y ya están a la greña la mitad…” ¡Excelente obra! «Primum non nocere, secundum cavere, tertium sanare». Puedes comprar el libro en:
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