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EL NADADOR DE AGUAS ABIERTAS

El mar nunca es pusilánime
jueves 19 de septiembre de 2024, 12:11h
El nadador de aguas abiertas
El nadador de aguas abiertas

El mar siempre es atrayente. Desde la orilla y para surcarlo en busca de otros confines. Ver amanecer en el mar es sentir que la vida está ahí para esperarnos. Nada relaja tanto como el vaivén de las olas vistas desde la playa. Aunque sabemos que, a veces, se torna violento, despiadado, furioso, incontrolable.

El mar nunca es pusilánime. Nunca se mostrará indiferente, aunque esté en calma y sin apenas oleaje. El mar es una forma de vida. A pesar de que uno de los personajes de El nadador de aguas abiertas diga, varias veces, que lo que es complicado es la vida, no el mar.

El mar no emborrona el tiempo ni los recuerdos, aunque oxide las piezas de hierro cercanas. El mar no nos reta, prefiere que lo dejemos tranquilo. El mar no se cobra víctimas, solamente atrapa a aquellos que se arrojan inconscientes por culpa de las sombras que se ciernen sobre su propia forma de ser o, porque de manera fortuita, han estado en el lugar y en el momento equivocados.

"El nadador de aguas abiertas" es un texto de Adam Martín Skilton, con adaptación teatral de María Goiricelaya que, sin ambages, me ha emocionado. Me han emocionado sus dos intérpretes, Adolfo Fernández y Markos Marín. Me ha emocionado su texto, la dirección de Fernando Bernués, la escenografía sutil y magnífica de unos cubos transparentes llenos de mar y de arena, de perspectiva vertical hacia el cielo, de contención de unas lágrimas saladas, como el mar, y la espuma del humor, de la nostalgia, de la soledad, de la amistad, de la comprensión, del deseo de luchar y no ser un desgraciado.

Adolfo Fernández, (Walrus), representando varios personajes que son el mismo, que es él mismo, que es la conciencia atropellada de una buena persona, que es la boya a la que tiene que agarrarse Markos Marín (Nilo), que somos todos nosotros, que es el sueño frustrado y la necesidad de espantar el miedo, que es el rumor de la frustración, la resignación callada de un destino que no consideramos nuestro.

Hay emoción en este gran montaje. Se nos mete el mar en los ojos y nos hace llorar, nos hace sentir; entendemos a cada uno de los personajes, vemos claramente los rayos en la tormenta, naufragamos en la tempestad oscura de nuestras relaciones, acabamos mojados, empapados de ternura y soledad, sin los artificios de la apariencia, dependiendo unos de otros para cuidar y que nos cuiden, y queremos que se nos borren esas palabras que nos identifican erróneamente con respecto a los demás.

Por eso tenemos que aprender a nadar a contracorriente, contra el oleaje imprevisto, contra la red de pescadores que intentan atraparnos en sus convenciones, contra lo que otros piensan de nosotros, y empezar a ser protagonistas de nuestros propios sentimientos, nadar en aguas abiertas, y campear contra rocas, contra rompeolas, contra un mar amable de veraneantes que solo piensan en ponerse moreno porque, ya sabemos, “no hay camino, sino estelas en la mar”.

FICHA ARTÍSTICA

EL NADADOR DE AGUAS ABIERTAS

Dramaturgia: Adam Martín Skilton
Adaptación: María Goiricelaya
Dirección y espacio escénico: Fernando Bernués
Reparto: Markos Marín y Adolfo Fernández
Música original: Fernando Velázquez
Una producción de K. PRODUCCIONES y TANTTAKA TEATROA
Espacio: Teatro Pavón

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