A un año de la masacre no puedo dejar de pensar en la respuesta criminal de Netanyahu y la camarilla que le rodea. No era ojo por ojo, diente por diente, salvaje respuesta que implica barbarie con barbarie. Era la exterminación del pueblo palestino, el hambre como herramienta de muerte, el horror para que nunca más olviden, herramienta de toda dictadura, el horror y el miedo, la búsqueda de la destrucción de la fe en el ser humano.
41,778 muertos en Gaza, 40 % (16,712) eran niños.
Chacales que el chacal rechazaría.
A un año de la bestialidad desatada no puedo dejar de escuchar el grito de una niña palestina, de una niña judía, no puedo ignorar el miedo en la mirada de ambas, y tengo miedo de ver algún día el miedo en la mirada de mis nietas, el miedo o la incomprensión del dolor humano.
A un año de la bestialidad, acuso a aquellos que continúan cerrando los ojos y alimentando la bestia para que siga desatando el terror. Ya no se trata de dos países, de dos pueblos con el derecho a existir en paz, a autodeterminarse, se trata de ocultar la realidad. Israel tiene derecho a vivir en paz, en democracia, pero Netanyahu se trasformó en el lobo que dirige la manada. No se trata de democracia, se trata de instalar un régimen autoritario en el Medio Oriente, expandir el poder de las armas, dibujar un nuevo mapa, establecer un nuevo imperio.
Conocemos el resultado de los imperios, la sangre derramada, los crímenes ocultos, la sed de ir por más. ¡Bárbaros! en este siglo repitiendo la historia del pasado, la que sufrieron los judíos, esa historia que no se olvida, pero que a veces conlleva la tentación de repetirla cambiando el rol: de víctima a victimario justificando sus crímenes en el pasado.
A un año de la masacre desatada por Hamás, a un año de la respuesta criminal de Netanyahu, el ruido de las bombas en el Líbano, de las bombas en Gaza --846 bombardeos al día-- son tantas, tantas que ensordecen los oídos de la humanidad, que acallan los gritos de los niños, que su humo oculta la mirada perdida de una niña, que ocultan la tragedia y el pensamiento. A un año del comienzo del horror, quién se acuerda de que en la frontera jugaban una niña judía con una niña palestina.
Hoy, el derecho a vivir en paz se aleja, hoy quienes, con su silencio, alientan a la manada de lobos y les otorgan las armas para continuar su gesta guerrera y conquistadora, callan y continúan enviando bombas.
Chacales que el chacal rechazaría.
Hoy derramamos una lágrima cuando deberíamos gritar por el cese al fuego, por la existencia en paz de dos naciones, por el retiro del ejército israelí de las fronteras, por detener los tanques, por detener la locura de un nuevo emperador. Hoy deberíamos condenar y luchar contra el terrorismo, ese terrorismo que aprisiona al pueblo palestino.
Hoy me levanté triste, con una tristeza infinita, y abracé a mis nietas.
Los chacales andan sueltos por el mundo.
* Gustavo Gac-Artigas. Poeta, novelista, dramaturgo y hombre de teatro chileno. Miembro del PEN Chile, correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y miembro titular de la Academia Universalis Poetarum y de la Academia Tomitana de Constanza, Rumania.
Premios en 2024: mención honrosa del International Latino Book Award (“hombre de américa/man of the americas” y “Confieso que escribo/I Confess that I Write”), Premio de Poesía Santus Dionysius Exiguus Oivius (Academias Tomitana y Universalis Poetarum), Coroana de Aur Ovidius (Academias Tomitana, Universalis Poetarum y Stiinte, Arte Si Litere din Torino), Premio del XIII Festival Mundial de Poesía Mihai Eminescu.