Trescientos cincuenta invitados, entre ellos personajes de la realeza y aristocracia europea celebrando cuatro días de grandes fastos en Geiranger, un fiordo patrimonio de la Unesco. Esto pa’abrir boca.
La revista no ha escatimado adjetivos rancios, hipérboles cursis y melindradas ridículas, para blanquear (dicho sin coña) un esperpento de este calado. De entrada, ya te digo que no importa que el novio sea haitiano, americano, blanco o negro. Ni siquiera gurú o chamán. De sectas, gurús y chamanes andamos bien servidos en el Congreso de los diputados. Tampoco me mosquea que confiese ser reptiliano (mitad reptil, mitad hombre) o la reencarnación de un faraón de la III dinastía, ni que cure enfermedades o sea médium. Cualquiera puede tener un novio así. Lo inaceptable es que una princesa europea lo exhiba. No lo enseñes, tía, disfrútalo en la intimidad. Esto es una conspiración de la IA, de la Agenda 2030, de Bilderberg o del Foro de Davos para acabar con las monarquías. Qué responsabilidad la revista “Hola” tan juancarlista que era. Llámame loca, pero no me lo quitas de la cabeza, tío.
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